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Por Agroempresario.com
La relación energética entre Argentina, Bolivia y Brasil atraviesa momentos de tensión. La empresa petrolera estatal boliviana ha manifestado su malestar ante la falta de acuerdo para la exportación de gas natural argentino a Brasil a través de los gasoductos bolivianos. El presidente de la compañía, Armin Dorgathen, señaló que el problema radica principalmente en las políticas adoptadas por el gobierno argentino, lo que ha dificultado un negocio clave para la integración energética regional.
El acuerdo que permitiría la utilización de la red de gasoductos tras la finalización del contrato de venta de gas boliviano a Argentina en 2024 no ha avanzado debido a las recientes decisiones políticas. Bolivia, dispuesta a transportar gas proveniente del yacimiento de Vaca Muerta, enfrenta dificultades debido a la imposición de un precio mínimo de exportación por parte de Argentina, lo que ha desincentivador al mercado brasileño. Dorgathen mencionó que este precio elevado ha generado desconfianza, ya que “el socio brasileño no encuentra mercado para este precio de gas”.
Uno de los principales inconvenientes es el costo de transporte, que se incrementa significativamente cuando se suman los tramos en Argentina, Bolivia y Brasil. El gas natural licuado (GNL) sigue siendo una opción más atractiva para Brasil debido a estos altos costos, lo que dificulta la competitividad de la exportación a través de los gasoductos.
El principal obstáculo para la exportación de gas argentino hacia Brasil radica en la falta de un acuerdo sobre el precio base del hidrocarburo. Según Dorgathen, la imposición de un precio mínimo por parte de Argentina ha generado un rechazo por parte del mercado brasileño. Además, las obras necesarias para adaptar los gasoductos y cambiar la dirección del flujo de gas han sufrido retrasos, exacerbando la situación.
“El recurso está disponible, pero la voluntad de hacerlo no existe”, aseguró Dorgathen, quien subrayó que el principal impedimento es la falta de interés político en Argentina para concretar este proyecto de integración energética. A esto se suman las demoras en las obras civiles y la controversia interna debido a que el tramo argentino de los gasoductos lleva el nombre del expresidente Néstor Kirchner, lo que ha generado resistencias.
Este desacuerdo repercute directamente en la integración energética de América del Sur. Brasil es un mercado clave tanto para Bolivia como para Argentina en términos de gas natural. La posibilidad de utilizar la infraestructura de gasoductos para transportar gas argentino hacia Brasil había sido presentada como una alternativa importante, especialmente tras la finalización del contrato de exportación de gas boliviano a Argentina, previsto para septiembre de 2024. Este contrato, que permitía envíos de hasta 4 millones de metros cúbicos al día, está siendo reevaluado.
En noviembre, Argentina reactivó la compra de gas boliviano para abastecer a las provincias del norte, lo que generó una situación compleja para Bolivia. A pesar de la reactivación, las deudas pendientes por la finalización del contrato de exportación son una preocupación para el gobierno boliviano, que aún no ha recibido el pago completo por los envíos.
El contexto energético entre ambos países se desarrolla en medio de una disminución significativa de las reservas de gas natural en Bolivia. Según datos oficiales, las reservas probadas de gas natural en Bolivia han caído de 10,7 trillones de pies cúbicos (TCF) en 2017 a 4,5 TCF a finales de 2023. Esta reducción ha generado preocupación en el gobierno boliviano, que ha implementado el ‘Plan de Reactivación del Upstream’ para aumentar la producción de hidrocarburos mediante 42 proyectos exploratorios.
El gas natural ha sido la principal fuente de exportación de Bolivia durante las últimas dos décadas, contribuyendo significativamente a su economía. Sin embargo, la disminución de la producción y los ingresos derivados del sector plantean incertidumbre sobre el futuro energético del país, lo que también afecta la relación con Argentina y Brasil.
La falta de avances en este acuerdo refleja las complejas dinámicas políticas y económicas que complican la integración energética en América del Sur y cuestionan la estabilidad del suministro de gas en la región.
