Viglione: el pueblo de dos nombres, donde el viento y la cordillera marcan el ritmo de vida

En el pueblo Atilio Viglione, a 15 km de Chile, sus 167 habitantes luchan por sobrevivir a las inclemencias y la falta de conexión con el resto del mundo

Viglione: el pueblo de dos nombres, donde el viento y la cordillera marcan el ritmo de vida

Por Agroempresario.com

En un rincón perdido de la Patagonia, a los pies de la imponente Cordillera de los Andes, existe un pueblo que podría pasar desapercibido para la mayoría. Pero para sus 167 habitantes, Atilio Viglione, como se llama actualmente, es mucho más que un punto en el mapa: es su hogar, un lugar aislado y de implacables desafíos, pero también de una belleza natural única.

Viglione: el pueblo de dos nombres, donde el viento y la cordillera marcan el ritmo de vida

Este pueblo tiene dos nombres, y sus habitantes no olvidan el primero: Aldea Las Pampas. Un cambio de nombre se produjo en 2005, cuando el entonces gobernador de Chubut, Mario Das Neves, decidió renombrarlo en honor a Atilio Viglione, un gobernador que dejó su huella en la región, mejorando su infraestructura. Sin embargo, para la mayoría de los lugareños, la antigua denominación sigue teniendo más peso en su identidad, y muchos de ellos luchan por recuperar el nombre original.

La historia del pueblo se remonta a los primeros pobladores, mayormente chilenos, que llegaron a la zona a mediados del siglo XX. En una región que hasta entonces se consideraba tierra de nadie, este caserío rural fue forjado por una comunidad de pioneros que vivieron en condiciones extremas. Atilio Viglione, que es conocido por su inaccesibilidad y belleza salvaje, fue testigo de momentos históricos como el primer secuestro extorsivo en la historia argentina, ocurrido en 1911, cuando un grupo de forajidos internacionales interceptó a un joven adinerado. El recuerdo de esos días, especialmente la historia del “calabozo”, donde el joven fue retenido, permanece vivo como una atracción turística.

Viglione: el pueblo de dos nombres, donde el viento y la cordillera marcan el ritmo de vida

La vida en Viglione, a pesar de sus atractivos naturales, está marcada por la soledad y la dureza del clima. Ubicado a solo 15 kilómetros de Chile, su acceso se ve dificultado por la Ruta 19, una carretera de ripio que, en su mejor estado, conecta con Río Pico, a unos 40 kilómetros. Desde ahí, la gente puede abastecerse, pero las condiciones de la ruta varían según el clima, haciendo que los suministros no siempre lleguen con regularidad. Además de esta dificultad de comunicación, el pueblo carece de servicios básicos como gas y señal telefónica estable. La única conexión con el mundo exterior es una débil red de internet que alcanza a algunas casas, y el almacén local, administrado por Sandra Muñoz, quien se encarga de abastecer al pueblo con los productos más básicos.

Sandra, que es un pilar de la comunidad, explica cómo el frío extremo de la región influye en el día a día. La calefacción es una necesidad constante, y la leña es el único recurso accesible para calentar los hogares. Sin embargo, su costo es elevado: $40.000 por metro cúbico, y en un invierno severo, se necesitan más de 30 metros para sobrevivir. Las temperaturas invernales caen hasta los 20 grados bajo cero, lo que obliga a los habitantes a vivir en condiciones muy precarias.

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Además del frío, el aislamiento geográfico también es uno de los mayores desafíos. Con la nieve que cubre la región durante la mayor parte del año y el hielo que hace intransitables los caminos, los lugareños deben estar preparados para largos períodos de aislamiento. Verónica Carrillo, otra residente de Viglione, comenta que el hielo es una de las principales preocupaciones, ya que puede bloquear las rutas y dejar al pueblo completamente desconectado. A pesar de estas dificultades, el espíritu de la comunidad sigue intacto. El río Pampa, que cruza el pueblo, proporciona agua potable a las casas, y la plaza central, pequeña y sencilla, alberga una iglesia que se erige como símbolo de la fe en este aislado rincón del país.

El sentido de comunidad es fuerte, y los habitantes de Viglione se apoyan mutuamente para afrontar los retos que les impone la naturaleza. La escuela del pueblo, inaugurada en 1918, es otro de los pilares de la comunidad. Su calendario escolar es peculiar, ya que comienza en febrero, pero se suspende entre junio y julio debido al intenso frío. La escuela, que también es la única en una amplia región, cuenta con un invernadero que provee a la población con algunas hortalizas, un pequeño gesto de autosuficiencia en medio de la vastedad patagónica.

Viglione: el pueblo de dos nombres, donde el viento y la cordillera marcan el ritmo de vida

La vida en Viglione no es fácil, pero para los habitantes que eligen quedarse, la belleza natural es su mayor recompensa. Los lagos, con aguas cristalinas y rodeados por un paisaje intacto, son un atractivo para pescadores y turistas que buscan escapar del bullicio de las ciudades. Sin embargo, llegar a estos lagos no es sencillo, ya que muchos de ellos no tienen nombre y se encuentran en terrenos de difícil acceso.

Marcelo Pacheco, un visitante frecuente del pueblo, explica que para él, la tranquilidad y la paz que se respiran en Viglione son incomparables. "Es un lugar único para descansar", comenta, mientras su esposa, Julieta González, añade que disfrutar de la calma sin internet ni televisión es lo que les atrae de este rincón apartado del mundo.

El pueblo, a pesar de sus desafíos, sigue siendo un lugar con una gran historia, una historia que no se olvida. Y aunque muchos piensan que Viglione está en el fin del mundo, sus habitantes demuestran que, a pesar de la soledad y la dureza del lugar, la vida sigue siendo una aventura, una que se disfruta en comunidad, rodeado de montañas y lagos, lejos de todo, pero muy cerca de la esencia de la Patagonia.

Viglione: el pueblo de dos nombres, donde el viento y la cordillera marcan el ritmo de vida

La batalla por recuperar el nombre original de Aldea Las Pampas sigue en pie, y los habitantes de Viglione mantienen viva la esperanza de que algún día la historia les devolverá lo que consideran su verdadero legado.



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