Por Agroempresario.com
Con más de tres décadas de trayectoria, Augusto Gómez Romero se ha consolidado como uno de los principales referentes de la pintura costumbrista argentina. Nacido en Buenos Aires el 25 de marzo de 1953, su vida está marcada por una profunda conexión con el campo y su historia. Veterinario, árbitro de polo, y actualmente dedicado al negocio inmobiliario rural, este multifacético artista ha logrado integrar sus pasiones en su obra, convirtiéndose en un testigo y cronista visual de la tradición rural argentina.
Gómez Romero viene de una familia con fuertes raíces rurales, particularmente en Azul, provincia de Buenos Aires. Su amor por el campo se profundizó aún más cuando ejerció su carrera de veterinario en esta misma localidad, una experiencia que le permitió vivir situaciones únicas. "Como veterinario, he vivido cosas increíbles. Desde paisanadas hasta riñas de gallos y competencias de caballos de carrera. Estas experiencias me han dado una visión única del campo, algo que hoy intento transmitir a través de mi arte", comentó el pintor.
Además de su carrera veterinaria, Augusto se dedicó al arbitraje de polo durante 20 años, una actividad que lo llevó a exponer su talento en escenarios internacionales. Aunque más tarde abandonó la profesión para sumergirse de lleno en el negocio inmobiliario rural, el campo siguió siendo su fuente de inspiración. “La actividad inmobiliaria tiene una relación fuertísima con mi pintura. Siempre estoy en contacto con el campo y sus cambios, y eso me alimenta para seguir pintando”, aseguró.
Desde niño, Gómez Romero mostró una inclinación hacia el dibujo. En su etapa en Azul, comenzó a recibir encargos de sus primeras obras. Al mudarse a Buenos Aires, presentó su primera exposición y vendió todas sus pinturas. Si bien comenzó con clases de pintura, pronto descubrió su faceta autodidacta, dejando atrás cualquier enseñanza formal. “Tomé cuatro clases, pero a la cuarta ya supe que podía continuar por mi cuenta. La pintura es una terapia para mí. Me ha ayudado a desarrollarme como persona y me llena la vida”, afirmó.
La pandemia de 2020 le brindó a Augusto la oportunidad de dedicarse por completo a la pintura, una actividad que le resultó especialmente placentera durante el confinamiento. "Pintar fue mi refugio. Estaba en mi mundo, en mi casa, en el campo, pintando todo el tiempo. Fue una felicidad completa", expresó.
Uno de los aspectos más conmovedores del trabajo de Gómez Romero es su nostalgia por el campo tradicional que conoció en su juventud. A través de sus pinceles, intenta preservar la esencia de ese mundo rural, que según él, está desapareciendo rápidamente. "Es triste ver cómo las grandes estancias que antes eran vividas por 30 paisanos hoy están habitadas por uno solo, que ni siquiera usa botas. Recuerdo cuando se reunían a las 5:30 de la mañana a recibir órdenes del capataz. Esos tiempos ya no existen", lamentó.
Esta transformación del campo y la desaparición de la vida rural que él conoció lo golpean profundamente. "Me da pena que los jóvenes no lo vayan a vivir. El campo sigue siendo una fuente de trabajo enorme, pero la esencia de esa vida se está perdiendo", agregó. A través de su pintura, busca transmitir un testimonio visual de esa forma de vida, a la que considera casi extinta, pero que aún perdura en su memoria y en sus obras.
El estilo de Gómez Romero se enmarca dentro del arte costumbrista, un género que se caracteriza por retratar las tradiciones y costumbres populares. Sin embargo, el pintor no se limita a reproducir escenas rurales: sus obras cuentan historias. "Mis pinturas no son solo retratos, siempre hay algo más detrás. Me gusta contar una historia, reflejar un momento histórico o un personaje de la época", explicó.
Este enfoque narrativo lo ha llevado a realizar exposiciones internacionales, incluyendo muestras en Estados Unidos y España. “Me encantaría exponer en lugares como Oklahoma o Texas, porque la gente de allí comprende profundamente este tipo de arte. El campo y la vida rural son parte de su cultura”, añadió. A lo largo de su carrera, Augusto ha viajado por el mundo, lo que le ha permitido enriquecer su visión y su obra. “He visitado museos y galerías en lugares como el Louvre en París, y esa es una de mis principales fuentes de inspiración”, relató.
A lo largo de los años, Gómez Romero ha realizado exposiciones en diversas ciudades de Argentina, como Buenos Aires y Bolívar, donde se conmemoró el aniversario de la Batalla de San Carlos. “Es fascinante cómo nuestra historia está llena de momentos olvidados, como el poder que Juan Calfucurá, un cacique chileno, tuvo sobre una gran parte del territorio argentino. Quiero que mis pinturas reflejen esa historia”, expresó. Para él, su arte no solo es una representación del campo, sino también un vehículo para contar la historia argentina.
Recientemente, en 2024, el pintor tuvo el honor de exponer en la Catedral de la Inmaculada Concepción de La Plata, en una muestra conjunta con Gustavo Augusto Solari. "Fue una experiencia única. No solo porque la catedral es impresionante, sino porque la exposición se convirtió en un homenaje a Solari, quien falleció poco antes de la inauguración", recordó Gómez Romero, con emoción.
Hoy, a los 70 años, Augusto sigue soñando con nuevos proyectos. "Me gustaría tener más tiempo para pintar y también escribir un libro. Tengo dos ideas: uno sobre mi carrera pictórica y otro que incluya a diez pintores contemporáneos para explicar el arte costumbrista. Mi objetivo es que ese libro llegue a las escuelas y que la gente aprenda sobre este género", comentó.
En cuanto a su legado, Gómez Romero aseguró que su mayor ambición sería ser reconocido como un pintor histórico. "No soy el mejor, pero me encantaría que algún día me consideren como el artista que pinta la historia argentina. Me gusta pintar a los paisanos, pero también me atrae la historia y los actos heroicos. Hay tantas cosas por contar", concluyó.