Por Agroempresario.com
La presencia de carpinchos en zonas urbanizadas del norte del Gran Buenos Aires se ha convertido en un fenómeno que despierta controversia, preocupación y debate científico, ambiental y social. En este contexto, el secretario de Turismo, Ambiente y Deportes de la Nación, Daniel Scioli, impulsa un plan que analiza la relocalización de estos animales silvestres hacia las islas del Delta del Paraná, buscando atender lo que la Secretaría define como una "superpoblación" de carpinchos en espacios urbanizados como Nordelta, Tigre y San Fernando.
La propuesta se encuentra aún en etapa de estudio, pero según declaraciones del propio Scioli y de su equipo, el objetivo es trasladar de manera controlada a los ejemplares que conviven hoy en zonas residenciales —principalmente barrios privados— hacia un hábitat más apropiado. Las islas del Delta del Paraná aparecen como destino natural y estratégico, por ser parte de su ecosistema original.
Los carpinchos —el roedor más grande del mundo— han habitado históricamente los humedales, ríos y zonas ribereñas del Litoral argentino y la provincia de Buenos Aires. Son animales herbívoros, sociales y anfibios, que forman colonias lideradas por un macho dominante y varias hembras con sus crías. A partir de los años 90, con la expansión de barrios privados sobre humedales en Tigre, Escobar y San Fernando, comenzaron a compartirse espacios entre humanos y carpinchos. Esa convivencia, en principio llamativa, empezó a volverse conflictiva con el paso del tiempo.
“Yo vivo en Tigre y veo que es un problema. Hay terrenos destrozados, personas y carpinchos lastimados. Muchas personas se acercan a mí y me lo han planteado”, declaró Daniel Scioli en una entrevista con La Nación. Según el funcionario, el aumento poblacional de los carpinchos en zonas como Nordelta ha generado accidentes de tránsito, mordeduras y hasta conflictos vecinales.
El proyecto del Gobierno nacional —a través de la Secretaría de Turismo, Ambiente y Deportes— consiste en trasladar a los carpinchos en jaulas acondicionadas hacia zonas protegidas del Delta del Paraná. “Pensamos moverlos en jaula camión y después trasladarlos a las islas”, adelantó Scioli. Sin embargo, aún no hay información oficial sobre cuántos ejemplares serían trasladados, en qué plazos ni con qué presupuesto se ejecutaría el operativo.
El subsecretario de Ambiente, Fernando Brom, acompaña la iniciativa, que también contó con la opinión del veterinario Adrián Petta, profesional especializado en fauna silvestre y con experiencia directa en Nordelta. Petta comentó que atiende carpinchos heridos entre cuatro y cinco veces por semana, en su rol de atención veterinaria delegada por la administración de Nordelta. “Es un problema que está creciendo mucho. Algunos animales fueron agredidos por personas, y otros sufren accidentes”, relató.
La iniciativa, sin embargo, ha despertado críticas de parte de la comunidad científica. El investigador del Conicet y director del Instituto de Investigación de Ingeniería Ambiental de la Unsam, Rubén Quintana, calificó el plan como “un delirio” y advirtió que no se están considerando elementos claves del ecosistema.
“¿Cómo se va a considerar que los territorios tengan todo lo que los carpinchos necesitan? No se está evaluando cuántos carpinchos hay en las islas del Delta ni si existe suficiente alimento. Tampoco si hay riesgo de competencia con otras especies”, explicó. Además, recalcó que muchas veces se responsabiliza a los carpinchos por situaciones que tienen más relación con el cambio en el uso del suelo que con la especie en sí misma.
El crecimiento urbano en el norte del Gran Buenos Aires también ha sido vertiginoso. Según el Mapa de Poblaciones del Conicet y la UCA, basado en el Censo Nacional 2022, Nordelta tenía 17.714 habitantes hace tres años. Hoy, según datos del propio consorcio, ya viven allí unas 45.000 personas. Esto representa un incremento del 254% en apenas tres años. En este contexto, la presión humana sobre el hábitat natural de los carpinchos creció a un ritmo acelerado.
El propio Quintana advirtió: “Estos animales no llegaron, volvieron. Porque los barrios cerrados se construyeron en humedales. El carpincho es una especie protegida y su caza o agresión está penada por ley”. La normativa vigente —como la Ley Nacional de Flora y Fauna— establece penas de uno a tres años por cazar animales protegidos. Sin embargo, no hay definiciones claras sobre la agresión o daño indirecto a especies protegidas como el carpincho.
Uno de los argumentos esgrimidos por quienes defienden la relocalización es la supuesta amenaza sanitaria que representan los carpinchos. Se los ha vinculado —sin evidencia científica en Argentina— con enfermedades como la leptospirosis, el hantavirus o la rabia. “Los biólogos no son autoridad para hablar de enfermedades”, sostuvo Petta, aunque reconoció que “hasta el momento no hay casos confirmados de enfermedades transmitidas por carpinchos en el país”.
Rubén Quintana, por su parte, fue tajante: “No hay registro en el país de que los carpinchos hayan sido vectores de enfermedades. Tampoco hay casos documentados de ataques a personas o niños”. Explicó que los únicos incidentes reportados son con perros, que al meterse con crías de carpincho pueden ser agredidos por los adultos que protegen a la manada.
Los carpinchos pueden alcanzar hasta 60 kilos y medir 1,30 metros de largo. Se reproducen dos veces al año y las hembras tienen camadas de entre 2 y 6 crías. Esta alta tasa de reproducción es una de las razones por las que su población puede crecer rápidamente si el entorno lo permite.
Desde la década de 1990, diversas medidas de protección ayudaron a que esta especie comienza a repoblar zonas de las que había sido desplazada por la caza o la urbanización. La pandemia de COVID-19, con la menor circulación humana, también contribuyó al regreso de estos animales a espacios urbanos.
El conflicto entre humanos y carpinchos ha llegado incluso a las redes sociales, donde defensores de los derechos de los animales critican cualquier intento de removerlos de sus hábitats. La justicia “por mano propia” —como la agresión directa a estos animales— está penalizada por ley, aunque no siempre se denuncia ni se castiga.
Las autoridades provinciales han recordado que los carpinchos están protegidos y que cualquier intervención sobre su población debe contar con estudios técnicos, autorizaciones ambientales y un marco legal que respete la biodiversidad y el bienestar animal.
Mientras el gobierno analiza el traslado de los carpinchos al Delta del Paraná, el debate sobre cómo convivir con la fauna silvestre en áreas urbanizadas sigue abierto. Los expertos coinciden en que la solución no pasa por mover animales como si fueran objetos, sino por una planificación urbana que contemple corredores biológicos, ordenamiento territorial y educación ambiental.
La clave parece estar en asumir que la expansión de las ciudades no puede ignorar la existencia de especies nativas que también tienen derecho al territorio. Las decisiones apresuradas pueden generar más problemas que soluciones, especialmente si no están basadas en evidencia científica.