Por Agroempresario.com
En una playa de Villa Gesell, un evento inesperado se convirtió en el centro de atención de turistas, vecinos y autoridades locales: una hembra de elefante marino llegó acompañada de su cría recién nacida. Desde el primer momento, un equipo interdisciplinario, compuesto por voluntarios, guardaparques provinciales y municipales, y la Red de Rescate de Fauna Marina, se organizó rápidamente para asegurar la protección de los animales en un entorno que no estaba preparado para recibirlos. Un acto de solidaridad colectiva en el que la naturaleza y el compromiso humano se unieron por un mismo objetivo: salvar a la madre y su cría.
El avistaje de los elefantes marinos ocurrió gracias a la alerta de varios turistas, quienes dieron aviso a las autoridades locales sobre la presencia de los animales. Con el protocolo de seguridad establecido, un grupo de voluntarios, bajo la coordinación de la Dirección de Zoonosis y expertos en fauna marina, comenzó a tomar medidas para resguardar la zona y garantizar que los elefantes marinos pudieran continuar su proceso de vida sin la intervención directa de la humanidad. Un perímetro de seguridad fue delimitado alrededor de la madre y su cachorro, con el fin de evitar que personas y perros se acercaran.
“La naturaleza nos dio una oportunidad única para intervenir de manera respetuosa. Nos organizamos rápidamente, y cada acción tomada tenía como prioridad no alterar el comportamiento de los animales", explicó Alan Kaminski, etólogo y especialista en ecotoxicología en mamíferos marinos.
El elefante marino del sur (Mirounga leonina) es una especie que históricamente ha dado a luz en las playas de la Península Valdés, en la Patagonia argentina, considerada uno de los ecosistemas más importantes para su reproducción. Sin embargo, en los últimos años, se ha observado un fenómeno inusual: los elefantes marinos han comenzado a aparecer en las playas de la provincia de Buenos Aires, en localidades como Villa Gesell, Mar de las Pampas, y Mar del Plata, lo que ha desconcertado a los biólogos y conservacionistas.
"Estos nacimientos en la provincia de Buenos Aires podrían estar relacionados con fenómenos ambientales y sanitarios como la alta mortalidad de cachorros y hembras en la Península Valdés, posiblemente vinculados a la influenza aviar", explicó Kaminski. La situación es crítica, y el rescate de esta hembra y su cría en Villa Gesell resalta la importancia de monitorear el comportamiento de la especie en estos nuevos hábitats.
Las primeras horas de vida del cachorro fueron cruciales. La madre, cansada pero completamente dedicada, cuidaba al pequeño con gran esmero. El cachorro, que dependía totalmente de ella para alimentarse y regular su temperatura corporal, se encontraba en una situación vulnerable en un ambiente ajeno a su hábitat natural.
“Este tipo de situaciones exige una respuesta rápida y efectiva. El objetivo era que los elefantes marinos pudieran llevar a cabo su proceso natural sin que la intervención humana fuera un obstáculo. Afortunadamente, logramos generar conciencia en los turistas y en los vecinos, quienes se sumaron a la tarea de protegerlos", comentó Kaminski.
A medida que pasaron los días, el equipo de rescate realizó monitoreos constantes de la madre y su cachorro, utilizando binoculares y cámaras con zoom para no interferir con su comportamiento natural. Se registraban detalladamente las actividades de los animales, permitiendo que el proceso se desarrollara sin contratiempos.
Una de las principales preocupaciones durante este proceso fue evitar la intervención humana directa, que podría haber alterado el comportamiento de los animales. Los turistas curiosos, los perros sueltos y la presencia de vehículos en la playa representaron riesgos significativos.
“El primer desafío fue garantizar que los vehículos en la arena no pusieran en peligro a los elefantes marinos. A pesar de la señalización y el trabajo de los voluntarios, había conductores que no comprendían los peligros del tránsito en zonas protegidas”, detalló Kaminski.
La comunidad local y los turistas fueron informados sobre la importancia de mantener una distancia segura de los animales y cómo su comportamiento natural podría verse alterado por cualquier intento de acercarse. Durante este tiempo, la cría de elefante marino se alimentó con la leche materna y empezó a ganar fuerza para afrontar los días siguientes.
En condiciones normales, las hembras de elefante marino entran en un estado de ayuno total durante las primeras semanas después del parto, pues se dedican completamente al cuidado de su cría. Sin embargo, en este caso, la madre realizó breves incursiones al mar, lo que sorprendió a los expertos. Estos comportamientos podrían estar relacionados con las diferencias climáticas entre la Península Valdés y las playas de Buenos Aires, que presentaban temperaturas más altas.
“Es fundamental respetar estos comportamientos. Cualquier alteración en el proceso de amamantamiento podría haber puesto en riesgo la vida de la cría”, subraya Kaminski. En un ecosistema en el que la supervivencia es incierta, estas pequeñas diferencias pueden marcar la diferencia entre la vida y la muerte.
Después de 24 días de amamantamiento, la madre elefante marino regresó al mar, dejando a su cría con suficiente fuerza y peso para enfrentar su nueva etapa de vida. Este período de transición fue crucial para la cría, que pasó algunos días más en la playa aprendiendo a nadar y a buscar alimento antes de aventurarse por completo en el mar.
La separación fue un proceso natural. La madre había recuperado fuerzas y alimentado a su cría lo suficiente, por lo que pudo regresar al mar para continuar con su ciclo de vida. La cría, ahora más independiente, se preparaba para explorar los desafíos del océano.
Para sorpresa de los especialistas, el 25 de febrero, un macho juvenil de elefante marino apareció en la playa de Mar de las Pampas para pasar por su etapa de muda. Este proceso, esencial para la salud y el aislamiento térmico del animal, es vital para los elefantes marinos. "Es probable que este macho juvenil haya sido el mismo que nació en Villa Gesell, lo que nos llena de alegría", dijo Kaminski.
El caso de Villa Gesell es un recordatorio de la importancia de respetar el espacio y el bienestar de los elefantes marinos. La presencia humana invasiva puede alterar su comportamiento natural, lo que pone en riesgo la salud y la supervivencia de estos animales. Por ello, es crucial mantener una distancia segura y nunca intentar tocar ni alimentar a un elefante marino.
Kaminski concluye: “Este esfuerzo por proteger a los elefantes marinos en Villa Gesell marcó un precedente. Nos recuerda que la conservación de nuestras especies marinas es una tarea compartida, que requiere el compromiso de todos”.