Por Agroempresario.com
Issel Kiperszmid no se define solo como un desarrollador inmobiliario. A los 74 años, su currículum refleja una vida dedicada a anticipar oportunidades, transformar territorios y construir no solo viviendas, sino comunidades. Fundador de Dypsa y pionero en detectar zonas con potencial de crecimiento, fue también uno de los impulsores de la Cámara Empresaria de Desarrolladores Urbanos (CEDU). Su historia arranca en La Plata, su ciudad natal, y atraviesa barrios, autopistas, crisis económicas y hasta una insólita inversión del mismísimo René Favaloro.
Kiperszmid nació en el barrio platense de Mondongo, una zona de trabajadores. Desde joven, respiró el oficio: su abuelo –víctima del Holocausto– trabajaba en la construcción, una vocación que Issel heredó casi naturalmente. A los 24 años, asumió la conducción de una constructora local. Era 1975 y pronto tendría su bautismo de fuego con el “Rodrigazo”, el traumático plan económico del entonces ministro Celestino Rodrigo, que desató una crisis inflacionaria. “Estábamos en medio de obras, y me propuse terminarlas todas. Habíamos hecho un compromiso con la gente”, recuerda.
En esos años iniciales, su camino se cruzó con una figura icónica: el doctor René Favaloro. “Yo lo esperaba en el Hospital Güemes, donde trabajaba. Él salía de operar y me preguntaba: ‘Pincha, ¿qué tenés para ofrecerme?’. Era de Gimnasia y yo de Estudiantes”, ríe al evocar. Favaloro invirtió en los desarrollos de Kiperszmid, comprando departamentos que luego revendía para financiar su fundación. “Lo vi poner todo por la educación y la salud. Fue un ejemplo de integridad”, dice.
En los años noventa, mientras la mayoría de los desarrolladores se enfocaban en zona norte, Kiperszmid miró al sur. El acceso mejorado a través de nuevas autopistas lo llevó a revisar un mapa. Así descubrió Canning, entonces una localidad poco transitada con pequeñas comunidades coreanas y judías. “La primera vez que llegué, fue a caballo”, dice entre risas.
Su objetivo era claro: construir para familias que quisieran vivir allí todo el año, no solo vacacionar. El modelo fue innovador: casas tipo housing con doce modelos distintos, llave en mano, y financiación a 20 años. Se inspiró en el sistema estadounidense y cerró acuerdos con bancos para facilitar el acceso al crédito. Así nació Campos de Echeverría, con más de 500 casas vendidas.
Con una visión urbanística clara, Kiperszmid no solo levantó viviendas: fundó un colegio, el tradicional Grilli, trasladado especialmente para acompañar el crecimiento de la zona. “No hacemos barrios. Creamos comunidades. Y un colegio es la base de una comunidad”, enfatiza.
El impacto de su visión fue evidente. Canning, que en los años noventa tenía poco más de 4000 habitantes, hoy supera los 18.000. Y el corredor que incluye a Ezeiza, Esteban Echeverría y San Vicente ronda los 100.000, según datos municipales. Gran parte de ese crecimiento vino de desarrollos como los de Dypsa, que marcaron un antes y un después en la zona.
Actualmente, la región cuenta con más de 60 urbanizaciones entre barrios privados, clubes de campo y condominios premium. El fenómeno urbano fue acompañado por obras de infraestructura, servicios y, especialmente, por una mejora en los accesos viales, fundamentales para atraer a las clases medias y medias-altas que buscaban calidad de vida cerca de la capital.
Pero Kiperszmid no se quedó en Canning. En su radar ya está otra zona que él mismo anticipa como “más fuerte que la anterior” en los próximos 15 años: el cruce entre la Autopista Ezeiza-Cañuelas y Presidente Perón, una extensión del Camino del Buen Ayre. El área forma parte de Distrito Camino Real, una flamante localidad del municipio de Ezeiza impulsada por su intendente Gastón Granados.
Allí, Dypsa está desarrollando Aluen, un proyecto ambicioso que incluye 560 viviendas unifamiliares, 120 townhouses y 252 departamentos. En total, son 112 hectáreas y una inversión proyectada de 20 millones de dólares. Las casas, de entre 180 y 300 m², se construirán en lotes de 800 m² y tendrán un valor estimado entre US$230.000 y US$300.000. El metro cuadrado ronda los US$1700 a US$1800. Además, el proyecto contempla un área comercial, un colegio North Hills y un hotel Howard Johnson ya en funcionamiento.
El diferencial clave es la conectividad. “A diferencia del segundo anillo de Canning, donde los accesos están saturados, esta zona tiene múltiples entradas. Además, está vinculada con proyectos de polo de gran escala que se desarrollan en Cañuelas”, señala el empresario.
El auge del polo en la región refuerza esta apuesta. Cañuelas cuenta con cinco clubes de polo consolidados y al menos otros tantos en desarrollo. Existen más de 35 canchas y 2500 caballos registrados, cifra que podría duplicarse en los próximos cinco años. “Este crecimiento deportivo genera una demanda de infraestructura de primer nivel, y nosotros estamos en condiciones de satisfacerla”, asegura Kiperszmid.
El sistema de construcción que utilizan es semi industrializado, lo que permite reducir costos y acelerar tiempos. “El 60% de la obra se hace en fábrica. Eso nos da precisión, eficiencia y ahorro”, explica. Además, el modelo financiero está acompañado por créditos UVA y la posibilidad de securitizar hipotecas a través del Banco de Valores, lo que garantiza flujo de capital para nuevos proyectos.
La mirada del desarrollador también llega a otras regiones clave del país. En Añelo, el corazón de Vaca Muerta, Dypsa ya opera un hotel para empresas del sector energético y ahora lanza 28 departamentos para trabajadores de la zona. “Vaca Muerta tiene todo para ser el gran motor económico de la Argentina. Y eso necesita una estructura habitacional acorde”, indica.
En Zárate, el foco está puesto en construir viviendas tipo townhouse para empleados de empresas radicadas allí. En Hudson, la apuesta es educativa: un nuevo colegio con centro comercial y departamentos. Y en Parque Patricios, su próximo paso es un hub tecnológico pensado para startups y empresas del rubro IT. “La tecnología es el futuro, y Buenos Aires necesita espacios que faciliten su desarrollo”, remarca.
No todos los proyectos fueron viento en popa. Kiperszmid también fue el impulsor de Renoir, las torres de 42 y 52 pisos en Puerto Madero. Su idea era transformar a Buenos Aires en una ciudad atractiva para la inversión internacional. “Pero en 2007 llegó la crisis del campo, y eso cambió todo. Habíamos vendido a precio fijo en dólares, y la inflación en dólares nos pegó muy fuerte”, admite.
Lejos de verlo como un fracaso, lo asume como un aprendizaje. “En la vida hay éxitos o aprendizajes. Esa es mi filosofía. Fracasos, no”, afirma.
Uno de sus grandes logros es el shopping de San Justo, inaugurado en 2009. Con 25.000 m², 120 locales y más de 600.000 visitantes mensuales, se consolidó como un centro neurálgico del consumo en La Matanza. “Entendimos que la zona tenía demanda insatisfecha. Y la respuesta superó nuestras expectativas”, dice Kiperszmid.
Ese mismo criterio –detectar necesidades, adelantarse al mercado y construir con propósito– es el que guía toda su carrera. Desde Mondongo hasta Añelo, su vida ha sido un mapa en constante expansión.