Por Agroempresario.com
En una reciente nota de opinión publicada en La Nación, el asesor de productores Juan Pablo Ioele reflexionaba sobre las marcadas diferencias que se evidencian entre el modelo agropecuario del Corn Belt estadounidense y el de la Pampa Húmeda argentina. Ioele, que recorrió personalmente los campos de Illinois e Iowa durante el Farm Progress Show, relató cómo los productores del norte se benefician de políticas de apoyo estatal, mientras que sus pares argentinos deben hacer frente a un contexto de retenciones, volatilidad económica y falta de respaldo gubernamental. Aquí analizamos las implicancias y desafíos de cada modelo.
Los productores del "Corn Belt", o cinturón maicero de Estados Unidos, viven una realidad diametralmente opuesta a la de sus colegas argentinos. En los campos de Illinois e Iowa, la agricultura no solo es una actividad económica, sino también un estilo de vida que ha pasado por generaciones, como es el caso de la familia Baum, que lleva siete generaciones en sus tierras desde la llegada de sus antepasados desde Alemania en 1848. La estabilidad que les permite el apoyo estatal hace posible que dediquen todos sus recursos y energía a maximizar la productividad, invirtiendo en tecnología avanzada sin preocuparse por el impacto inmediato en la rentabilidad.
Los avances tecnológicos que observó Ioele son elocuentes: desde sembradoras con sensores que ajustan la dosis de fertilizante para cada surco hasta pulverizadoras automatizadas que controlan dosis, presión y tamaño de gota en cada aplicación, el objetivo es minimizar el margen de error y optimizar cada etapa de la producción. La seguridad en el campo, los seguros que cubren hasta el 85% del rendimiento y el sistema de almacenamiento y transporte propio dan un respaldo adicional a estos productores, permitiéndoles tomar decisiones a largo plazo.
La realidad del productor argentino es bien diferente. En el país, la agricultura no es solo un esfuerzo productivo, sino una constante adaptación a las circunstancias adversas, tanto ambientales como económicas. Ioele subraya que el productor en la Pampa Húmeda ha tenido que transformarse en un empresario versátil para sobrevivir, aprendiendo no solo a maximizar su rendimiento físico, sino también a sortear fluctuaciones en los mercados internacionales, impuestos, restricciones y una coyuntura política que históricamente no ha favorecido a la actividad.
Sin el respaldo estatal con el que cuentan sus pares norteamericanos, muchos productores argentinos han tenido que mudarse de sus campos y optar por el arrendamiento de sus tierras, actualmente cercano al 70% de la superficie sembrada en Argentina. Al enfrentarse a constantes restricciones y un escenario de riesgo permanente, estos agricultores argentinos se han convertido en expertos en gestionar la rentabilidad, con el asesoramiento de técnicos independientes y planes de negocio ajustados a la realidad del mercado.
Si bien el uso de tecnología también es parte fundamental de la agricultura en Argentina, su implementación se ve limitada. Mientras que en Estados Unidos el acceso a maquinaria de última generación y tecnología avanzada es común y facilita la autogestión del campo, en Argentina el costo de estos avances y la falta de financiamiento impiden que los productores accedan a las herramientas de última generación en la misma medida. Ioele destaca que, en lugar de depender de la maquinaria avanzada, los agricultores argentinos han encontrado en los asesores técnicos y monitoreadores de cultivos una forma de compensar las limitaciones tecnológicas, desarrollando un modelo de gestión agrícola eficiente y adaptado a la realidad local.
Ioele observa que la figura del productor estadounidense es valorada y respetada en su país, un rol que ha permitido al "farmer" representar una identidad cultural asociada a la estabilidad y el progreso. En Argentina, en cambio, la agricultura está marcada por una tensión constante con las políticas estatales, y el reconocimiento del productor es menor. En este sentido, las políticas públicas en Estados Unidos le han dado al agricultor un respaldo fundamental, lo que les permite no solo enfocarse en su rendimiento, sino también tomar decisiones a largo plazo sin el temor de que los cambios en el contexto los perjudiquen directamente.
La agricultura sigue siendo el centro de la vida económica y social tanto en el Corn Belt como en la Pampa Húmeda. Sin embargo, el contexto en el que se desarrollan estas actividades es radicalmente distinto. Mientras que en Estados Unidos los productores pueden enfocarse en optimizar su producción sin preocuparse de la rentabilidad inmediata, en Argentina, el agricultor se ha convertido en un empresario versátil, capaz de adaptarse a condiciones adversas y tomar decisiones bajo presión constante. Ioele concluye que, si bien ambos modelos buscan mejorar la productividad y la eficiencia, la distancia entre las políticas estatales y las condiciones en que operan los productores es una brecha que continúa marcando las realidades de cada región.