Este acuerdo, que combina ciencia y compromiso ambiental, tiene el potencial de revolucionar tanto la industria vitivinícola como el sector de la salud.
La investigación pone el foco en el orujo, una mezcla de escobajo, piel, pulpa y semillas de uva, y el alperujo, un subproducto compuesto por agua de vegetación, pulpa y restos de carozo de aceituna. Ambos materiales, comúnmente considerados desechos industriales, esconden un gran tesoro: compuestos fenólicos bioactivos con propiedades antitumorales.
Para extraer estos compuestos, el equipo científico emplea solventes eutécticos profundos naturales (NADES, por sus siglas en inglés), una alternativa ecológica y no tóxica que reemplaza a los químicos convencionales. Este método utiliza componentes naturales como azúcares, alcoholes y aminoácidos, en línea con los principios de una economía circular que busca maximizar el aprovechamiento de recursos mientras minimiza el impacto ambiental.
Mercedes Álvarez, subgerente de Sustentabilidad de Trivento, destacó que este proyecto no solo revaloriza los residuos de la industria, sino que también busca generar beneficios tangibles para la salud humana y fomentar el desarrollo económico local. “Cuando el CONICET nos presentó esta propuesta, vimos una gran oportunidad de alinearla con nuestros propios objetivos. Este proyecto tiene un triple impacto: ambiental, social y económico”, explicó Álvarez.
En términos de salud, el estudio apunta a prevenir tumores de riñón, colon, mama y próstata, cuatro de los tipos de cáncer más comunes en Argentina. A nivel ambiental, se promueve la reutilización de residuos industriales, transformándolos en compuestos valiosos. En el aspecto económico, esta innovación pone en valor la producción vitivinícola y olivícola, pilares fundamentales de la economía mendocina.
El proyecto involucra a destacados especialistas del Instituto de Medicina y Biología Experimental de Cuyo (IMBECU) y del Instituto de Biología Agrícola de Mendoza (IBAM), ambos dependientes del CONICET. Walter Manucha, director del IMBECU y referente del proyecto, subrayó la importancia de los acuerdos público-privados para potenciar la ciencia y la tecnología en el país: “Estamos convencidos de que esta colaboración permitirá avances significativos en salud y sostenibilidad”.
Por su parte, Joana Boiteux, investigadora del IBAM, resaltó la importancia del trabajo interdisciplinario. “La sinergia entre los equipos del IMBECU y el IBAM ha sido clave para abordar problemas complejos desde diferentes perspectivas, desarrollando soluciones innovadoras que beneficien a la industria, al medio ambiente y a la sociedad”, señaló.
Esta iniciativa demuestra cómo la colaboración entre instituciones científicas y empresas privadas puede generar un impacto positivo en múltiples niveles. La producción de vino y aceite de oliva, actividades emblemáticas de Mendoza, enfrentan el desafío de gestionar residuos sólidos y líquidos que generan presión ambiental. Transformar esos desechos en recursos valiosos no solo resuelve problemas ambientales, sino que también abre nuevas oportunidades para la innovación y el desarrollo económico.
En palabras de Marcos Jofré, CEO de Trivento: “Este convenio es un ejemplo de cómo la ciencia y el sector privado pueden trabajar juntos para crear un futuro más sostenible y saludable”.
La alianza entre Trivento y el CONICET no es solo una apuesta por el presente, sino una visión para un futuro donde los residuos dejan de ser un problema para convertirse en parte de la solución. ¿Será el vino no solo un placer para el paladar, sino también una esperanza para la salud? La respuesta está en manos de la ciencia y en proyectos como este, que reimaginan lo posible.
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