Por Agroempresario.com
En el corazón de la Patagonia, una nueva esperanza germina entre pastizales castigados por años de sobrepastoreo, erosión y abandono. Se trata del programa POA, una iniciativa de carbono que apunta a generar hasta tres millones de hectáreas en el sur argentino. Su nombre hace honor a una de las gramíneas más valoradas por el ganado ovino, y su objetivo es tan ambicioso como urgente: recuperar la productividad de los campos, frenar la desertificación y transformar a los productores en agentes de cambio... y de carbono.
La propuesta se presentó recientemente en un encuentro con medio centenar de productores en la estancia La Tapera, en Fuentes del Coyle, Santa Cruz, durante el evento Regenera Santa Cruz, impulsado por el Nodo local de Ovis 21. Allí, Mariano Illarragorri y Cintia Alvado, administradores de uno de los campos pioneros en ingresar al programa, compartieron su experiencia en la implementación de la ganadería regenerativa y el proceso para acceder a la preventa de créditos de carbono.
POA es el primer programa de carbono para pastizales de Sudamérica que cuenta con la certificación internacional Verra, un sello de garantía que permite que los créditos generados sean comercializados en los mercados voluntarios globales. La iniciativa es impulsada por una alianza estratégica entre Ovis 21, la estadounidense Native y la plataforma Ruuts, con base tecnológica.
El objetivo es claro: generar beneficios económicos a los productores rurales por implementar prácticas de ganadería regenerativa que contribuyan al secuestro de carbono en el suelo, en lugar de liberarlo a la atmósfera. Así, además de revertir el deterioro ambiental, se promueve una ganadería más resiliente y con mejor calidad de vida para las comunidades que dependen de ella.
“POA se basa en que los productores cambien sus prácticas de manejo de pastoreo, pasando del pastoreo continuo a un sistema planificado que alterna pastoreos moderados con largos descansos. Esto permite que el pasto se recupere, se incremente la materia orgánica del suelo y, con ella, el carbono almacenado”, explicó el ingeniero agrónomo Pablo Borrelli, cofundador de Ovis 21, en diálogo con Agroempresario.com.
Aunque el programa arrancó formalmente en 2023, ya muestra avances tangibles. Cuatro campos están recibiendo fondos de preventa de créditos, lo que implica unas 43.000 hectáreas bajo manejo regenerativo certificado. Además, hay 18 establecimientos que firmaron contratos por un total de 241.000 hectáreas, y otros 70 que iniciaron el proceso de adhesión, sumando potencialmente 1,4 millones de hectáreas más.
Para ingresar, los productores deben tener campos de al menos 5000 hectáreas y comprometerse a aplicar prácticas de manejo holístico con acompañamiento técnico. La inversión inicial en infraestructura —como aguadas, subdivisiones y cercos móviles— es financiada mediante adelantos provenientes de la preventa de los futuros créditos de carbono.
“El productor firma un contrato de largo plazo, que garantiza la permanencia de los cambios. Y accede a un mecanismo de financiación con fondos adelantados por empresas que quieren comprar créditos antes de que se generen. Esto les permite implementar mejoras inmediatas en sus campos”, explicó Borrelli.
Ovis 21 nació en Río Gallegos en 2003, como una iniciativa para mejorar la sustentabilidad del sector ovino. Fundada por la familia Fenton, junto con Pablo Borrelli y Alejandra Canosa, la organización se propuso desde sus inicios cambiar el paradigma de producción en la región. Crearon una red de productores, capacitaron técnicos, introdujeron la genética Merino Multipropósito y desarrollaron protocolos de calidad con foco en la sustentabilidad.
En 2004, Ovis 21 fue pionera en traer genética ovina desde Australia para mejorar las majadas patagónicas. Hoy, muchos de los productores que integraron esa primera red son los que ahora se suman al programa POA, confiando en la visión de largo plazo de la organización.
“El objetivo siempre fue revertir la desertificación. No hay muchos programas de carbono para pastizales en el mundo. Native ya tiene experiencias en Kenia y Montana, y ahora nos asociamos para llevar esta solución a la Patagonia. Es una oportunidad única para nuestra región”, afirmó Borrelli, que lleva más de cuatro décadas dedicado a la conservación de los suelos patagónicos.
Los créditos generados por POA se comercializan en el mercado voluntario, un ámbito no regulado en el que empresas que buscan reducir su huella ambiental compran certificados de captura de carbono a proyectos que cumplen con rigurosas metodologías de medición, monitoreo y verificación.
“Verra es la certificadora que asegura que el proceso sea transparente y verificable. Los créditos pueden valer diferentes precios, pero lo importante es la trazabilidad y la solidez de la información que hay detrás”, explicó Borrelli.
En este contexto, POA no solo representa una oportunidad ambiental, sino también financiera. Las empresas buscan cada vez más compensar sus emisiones y priorizan proyectos con impacto social y ambiental comprobado, como el que se impulsa en la Patagonia.
Es la pregunta que atraviesa cualquier conversación entre productores patagónicos. ¿Es posible recuperar lo perdido? Borrelli responde con una mezcla de realismo y esperanza.
“En algunas zonas estamos llegando tarde. Hay campos cerrados, comunidades que ya no están. Pero nunca es demasiado tarde. La naturaleza es generosa, y cuando empezamos a trabajar con ella y no contra ella, responde de maneras sorprendentes”, asegura.
Y agrega con énfasis: “Lo que no nos queda es tiempo. Si seguimos haciendo lo mismo, el futuro de la ganadería patagónica es muy incierto. El cambio climático intensifica las sequías, empobrece los suelos y hace que las especies más valiosas desaparezcan. Pero si cambiamos a tiempo, el futuro puede ser muy promisorio”.
El programa POA representa un cambio de paradigma en la forma de concebir la producción agropecuaria en regiones frágiles. La Patagonia, muchas veces vista como territorio marginal, puede convertirse en un ejemplo global de cómo unir ciencia, producción y financiamiento climático para generar desarrollo sostenible.
Para los productores, es una oportunidad para recuperar la vitalidad de sus campos, aumentar la rentabilidad y dejar un legado ambiental positivo. Para la sociedad, es una respuesta concreta a los desafíos del cambio climático. Y para el planeta, es una señal de que es posible regenerar lo que parecía perdido.