Por Agroempresario.com
En la provincia de Buenos Aires, a unos 180 km de la Capital Federal, se encuentra Ernestina, un pequeño pueblo que, aunque nunca superó los 200 habitantes, guarda una historia rica en cultura, arquitectura y recuerdos de un pasado próspero. Fundado en 1896 por Enrique Agustín Keen, Ernestina fue un pueblo en auge durante los primeros años del siglo XX, y es recordado, entre otras cosas, por su infraestructura, como el Teatro Argentino, la iglesia neogótica y la estación de tren, hoy convertida en comisaría.
Ernestina, a pesar de haber sido catalogado por algunos como un pueblo fantasma, se resiste a caer en el olvido. Aunque su población ha disminuido significativamente con el paso de los años, la comunidad se esfuerza por rescatar su historia y preservar sus emblemáticos edificios, algunos de los cuales fueron testigos de momentos históricos, como la visita del príncipe Eduardo de Windsor en 1925, que marcó la época con su paso por el pueblo.
La estación de tren, la iglesia y el teatro son solo algunos de los recuerdos de una época de esplendor que Ernestina aún busca recuperar. Aunque el cierre de los ramales ferroviarios y la expansión de pueblos cercanos como Pedernales afectaron su crecimiento, el legado de los Keen, una familia de inmigrantes que fue fundamental para el desarrollo del pueblo, perdura en sus calles.
En 2024, Ernestina fue reconocida como Pueblo Turístico de la Provincia de Buenos Aires, un programa que busca revitalizar y promover el desarrollo local. El camping a orillas del Río Salado, los árboles frondosos y la tranquilidad del lugar siguen siendo atractivos para quienes buscan escapar del bullicio de la ciudad.
A pesar de su aparente abandono, Ernestina sigue siendo un lugar lleno de encanto, donde los residentes no solo se aferran a su historia, sino que también miran al futuro, esperando que su legado pueda perdurar por generaciones.