Por Agroempresario.com
En medio de una compleja dinámica cambiaria y con el calendario corriendo hacia junio, el Fondo Monetario Internacional (FMI) dejó en claro que no castigará al Gobierno argentino si no logra cumplir con la meta de acumulación de reservas netas. Según el acuerdo vigente, el Banco Central debería incorporar cerca de 5.000 millones de dólares en este segundo trimestre. Sin embargo, tanto desde el equipo económico como desde el propio organismo multilateral coinciden en que se trata de una meta “irrelevante” frente a otros compromisos más estructurales.
“La prioridad no es tanto la cifra exacta de reservas, sino mantener el rumbo fiscal y monetario”, señalan desde el entorno del ministro de Economía, Luis Caputo. Para el FMI, lo central del acuerdo pasa por garantizar el superávit fiscal, controlar los agregados monetarios y respetar el régimen cambiario dentro del esquema de bandas.
Actualmente, el tipo de cambio mayorista ronda los $1.100. Según confirmó el presidente Javier Milei, el Banco Central solo saldrá a comprar dólares en el mercado cuando la cotización caiga hasta el piso de la banda cambiaria, que está fijado en $1.000. De este modo, el volumen de compras dependerá directamente del comportamiento del dólar y no de una exigencia numérica rígida.
Desde Economía sostienen que el verdadero desafío es evitar una apreciación excesiva de la moneda local que complique la competitividad externa. Por eso, salir a comprar grandes volúmenes de dólares podría ser contraproducente, sobre todo en un contexto donde el superávit comercial se ha reducido a su mínima expresión.
Frente a ese escenario, el Gobierno apuesta a la llegada de divisas a través de la cuenta capital. La semana pasada se flexibiliza el acceso al mercado para fondos internacionales que deseen invertir en activos argentinos, una medida que podría facilitar ingresos de dólares sin presionar sobre la cotización. La idea es que esos fondos sean liquidados y el Central pueda absorberlos para fortalecer sus reservas.
El nuevo esquema cambiario, además, introduce una dinámica novedosa: mientras que el techo de la banda sube 1% por mes, el piso se reduce en la misma proporción. Esto amplía la brecha entre ambas puntas, que pasará del 40% actual al 60% hacia fin de año. Esta mayor flotación le da al Banco Central más espacio para intervenir sin poner en riesgo la estabilidad del sistema.
Más allá del FMI, existen otras fuentes potenciales para reforzar las reservas. El Banco Mundial ya desembolsó 1.500 millones de dólares, y Caputo confirmó que se negocia la posibilidad de tomar otros 2.000 millones mediante acuerdos de repo con bancos internacionales. La mejora en los bonos argentinos, que recuperaron valor y bajaron el riesgo país, también facilita este camino.
Los títulos soberanos de corto plazo volvieron a niveles cercanos a los 70 dólares, lo que refleja una mayor confianza del mercado. En paralelo, el Tesoro de Estados Unidos dejó trascender que podría estar dispuesto a brindar apoyo financiero en caso de un escenario crítico, una señal que ayuda a reducir la probabilidad de default y tranquiliza a los inversores.
Con estas señales, el Gobierno gana margen para administrar la política cambiaria sin las ataduras típicas de acuerdos anteriores con el Fondo. Si bien la acumulación de reservas sigue siendo un objetivo declarado, la clave será mantener la estabilidad macroeconómica sin sacrificar competitividad ni confianza. El FMI, por su parte, parece dispuesto a acompañar esa estrategia con mayor flexibilidad.