Este informe, liderado por el Dr. Pablo Peri, Coordinador del Programa Nacional Forestal del INTA, profundiza en la capacidad de estos sistemas para almacenar carbono en el suelo y la biomasa, una ventaja crucial frente a otros usos de la tierra, como los monocultivos.
Según el Dr. Peri, los SSP de Argentina, que combinan áreas de pastoreo con bosques nativos, tienen un alto potencial de almacenamiento de carbono en el suelo y la biomasa. La región del Chaco Seco, por ejemplo, presenta una diversidad notable de mamíferos y árboles, generando reservas importantes de carbono a lo largo de un gradiente climático de temperatura y precipitación. En San Luis, los bosques secos muestran una productividad primaria de 10,6 g CO₂/m²/día, superior a la de los pastizales abiertos, principalmente debido a una mayor tolerancia a la sequía.
En los sistemas ganaderos de bosques nativos en Entre Ríos, el almacenamiento de carbono en el suelo alcanza valores promedio de 65 toneladas de carbono por hectárea a 30 cm de profundidad, mientras que la biomasa arbórea retiene unas 20 toneladas de carbono por hectárea. En la Patagonia Austral, el almacenamiento en los bosques de Nothofagus antarctica varía según las prácticas de cosecha y la transformación del paisaje, ofreciendo una referencia valiosa para diseñar modelos de SSP adaptados a distintas regiones del país.
Los bonos de carbono representan un instrumento crucial en la lucha contra el cambio climático, pues permiten a industrias y gobiernos compensar sus emisiones de gases de efecto invernadero mediante la compra de créditos de carbono generados por proyectos que capturan o reducen emisiones de CO2. En los SSP, esta captura de carbono en bosques nativos se presenta como una alternativa superior a los monocultivos, y los bonos resultantes podrían ser comercializados tanto en mercados regulados como voluntarios, abriendo una oportunidad económica atractiva para el sector ganadero y forestal.
El Dr. Peri destaca que «tenemos evidencia de que el secuestro de carbono en los SSP representa una ventaja en comparación con los monocultivos, lo cual da una oportunidad para obtener bonos de carbono en el mercado». Esto podría traducirse en beneficios significativos, especialmente en regiones de Argentina como Chaco, Santiago del Estero, Misiones y Corrientes, donde el sector forestal es fundamental.
Certificación y venta de créditos de carbono: cómo participar del mercado
Para acceder al mercado de bonos de carbono, los proyectos de SSP en Argentina deben ser certificados bajo protocolos específicos. Existen organismos en el país que verifican y certifican proyectos según las normas de Mecanismos de Desarrollo Limpio (MDL) del Protocolo de Kioto y del Estándar de Carbono Verificado (VCS) para mercados voluntarios. Estas certificaciones son cruciales, ya que garantizan a los compradores que las reducciones de carbono son reales y verificables.
El investigador del INTA aclara que “proyectos como los SSP enfocados en mitigar la emisión de gases de efecto invernadero tienen altas probabilidades de recibir certificaciones para vender créditos al exterior”. Al seguir esta metodología, es posible que los productores locales accedan a nuevos ingresos mediante la venta de créditos en mercados internacionales, como los de la Unión Europea, Canadá, China y Australia, donde existe una alta demanda de créditos de carbono y una regulación rigurosa en su cumplimiento.
Además del secuestro de carbono, los sistemas silvopastoriles generan otros beneficios ecosistémicos que fortalecen su valor para el mercado de carbono. Los SSP producen alimentos, madera y forrajes, maximizando el uso del suelo de manera sostenible y creando un modelo de agricultura regenerativa que contribuye al equilibrio ecológico. Al integrar el pastoreo con el manejo de bosques nativos, estos sistemas ayudan a conservar la biodiversidad y reducir la erosión, generando beneficios que superan el valor económico inmediato.
Los autores del trabajo enfatizan que “los SSP practicados en Argentina no solo son económicamente viables, sino que también contribuyen al bienestar ambiental en el largo plazo”. Esto permite a los productores rurales contar con una fuente de ingresos adicional y diversificar sus actividades, sumando rentabilidad y sustentabilidad.
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