Por Agroempresario.com
Hace casi 30 años, la frase "Chicago queda en EE.UU." sintetizaba la relevancia de la producción estadounidense en la formación de los precios internacionales de la soja. Durante décadas, las reservas de la oleaginosa en Estados Unidos al cierre de cada ciclo comercial determinaban los escenarios de precios. Sin embargo, la creciente influencia de Brasil en el mercado global de soja ha llevado a muchos a preguntarse si esa afirmación sigue siendo válida.
En los últimos 20 años, la producción argentina de soja no ha registrado cambios significativos, mientras que la de Estados Unidos creció de 85 a 120 millones de toneladas anuales y la de Brasil pasó de 55 a 170 millones de toneladas, con proyecciones de alcanzar los 280 millones de toneladas en 2050. Actualmente, la producción sojera de Sudamérica ya duplica a la de Estados Unidos.
Ante esta nueva realidad, algunos sostienen que Chicago ya no debería ser la referencia principal para la plaza sojera y que mercados como la Bolsa de San Pablo o la Bolsa de Dalian en China deberían tomar mayor protagonismo. Sin embargo, esta opinión no tiene en cuenta un aspecto clave: los mercados de futuros requieren un alto volumen de operación y liquidez, algo que sólo los especuladores pueden garantizar.
En los mercados de futuros participan tres grandes actores: productores, comerciantes y especuladores. Estos últimos son los que aportan volumen y dinamismo a las operaciones. En Chicago, por ejemplo, se comercializa hasta 20 veces la producción mundial de maíz en un año, gracias a la participación de los fondos especulativos. La confianza que estos actores depositan en una plaza es fundamental, y es difícil imaginar que Brasil o China puedan superar a Estados Unidos en este aspecto en el corto plazo.
Aunque es cierto que los stocks estadounidenses de soja han perdido parte de su peso en la definición de los precios globales, Chicago seguirá siendo el principal mercado de referencia para cereales y oleaginosas. La creciente importancia de Brasil y China en la oferta y demanda global influye en la formación de precios, pero el volumen y la liquidez que ofrece Chicago siguen siendo insustituibles.
Otro aspecto relevante es la interconexión del mercado global y sus efectos sobre los precios. Por ejemplo, si México impone aranceles al maíz estadounidense en el contexto de una guerra comercial, Argentina podría beneficiarse de una mayor demanda. Sin embargo, EE.UU. podría redirigir su oferta hacia otros mercados, afectando indirectamente a los exportadores argentinos.
Finalmente, Argentina sigue siendo un jugador clave en la plaza sojera internacional, pero enfrenta una carga impositiva que la coloca en desventaja frente a sus competidores. Mientras que otros países pueden comercializar soja a precios más competitivos, el productor argentino debe afrontar un 26% de retenciones a la exportación. Este es un factor determinante que, más allá de la evolución de los mercados, sigue condicionando la competitividad del sector y merece un análisis profundo.