Soja: ROSARIO
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Maíz: ROSARIO
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Trigo: ROSARIO
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En la Quinta Temporada de “Comunicándonos en Agroempresario.com”, junto a Fernando Vilella, Director de Desarrollo Estratégico y Contenidos de Agroempresario.com, Luis Silva, Presidente de Summit Agro, ofreció un análisis exhaustivo que trasciende la coyuntura para dibujar el mapa de la agricultura del futuro. Su transición personal, desde gigantes occidentales como Monsanto y Bayer a la filial local de la cuatricentenaria Sumitomo Corporation de Japón, no fue solo un cambio de empresa, sino una inmersión en una nueva forma de pensar el negocio, la vida y el propósito.
"Es un cambio para mí", admitió Silva. "Vengo de compañías de origen americano y alemán y hoy me inserto en una compañía japonesa que, honestamente, te sorprende por su filosofía y su cultura". Esta sorpresa se fundamenta en una dualidad fascinante: "Sumitomo Corporation tiene más de 400 años de historia. ¡Estoy en una compañía de 400 años! Sin embargo, la filial en Argentina tiene un poquito más de 20. Se combinan esas dos cosas: muchos años de tradición y experiencia con la juventud de una compañía que se mete en un mercado tan dinámico como el nuestro".
En el corazón de esta cultura, Silva descubrió un concepto que se convirtió en su brújula personal y profesional: Ikigai. "Es una palabra muy linda que aprendí en japonés. Habla del propósito, de la razón de ser. Y me encanta porque conecta profundamente con mi propósito personal como ingeniero agrónomo: poder dar alimentos al mundo, hacerlo de una manera sostenible y, por supuesto, ayudando a que este planeta siga existiendo por muchas generaciones más". Este principio, que busca el equilibrio entre lo que uno ama, en lo que es bueno, lo que el mundo necesita y por lo que te pueden pagar, es el cimiento sobre el cual Summit Agro construye su estrategia en Argentina, una estrategia de largo aliento que se aleja de la urgencia del resultado trimestral para enfocarse en la sostenibilidad de toda la cadena.
La historia de Summit Agro en Argentina, que comenzó en 2001, es un reflejo de la propia evolución de los desafíos del campo. Tras unos inicios centrados en insecticidas, el verdadero punto de inflexión llegó con una de las mayores crisis agronómicas de las últimas décadas: la resistencia de malezas. "La agricultura en Argentina, a partir de la tecnología RR en soja, el uso de glifosato y la siembra directa, había sido una producción bastante fácil y rentable", recordó Silva. "Pero la biología tiene sus estrategias para seguir evolucionando".
El avance imparable del "yuyo colorado" (Amaranthus palmeri) puso en jaque a todo el sistema productivo. Fue en ese momento de crisis cuando Summit Agro encontró su lugar. "El boom de la resistencia de malezas hizo que la compañía empezara a tomar una relevancia muy, muy grande, fundamentalmente con Flumioxazin, una de las primeras moléculas que hizo que nuestro nombre apareciera con fuerza en el mercado de fitosanitarios de Argentina. Fue una contribución muy importante para el agro".
Este éxito forjó una decisión estratégica que define a la empresa hasta hoy: no competir en el terreno de los commodities masivos como el glifosato o la atrazina. En su lugar, se erigieron como una "compañía de especialidades". Silva lo explica: "Nos identificamos así, apuntando mucho al aspecto técnico y no tanto al comercial. Nos volcamos a herbicidas para emergencias específicas, a residuales de alto valor, y seguimos en nuestra línea original de insecticidas y fungicidas".
Hoy, su portafolio de más de 50 productos se enfoca en los cultivos troncales del país —trigo, cebada, girasol, maíz y soja—, pero siempre desde un ángulo de alta especificidad. El compromiso con la sostenibilidad se materializa en una búsqueda constante de productos de bajo impacto. "Gran parte de nuestro trabajo en I+D es traer moléculas que no solo sean efectivas, sino que sean de banda verde, la menos tóxica posible. Ya eliminamos las rojas. Pero no queda solamente en tener un producto de banda verde, hay un acompañamiento técnico muy grande. Más de la mitad de nuestra compañía está en el campo, acompañando al productor y al distribuidor. Esa es una gran diferencia".
Convencido de que la solución química por sí sola tiene un techo, Silva y Summit Agro están apostando fuertemente por la próxima gran frontera de la agronomía: los productos de síntesis biológica. Para darle entidad y foco a esta iniciativa, crearon una marca paraguas a nivel global: Seipro.
"Sentíamos que nos quedábamos cortos si solo actuábamos sobre el producto químico", confesó Silva. "Bajo Seipro ponemos todo el esfuerzo en biológicos, con desarrollos que vienen de España, México y Japón, apuntando al control de insectos con productos BT o al control de enfermedades con antibióticos".
