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Por Agroempresario.com
En una noche cargada de emoción y orgullo nacional, el restaurante Maido fue coronado como el mejor del mundo por la prestigiosa lista The World's 50 Best Restaurants. Al frente del proyecto está Mitsuharu "Micha" Tsumura, el chef peruano que convirtió una visión personal en un símbolo global de excelencia gastronómica. Con raíces nikkei, pasión por la tradición y una filosofía centrada en la felicidad del comensal, Micha llevó a la cocina peruana al pináculo de su reconocimiento internacional.
Desde Turín, Italia —sede de la gala de premiación— hasta su local en Miraflores, Lima, el camino de Maido ha sido un testimonio del poder de la perseverancia, la identidad y la comunidad. “Cocinamos para que la gente sea feliz”, declaró Micha en una entrevista exclusiva con Infobae Perú, resumiendo en una frase la esencia de un restaurante que trasciende modas y rankings.
La ceremonia en Turín se vivió con una intensidad inusual. Rodeado de sus colegas y amigos, Micha esperó en silencio el anuncio. Cuando finalmente se escuchó el nombre de Maido, la sala estalló en aplausos y emoción. Fue un triunfo no solo personal, sino también colectivo: el Perú entero celebró.
Maido no es un restaurante tradicional. Desde sus inicios en 2009, se propuso romper moldes y desafiar etiquetas. Con una cocina nikkei que fusiona técnica japonesa e insumos peruanos, Micha y su equipo ofrecieron algo radicalmente distinto: una experiencia que habla de mestizaje, territorio y memoria. En sus platos hay historia, sabor y una visión clara de país.
“No somos formales, no somos acartonados. Somos creativos, impulsivos, y alegres”, explicó Micha. Esa filosofía se refleja en cada rincón del restaurante: desde la decoración minimalista hasta la manera en que los mozos explican los platos. Cada menú degustación es una narrativa, una secuencia de emociones que viajan desde el mar peruano hasta las técnicas ancestrales japonesas.
La cocina de Maido es potente. “Es un chiquito que te pega fuerte”, dice Micha, describiendo con humor y precisión la experiencia sensorial de su propuesta. Los sabores son intensos, directos y emocionalmente cargados. No hay tibieza ni timidez en Maido: hay personalidad.
El impacto de Maido no se limita al ámbito culinario. Representa también la consolidación de una generación de chefs peruanos que, liderados por figuras como Gastón Acurio, cambiaron el modo en que el país ve y valora su gastronomía. “Perú ha sido un ejemplo para América Latina”, afirma Micha. “Supimos mirar hacia adentro y revalorar lo nuestro”.
Este reconocimiento es también una victoria para esa red invisible de actores que hacen posible la cocina de excelencia: pescadores, agricultores, productores locales, científicos de alimentos, ayudantes de cocina y muchos más. Todos ellos, de alguna manera, subieron al escenario con Micha.
Entre los mensajes de felicitación, el de Gastón Acurio se destacó por su calidez. “Conozco a Micha desde que era adolescente”, escribió el icónico chef. Recordó cómo iba con su padre a Astrid & Gastón y probaba todos los platos. Cuando Maido abrió sus puertas, fue su primer cliente. El vínculo entre ambos va más allá de la gastronomía: es una amistad de décadas, un testigo y mentor de todo el proceso.
“Pasás de querer una foto con él a que te dedique unas palabras que te hacen llorar”, confesó Micha. El reconocimiento de Gastón fue, para él, uno de los momentos más significativos de la celebración.
El éxito de Maido no detiene a Micha. En paralelo, desarrolla proyectos como Karai en Santiago de Chile, donde adapta la cocina nikkei al contexto chileno con insumos locales y recetas con identidad propia. También ha lanzado Tori, una propuesta de pollería nikkei que comenzó como delivery durante la pandemia y hoy tiene presencia física.
Otro frente de expansión es su línea de salsas nikkei, que ya se comercializa en Perú y que pronto llegará a mercados internacionales. Además, en Panamá lidera un rooftop con enfoque en coctelería de autor. Cada uno de estos espacios responde a una visión clara: mantener el ADN de Maido, pero siempre en diálogo con el entorno.
“La idea no es copiar el modelo. Es adaptarlo, entender el lugar donde estás”, afirma.
Cuando se le pregunta qué le diría a su yo de 15 años, Micha responde con serenidad: “Que siga sus sueños. Que tenga paciencia. Que aguante. Que nada es fácil, pero todo tiene recompensa”. Esa convicción, tan sencilla como potente, resume su trayectoria.
Micha no solo construyó un restaurante exitoso. Construyó un relato. Uno donde la cocina se transforma en lenguaje, en identidad y en emoción. Donde cada plato cuenta una historia, y cada historia pertenece a todos.
La consagración de Maido llega en un momento de auge para la gastronomía latinoamericana. Junto a Central, de Virgilio Martínez, y otros proyectos como Don Julio (Argentina) o A Casa do Porco (Brasil), la región ocupa lugares protagónicos en la alta cocina internacional. Pero el caso de Maido es especial: representa una cocina de frontera, de mestizaje, de minorías.
La cocina nikkei, durante años vista como periférica, hoy es símbolo de sofisticación y vanguardia. Desde una esquina en Miraflores, Maido demostró que lo local puede ser universal, que lo humilde puede ser sublime.
En lugar de organizar una cena fastuosa para celebrar el título de “mejor restaurante del mundo”, Micha hizo algo más íntimo: reunió a su equipo y los llevó a comer chifa. “Queríamos celebrar con lo que somos, con lo que comemos desde chicos”, comentó.
Esa decisión resume su visión: la cocina como un espacio de afecto, de identidad compartida. No hay estrellas sin comunidad. No hay reconocimiento sin memoria.
“Esto demuestra que trabajando juntos podemos lograr lo impensable”, concluyó Micha. “Solo nos falta la actitud y las ganas”. Su historia es un llamado a la colaboración, a la confianza en los propios valores, a la posibilidad de construir desde lo nuestro.
Maido no es solo el mejor restaurante del mundo. Es también una metáfora del Perú que sueña, trabaja y llega.
