Por Agroempresario.com
El mundo enfrenta retos urgentes relacionados con la pérdida de biodiversidad y la necesidad de producir alimentos de manera sustentable. En este contexto, el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) lanza una iniciativa pionera que busca integrar la conservación de la naturaleza en los sistemas productivos. Este proyecto propone la creación de espacios estratégicos en los campos agrícolas que no solo beneficien a la flora y fauna locales, sino que también generen ventajas económicas para los productores.
Los servicios ecosistémicos, como la polinización, el mantenimiento de suelos fértiles y la preservación de la diversidad genética, son esenciales para la sostenibilidad a largo plazo. Sin embargo, muchas áreas productivas han visto sus hábitats naturales degradados o reducidos a pequeñas porciones de tierra, lo que limita su impacto positivo en el ecosistema. La propuesta del INTA tiene como objetivo revertir esta tendencia, demostrando que es posible producir de manera eficiente sin sacrificar la biodiversidad.
Rodrigo Donnola, productor agrícola-ganadero, comparte su visión sobre este nuevo enfoque: “Es fundamental integrar prácticas que mantengan el equilibrio entre la producción y la naturaleza. La alternancia entre cultivos y ganadería mejora la calidad del suelo y permite que los servicios ecosistémicos, como la fertilidad y la polinización, se mantengan de manera natural.” Este enfoque no solo beneficia a los cultivos, sino también a los animales, que encuentran sombra y alimento en los árboles nativos integrados al paisaje productivo.
El proyecto del INTA se estructura en seis pasos esenciales para que los productores puedan integrar la biodiversidad en sus campos. Estos pasos son flexibles, permitiendo que cada productor adapte las medidas a sus propias necesidades, siempre con el apoyo de expertos. Los pasos incluyen la creación de un mapa del campo, la definición de objetivos claros para cada espacio de conservación, un diagnóstico y planificación detallados, un plan de gestión, monitoreo continuo y la búsqueda de colaboración con otros productores y comunidades locales.
Más allá de la conservación de la biodiversidad, este enfoque tiene múltiples beneficios para los productores. Federico Fritz, coordinador de InBioAgro, explica que la implementación de estos espacios de conservación puede abrir el acceso a mercados diferenciados y obtener certificaciones ambientales, añadiendo valor a la producción. “Es importante que los productores puedan medir el impacto de sus acciones a través de indicadores de biodiversidad, para así ajustar sus estrategias y maximizar los beneficios”, afirma Fritz.
Además, la creación de estos espacios permite que los productores mantengan la resiliencia de sus campos ante los desafíos del cambio climático. La conservación de la biodiversidad no solo asegura que los sistemas productivos se mantengan a largo plazo, sino que también mejora la capacidad de los campos para resistir fenómenos climáticos extremos, como sequías o inundaciones.
El proyecto del INTA no solo responde a las crisis ambientales actuales, sino que también marca el inicio de una nueva era en la agricultura argentina. Al combinar producción y conservación, se está construyendo un modelo más equilibrado que garantiza la sostenibilidad de los ecosistemas y la viabilidad de las actividades productivas.
En un momento en que el mundo necesita soluciones urgentes para el deterioro ambiental, esta iniciativa demuestra que la agricultura y la conservación pueden ser aliadas. Los beneficios son claros: mayor productividad, ecosistemas más sanos y la oportunidad de que las futuras generaciones disfruten de un planeta saludable. Con la implementación de estos espacios de conservación, el INTA está demostrando que producir alimentos de manera sustentable no solo es posible, sino que es el camino necesario para enfrentar los desafíos del siglo XXI.