Los bonos argentinos en dólares retrocedieron un promedio del 1% y las acciones que cotizan en Wall Street mostraron pérdidas de entre 2% y 3%, un día después de que el Gobierno colocara el Bonar 2029 a una tasa del 9,26% anual, según informó Infobae. El movimiento encendió dudas en el mercado sobre qué motivó la abrupta reacción. Los analistas consideran que podría haber sido un momento poco oportuno para volver a emitir deuda.
La reacción negativa contrastó con las expectativas del equipo económico, que esperaba un escenario más favorable tras el regreso del país al financiamiento en dólares luego de casi ocho años. En particular, la tasa obtenida quedó por encima de la meta que había mencionado el ministro de Economía, Luis Caputo, quien había anticipado que aspiraba a un rendimiento inferior al 9% anual. El resultado despertó interrogantes sobre la oportunidad elegida para salir al mercado y si las condiciones actuales eran lo suficientemente sólidas para garantizar una recepción más robusta.
El diseño del nuevo título buscaba precisamente facilitar el apetito inversor mediante un cupón de 6,5% anual y un plazo relativamente corto para este tipo de emisiones. Sin embargo, la respuesta inicial fue tibia y dejó en evidencia que los inversores aún observan con cautela el rumbo financiero del país. La estrategia oficial apunta a comprimir el riesgo país hacia niveles cercanos a los 500 puntos, aunque el índice continúa operando alrededor de los 650 puntos, lo que sugiere que los mercados aún no perciben un escenario de estabilidad suficiente.
El objetivo de Caputo fue cumplir un paso necesario dentro del esquema para reinsertar al país en los mercados internacionales. La colocación local se interpretó también como un gesto hacia el Fondo Monetario Internacional (FMI), al mostrar disposición del Gobierno para acumular reservas y afrontar con fondos propios el próximo vencimiento de enero por USD 4.200 millones. Aun así, el rendimiento obtenido y el impacto inmediato sobre los precios de la deuda encendieron señales de alerta entre analistas y operadores.

La emisión del Bonar 2029 fue considerada pequeña en comparación con futuras operaciones que podrían llevarse adelante, con plazos más largos y tasas que —según cálculos de mercado— deberían acercarse al 8% anual para resultar más atractivas y competitivas. Sin embargo, parte de la inquietud se concentró en que el rendimiento quedó por debajo de otros bonos comparables que cotizan en el mercado local, luego de que se habilitara a aseguradoras y bancos a aumentar su participación mediante cauciones en dólares y ajustes regulatorios orientados a garantizar la demanda.
Para el economista José Echagüe, de one618, el panorama de mediano plazo podría ser más favorable. “Toda la deuda emergente tuvo muy buen comportamiento este año, incluyendo países comparables con Argentina como Ecuador, El Salvador, Egipto o Ghana. Sin embargo, los títulos argentinos están casi en el mismo lugar que a principios de año. Eso significa que hay espacio para una mayor compresión de tasas sin grandes esfuerzos”, señaló a Infobae. Su análisis sugiere que, pese a la tibia recepción inicial, la deuda argentina aún podría recuperar terreno si se consolida un contexto global más estable y si la política económica local avanza en generación de confianza.
El mercado, no obstante, parece exigir señales más contundentes en torno a la acumulación de reservas, un punto que será difícil de resolver en el corto plazo. Si bien hacia fines de diciembre ingresarán divisas de la cosecha fina, se estima que recién a partir de abril, con el ingreso de dólares de la cosecha gruesa, el Banco Central podría retomar compras y avanzar en su plan de remonetización, según adelantó el vicepresidente de la entidad, Vladimir Werning.
La dinámica monetaria agrega otra capa de complejidad: la inflación avanzó 2,5% en noviembre, encadenando su sexta suba mensual consecutiva. Este escenario obliga a extremar la cautela respecto de la emisión de pesos sin esterilización para adquirir divisas, al menos en el corto plazo. Así, el Gobierno deberá balancear la necesidad de recomponer reservas con el riesgo de alimentar nuevas presiones inflacionarias.
En conjunto, la caída de los bonos y la reacción moderada del mercado configuran un comienzo menos auspicioso de lo que esperaba el Ministerio de Economía. La emisión del Bonar 2029 se propuso como un signo de normalización financiera, pero terminó revelando que las condiciones externas e internas siguen siendo frágiles y que los inversores esperan todavía una mayor consistencia fiscal y monetaria antes de acompañar con mayor convicción.