Por Agroempresario.com
En una nueva escalada de la guerra comercial entre Estados Unidos y China, el expresidente Donald Trump advirtió que podría elevar los aranceles a los productos chinos hasta un 245%. La medida, impulsada desde la Casa Blanca, fue anunciada como una respuesta preventiva ante posibles amenazas a la “seguridad económica” del país norteamericano.
El anuncio fue acompañado por una orden ejecutiva firmada por Trump que pone en marcha una investigación sobre los riesgos derivados de la dependencia estadounidense de minerales críticos importados. En caso de detectarse vulnerabilidades, el Ejecutivo podría aplicar nuevas subas impositivas de forma unilateral.
En paralelo, China anunció la suspensión de exportaciones de varios metales y minerales de tierras raras, como samario, gadolinio, terbio y disprosio, insumos clave para las industrias tecnológica, aeroespacial y militar. La decisión incrementa la tensión comercial, en un contexto global sensible donde ambos países compiten por el dominio de sectores estratégicos.
Desde Beijing, la respuesta fue categórica. El vocero del ministerio de Relaciones Exteriores, Lin Jian, instó a la administración estadounidense a “dejar de amenazar y chantajear” y aseguró que cualquier diálogo debe darse en condiciones de igualdad y beneficio mutuo. “China no desea luchar, pero no tiene miedo de luchar”, remarcó.
El propio Trump, a través de un mensaje leído por su portavoz Karoline Leavitt, puso la pelota del lado chino: “La pelota está en la cancha de China. Necesita alcanzar un acuerdo con nosotros. No tenemos que hacer un trato con ellos”, aseguró, endureciendo aún más su retórica.
En un gesto que podría leerse como intento de descomprimir el conflicto, el gobierno de Xi Jinping nombró a Li Chenggang como nuevo responsable de las negociaciones comerciales internacionales. El funcionario reemplazará a Wang Shouwen y cuenta con amplia trayectoria diplomática, habiendo representado al país ante la OMC y la ONU en Ginebra.
Li estará a cargo de retomar los vínculos bilaterales en un contexto de máxima tensión, que remite a los años más duros de la guerra comercial iniciada durante el primer mandato de Trump. En 2020, ambas potencias habían alcanzado un acuerdo que congeló parcialmente la disputa, pero la dinámica volvió a tensionarse en medio de los nuevos posicionamientos geopolíticos globales.