Por Agroempresario.com
La sequía, intensificada por el cambio climático y el fenómeno El Niño, ya no es un evento esporádico sino una crisis estructural de escala global. Un informe internacional presentado por el Centro Nacional de Mitigación de la Sequía de Estados Unidos (NDMC) y la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación (CNULD), con respaldo de la Alianza Internacional para la Resiliencia a la Sequía (IDRA), plantea un escenario alarmante: cosechas devastadas, cortes prolongados de electricidad, pérdida de biodiversidad y millones de personas sin acceso a agua potable.
El estudio, titulado “Puntos Críticos de Sequía 2023-2025”, advierte sobre los efectos devastadores de un fenómeno que afecta de manera sincrónica a África, Asia y América Latina. Con el respaldo de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), el informe llama a una respuesta urgente y coordinada ante una emergencia que pone en jaque la seguridad alimentaria, energética y sanitaria del planeta.
Según la Organización Meteorológica Mundial (OMM), los años 2023 y 2024 registraron las temperaturas más altas desde que existen registros. Este aumento prolongado de calor —potenciado por el fenómeno de El Niño— está generando olas de calor más intensas, precipitaciones irregulares y evaporación acelerada. El resultado: suelos secos, embalses vacíos y cultivos destruidos.
“Con cada fracción adicional de calentamiento, las sequías serán más intensas y prolongadas”, advirtió la OMM en su informe publicado el 28 de mayo de 2025. A esta crisis climática se suman los impactos sociales y económicos que se reflejan en una disminución drástica de la producción agrícola y el suministro energético.
El informe alerta que más de 90 millones de personas en África Oriental y Meridional enfrentan una emergencia humanitaria severa. En países como Zimbabue, la cosecha de maíz cayó un 70%, mientras que Zambia sufrió una merma crítica en la generación hidroeléctrica debido a la reducción del caudal del río Zambeze, provocando apagones de hasta 21 horas por día.
Somalia representa un caso extremo: allí, más de 3,4 millones de personas ya sufren hambre crítica y se prevé que la cifra alcance los 4,4 millones entre abril y junio de 2025. La sequía, combinada con conflictos internos y el alza de precios, está generando desplazamientos masivos y un deterioro acelerado de las condiciones de vida.
En Europa, el impacto es igualmente severo. España, uno de los principales productores mundiales de aceite de oliva, sufrió una reducción del 50% en su producción durante 2024. Esta caída provocó un aumento de precios y desabastecimiento interno. Marruecos perdió el 38% de su población ovina en menos de una década, mientras que en Turquía, el agotamiento de los acuíferos provocó la aparición de miles de sumideros que amenazan estructuras urbanas y campos agrícolas.
El verano de 2024 fue el más caluroso de la historia reciente en Europa Occidental. En ciudades del sur de España y Marruecos se superaron los 46 °C, provocando un aumento de la mortalidad urbana y elevando los niveles de contaminación del aire.
La región amazónica vivió una de las peores sequías registradas. Ríos que históricamente nunca se habían secado hoy exhiben sus lechos, causando la muerte masiva de fauna acuática, incluidos más de 200 delfines de río. La crisis hídrica también afectó la navegación comercial, especialmente en el Canal de Panamá, lo que encarece los fletes y perturbó el comercio internacional.
México tampoco escapó a la emergencia: el 90% de su territorio padeció algún grado de sequía en 2024, afectando la agricultura, el consumo urbano y el cumplimiento de acuerdos hídricos con Estados Unidos. Este contexto generó tensiones bilaterales y expuso a millones de personas a la inseguridad hídrica.
En esta región estratégica, el informe indica un fuerte impacto sobre cultivos clave como arroz, azúcar y café. La sequía redujo rendimientos y elevó los precios en mercados globales. En Estados Unidos, por ejemplo, se registró un aumento del 8,9% en el costo del azúcar y productos derivados durante 2023-2024.
La intrusión salina en el delta del Mekong dejó sin agua potable a miles de personas y comprometió la seguridad alimentaria de más de 20 millones de habitantes. Las autoridades locales aún buscan soluciones sostenibles frente al avance del mar y la falta de lluvias.
El informe denuncia que la crisis hídrica también provoca pérdidas masivas de biodiversidad. En Botsuana, decenas de hipopótamos quedaron atrapados en lechos secos. En Zimbabue, más de 100 elefantes murieron por falta de agua y alimento. La respuesta de algunos gobiernos ha sido la implementación de sacrificios selectivos de animales para abastecer de proteína a las comunidades afectadas, una medida desesperada que refleja la magnitud del desastre.
La Amazonia, pulmón verde del planeta, también muestra signos de colapso. Las altas temperaturas y la falta de agua provocaron incendios y alteraron drásticamente los ciclos ecológicos de fauna y flora, acelerando procesos de extinción.
Las poblaciones más vulnerables —mujeres, niños, personas mayores y agricultores de subsistencia— son las más afectadas. En África Oriental, el informe documenta un incremento en los matrimonios infantiles forzados y el abandono escolar, consecuencia directa de la presión económica.
En términos de salud, la escasez de agua favoreció la propagación de enfermedades como el cólera y la fiebre tifoidea. Las condiciones de higiene empeoraron, especialmente en campamentos de desplazados y zonas rurales sin acceso a servicios básicos.
Según la OCDE, los costos asociados a la sequía se han duplicado desde el año 2000. Si no se actúa con rapidez, podrían incrementarse hasta un 110% hacia 2035. Las pérdidas incluyen desde daños en infraestructura y productividad agrícola, hasta aumentos en los gastos en salud pública y asistencia humanitaria.
La disrupción en cadenas de suministro, como la interrupción en rutas fluviales y marítimas, genera costos adicionales para las economías dependientes de la exportación de productos agrícolas y minerales.
El informe propone una serie de medidas urgentes:
La sequía dejó de ser una amenaza futura. Hoy es una emergencia climática, humanitaria y económica. La ONU y los organismos asociados instan a los gobiernos, empresas y sociedad civil a actuar con urgencia. El futuro depende de nuestra capacidad para adaptarnos, invertir en resiliencia y proteger a los más vulnerables.