Por Agroempresario.com
En el corazón rural del partido de Lobería, sobre la Ruta Provincial 88 y a media hora de Necochea, una antigua pulpería se mantiene viva como un emblema local, cargada de historia y tradición. En el paraje Las Toscas, donde apenas residen unas diez familias, la Talabartería Las Toscas es más que un negocio: es memoria viva del campo bonaerense.
“Aquí somos poquitos… Unas 10 familias, tal vez”, dice Marta Rodríguez, la anfitriona de este rincón detenido en el tiempo. Nieta e hija de pulperos, Marta vive al lado del negocio que abrió su abuelo Enrique y continuó su padre Francisco en los años veinte. Desde entonces, el local atravesó múltiples oficios: fue panadería, escuela rural, almacén general y hasta Juzgado de Paz. Hoy es una parada obligada para locales, turistas, camioneros y curiosos que se deslumbran por la magia del lugar.
El ambiente que ofrece la talabartería es único. Entre boinas bordadas, ponchos, cuchillos de plata y bombachas con guardapampa, los visitantes encuentran también útiles escolares, yerba, golosinas, fiambres y productos de almacén. “Se vende de todo y a toda hora, como siempre fue”, dice Marta, que lleva adelante el negocio todos los días, sin horarios, y muchas veces acompañada de su nieta.
El local fue declarado Punto de Interés Turístico Municipal en 2013, no solo por su historia, sino también por su singular estética: el mástil de su salón central es una columna rescatada de un barco naufragado y en sus estanterías conviven almanaques viejos, riendas, sogas, alpargatas reforzadas y recuerdos de varias generaciones.
Las Toscas, el paraje donde se ubica la pulpería, es un caserío nacido antes incluso de la creación formal del partido de Lobería. Su origen se remonta a la Ley de Enfiteusis de 1826, cuando el Estado nacional repartió tierras entre influyentes terratenientes con el objetivo de poblar el territorio y correr a los pueblos originarios. De esas distribuciones surgieron grandes estancias y personajes como Pedro Luro, Martínez de Hoz y Peralta Ramos, nombres que todavía resuenan en los alrededores.
Marta recuerda cómo su padre y su tío se turnaban para atender a los paisanos, a los hombres de a caballo y a los trabajadores rurales que llegaban con listas de encargos. “Aprendí de ellos, mirando, ayudando. Era otro ritmo, pero el espíritu es el mismo”, cuenta con orgullo.
La escuela rural sigue funcionando y tiene cerca de 100 alumnos, muchos hijos de puesteros y peones de las estancias vecinas. Las familias que viven allí conviven con un paisaje de llanura infinita, caminos de tierra y leyendas del campo profundo. Muchas de las estancias de la zona llevan la palabra “Moro” en su nombre, en honor a un célebre caballo que, según la tradición, ayudó a Don Pedro Luro a escapar de un malón.
Mientras el tiempo parece detenerse en Las Toscas, Marta mantiene viva una tradición que no aparece en los libros, pero se transmite de mostrador a mostrador. Una pulpería que no solo resiste: también emociona.