Por Agroempresario.com
Desde Vilnius, la capital de Lituania, Victoria Díaz anticipa lo que millones de personas consumirán en los próximos años. Nacida en Chubut, formada como ingeniera textil en Buenos Aires y especializada en marketing lifestyle en Milán, esta argentina se convirtió en una referente global del trend forecasting o análisis de tendencias. Su trabajo actual consiste en trazar estrategias de producto para compañías de renombre como Fendi, Lululemon, Loewe, Urban Outfitters, ON y Danone. Su mirada cruza producción, marketing y ventas, con el objetivo de predecir y construir las decisiones que moldearán los catálogos del futuro.
El trend forecasting es una disciplina clave para las marcas que buscan mantenerse vigentes en un entorno competitivo y cambiante. Pero Díaz va más allá de las predicciones: “No se trata solo de anticipar el futuro, sino de comprender las fuerzas que moldean el presente y actuar con visión”, asegura. Su tarea, que combina análisis de datos, sensibilidad estética y conocimiento del mercado, se enfoca en recomendar qué productos lanzar, en qué momento hacerlo, a qué precio y cuándo detenerse para no saturar al consumidor.
Esta estrategia de anticipación permite que las marcas no solo sigan las tendencias, sino que las lideren, convirtiéndose en trendsetters. Para ello, Victoria se apoya en su experiencia previa: prácticas en Inditex como observadora de tendencias y su paso por un prestigioso estudio parisino que asesoraba a Fendi, Karl Lagerfeld y Vogue, donde aprendió cómo una línea de productos puede aumentar el valor percibido de una empresa. “La visibilidad ayuda: apunta a quién se lo tiene que poner, cuándo, cómo”, dice.
El trabajo de Victoria Díaz abarca varias industrias. Desde la moda hasta la alimentación, pasando por el diseño de interiores y la belleza, su labor implica estudiar los hábitos de consumo y detectar puntos de inflexión en los deseos del público. “Una tendencia es como una bandada de pájaros: se la ve venir como un punto a lo lejos, después se instala y finalmente se va”, explica con claridad. Lo mismo ocurre en el mundo textil, donde el ciclo de vida de un producto se acorta, o en los muebles, donde antes una familia compraba un sofá para toda la vida y ahora lo renueva cada año.
Un ejemplo ilustrativo es el auge de las botellas de agua individuales, que pasaron de ser un artículo para camping a convertirse en objetos de diseño que todos quieren llevar. “Hoy cada persona tiene hasta seis. Stanley impuso la categoría y la transformó en un fenómeno transversal”, relata. Su trabajo consiste en detectar estos movimientos incipientes y transformarlos en estrategias tangibles para sus clientes.
En el sector de la belleza, los contratos de Victoria suelen durar entre uno y tres meses por colección, mientras que en el textil pueden extenderse hasta seis. Participa activamente en el diseño del producto, desde la conceptualización hasta su validación con las distintas áreas de la empresa. “Mi rol es decirle al cliente qué se necesita y cuándo decir basta. La estrategia es todo”, comenta.
Uno de los sectores más dinámicos que analiza Victoria es el de la alimentación. Allí, destaca dos grandes tendencias: por un lado, el crecimiento de las salsas gourmet con sabores exóticos adaptados al paladar local, y por otro, el retorno de la “comida de abuela”, que apela a la nostalgia, pero con una estética renovada. Estas categorías crecen rápidamente en el canal digital y físico, y se ajustan al perfil de consumo de la Generación Z: jóvenes que priorizan la estética del packaging y la experiencia sensorial del producto, aunque no tengan conocimientos de cocina.
También sobresalen los cafés y las bebidas enlatadas, influenciadas por la alta coctelería. “Salir de tragos en Europa es caro; lo portable permite economizar sin resignar estilo. Además, son productos con buen margen”, sostiene. El auge de estos formatos demuestra cómo las marcas se adaptan a nuevas formas de socialización y consumo en contextos económicos desafiantes.
Las colaboraciones con figuras influyentes de la moda, conocidas como IT people, y los nano-influencers también ganan terreno. Según Díaz, estos últimos tienen pocos seguidores, pero una audiencia más fiel, lo que les da más credibilidad. La visibilidad y la estética fotogénica de los productos son claves para este tipo de estrategias. “El cherry está de moda porque es sensual y llamativo. Hoy, la comida tiene que ser instagrameable”, agrega.
A pesar de trabajar desde Europa, Díaz mantiene una mirada crítica sobre el acceso desigual a estas herramientas en América Latina. “Muchas veces se piensa que las tendencias se imponen desde afuera, pero en realidad el análisis permite que cualquier marca, grande o chica, tome mejores decisiones”, opina. Su rol como docente en cursos especializados también busca democratizar ese conocimiento.
Hoy, desde su base en Lituania, Victoria no solo colabora con empresas internacionales, sino que también asesora a emprendimientos que buscan crecer con identidad propia. Su historia muestra cómo una carrera técnica como la Ingeniería Textil puede derivar en una posición estratégica dentro de la economía creativa global, y cómo desde lugares no centrales del mundo se puede marcar el pulso de lo que vendrá.
La clave, según ella, es entender el presente con profundidad para diseñar el futuro con propósito. Y en esa tarea, las marcas argentinas podrían encontrar una ventaja competitiva si apuestan por integrar el análisis de tendencias como herramienta clave de su estrategia comercial.