Por Agroempresario.com
La desertificación y la sequedad acelerada de los suelos son hoy una amenaza creciente para la seguridad alimentaria global. Según el informe “La amenaza mundial de las tierras áridas” presentado en la 16ª Conferencia de las Partes (COP16) de la Convención de las Naciones Unidas para la Lucha contra la Desertificación (UNCCD), el 77,6% de los suelos del planeta mostraron un incremento de sequedad entre 1990 y 2020, en comparación con los valores registrados entre 1960 y 1990.
La crisis no solo afecta al presente: hacia 2100, se espera que 5.000 millones de personas vivan en áreas áridas, mientras que la capacidad del suelo para absorber agua podría reducirse un 67%. Estas proyecciones alarman a científicos y líderes globales que llaman a la acción urgente para evitar consecuencias irreversibles.
La investigación subraya que, a diferencia de las sequías temporales, la aridez representa un cambio climático permanente y progresivo. El calentamiento global, las emisiones de gases de efecto invernadero y las alteraciones en el uso del suelo son los principales motores de este fenómeno. Los datos muestran que el 40,6% de la tierra no cubierta por hielo ya es considerada tierra seca. En los últimos 30 años, 4,3 millones de kilómetros cuadrados pasaron a formar parte de esta categoría, un área equivalente a un tercio de la India.
“Sin esfuerzos coordinados, miles de millones de personas enfrentarán un futuro marcado por el hambre, migraciones masivas y crisis económicas”, advirtió Nichole Barger, presidenta de la interfaz científico-normativa de la UNCCD.
El deterioro de los suelos tendrá consecuencias graves en la agricultura global. Para 2040, se estima que la sequedad provocará una pérdida de 20 millones de toneladas de maíz, 21 millones de trigo y 19 millones de arroz anuales, lo que afectará la disponibilidad y calidad de los alimentos.
Por su parte, el cambio climático podría reducir el caudal de agua que baja de los Andes en un 40% para 2100, agravando aún más el proceso de desertificación.
El informe de la UNCCD identifica al noroeste y sureste de Argentina como zonas críticas. En el noroeste, el avance de tierras secas ha sido vertiginoso, con características similares a las del noreste de Brasil y otras regiones áridas del mundo. En el sureste, las proyecciones indican un crecimiento sostenido de tierras secas, con el riesgo de que algunas áreas evolucionen hacia condiciones desérticas.
Además, el impacto de la reducción de agua en los Andes podría tener implicancias significativas en la agricultura y el suministro de agua en estas regiones.
La COP16, realizada en Arabia Saudita, es el escenario elegido para presentar estas preocupantes conclusiones y promover un llamado global a la acción. Reducción de emisiones de gases de efecto invernadero, un uso más eficiente del agua, manejo sostenible de los suelos y prevención de incendios forestales son algunas de las medidas urgentes propuestas para mitigar el avance de la desertificación.
La lucha contra la aridez no solo depende de las políticas públicas, sino también del compromiso del sector privado y de la adopción de tecnologías y prácticas agrícolas sostenibles. Preservar el suelo es una prioridad para garantizar la seguridad alimentaria, el bienestar humano y la salud del planeta.
Mientras el mundo se enfrenta a este desafío, la pregunta clave es si tendremos la voluntad de actuar a tiempo para revertir una de las mayores amenazas ambientales de nuestra era.