Dentro de esta estrategia global, hay un desarrollo que Silva destaca con particular orgullo por su origen y potencial. "El último lanzamiento que hicimos es un producto 100% argentino, trabajado y desarrollado con el CONICET y la Universidad Nacional de Tucumán. Es algo que me enorgullece mucho". Este bioinsumo, explica, actúa de una forma completamente novedosa: "Funciona como si fuese una vacuna que activa el sistema defensivo de la planta, ayudándola a tener un crecimiento mucho más saludable".
Para Silva, el debate "químicos vs. biológicos" es obsoleto. El futuro es la integración inteligente. "Yo soy un convencido de esto. El trabajo en sinergia de los dos tipos de productos es lo que va a ser mucho más efectivo, menos dañino para el medio ambiente y mucho más favorable para la producción. Ya empezás a poner un producto biológico en combinación con un químico".
Esta visión choca con la realidad actual del mercado local. Mientras Argentina apenas adopta un 2-3% de biológicos, nuestros vecinos muestran un camino muy distinto. "Ves a Chile y se vende un 40% de productos biológicos. En Perú, casi un 35%. La diferencia es la mirada de largo plazo y el destino de la producción", analiza. La exportación de frutas finas a mercados exigentes con los residuos de agroquímicos es el gran motor. Silva proyecta que Argentina seguirá esa senda a medida que crezca la producción de alimentos para consumo humano directo. "La tendencia a producir más proteínas vegetales como lenteja o garbanzo, el crecimiento del veganismo y el vegetarianismo, y la búsqueda de alimentos ecológicamente positivos por parte de mercados como Europa o China, harán que el uso de biológicos sea cada vez más importante".
La tecnología, especialmente la agricultura de precisión, es el otro pilar de la visión de Silva. Lejos de ser una fantasía futurista, es una herramienta de negocio tangible y presente. "Cuando hablo de drones, no es algo que va a venir, ¡ya llegó!", afirma con contundencia. "Se espera que en cinco años haya 5.000 drones dando vuelta por el campo argentino".
Silva relata cómo utilizó un caso de negocio para explicar esta revolución a sus colegas japoneses, quienes inicialmente veían en la precisión una amenaza al volumen de ventas. "Les dije: 'Puedo vender más volumen hoy, pero si mañana sigo teniendo resistencia, no tengo negocio'. La clave no es el volumen, es la viabilidad del negocio a largo plazo para toda la cadena".
El ejemplo que utilizó es revelador: "Tenemos una molécula para control de insectos que es espectacular, con un perfil eco-toxicológico muy bueno, pero es muy cara. Aplicada al 100% de la hectárea, no es viable en el mercado argentino. Ahora bien, si uso un dron de monitoreo, detecto que la plaga está solo en el 30% del lote, y luego uso un dron de aplicación para tratar únicamente esa superficie, de repente un producto que no podía vender se vuelve una solución altamente eficiente y rentable. Esa es la idea".
Esta mentalidad transforma la tecnología de un costo a un habilitador, permitiendo el uso de herramientas de alto valor que de otra manera serían inaccesibles y abriendo mercados para la innovación. "Cuando cambiás la mirada de corto plazo por una de largo plazo, no importa el volumen que vendas, sino cómo hacés un negocio sostenible con el productor y la cadena de distribución".
Finalmente, toda esta convergencia de filosofía, biología y tecnología descansa sobre el capital humano. La creciente complejidad del agro exige una revalorización de la profesión agronómica y una estrategia para atraer a las nuevas generaciones. "La agricultura se vuelve más compleja y eso hace valorar mucho más al ingeniero agrónomo. ¡Saliste de la facultad con una batería de información, ahora tenés la posibilidad de usarla! No es una sola recomendación, tenés que pensar en el barbecho, en el cultivo, en la rotación que viene. Es volver a hacer más agronomía".
Silva es consciente del desafío demográfico del sector. "Más del 70% de los productores tienen en torno a los 55 años. Pero el cambio generacional es muy rápido y la brecha es grande. Pasamos de mi padre, de 60 años, a mí, con 35. Hay que encantar a los jóvenes para que trabajen en el agro".
¿Cómo se logra ese encantamiento? Con tecnología y propósito. "Ir al campo con 40 grados de calor puede ser incómodo. Pero es mucho más llevadero si después, en un gabinete con aire acondicionado, estás con una tablet analizando datos, imágenes satelitales, planificando la próxima campaña".
Esta evolución lo lleva a su reflexión final, una síntesis poderosa de su visión. "El trabajo, históricamente, estaba en las manos cuando cultivábamos la tierra. Cada vez más, está en la cabeza, en la mente, en cómo lo pensamos. Y tenemos que llevarlo también al plano del corazón, de hacer las cosas porque nos gusta y porque estamos marcando una diferencia".
Con el desafío de duplicar la producción argentina de manera sostenible, Silva visualiza un futuro protagonista, trayendo más biológicos, más herramientas digitales y trabajando codo a codo con una red de distribución y productores innovadores. Un futuro donde el campo argentino, gracias a su capacidad única de capturar carbono y a la inteligencia de su gente, lidere una nueva revolución agrícola, una revolución impulsada no solo por la fuerza, sino por la mente y la pasión.
