Por Agroempresario.com
En el Día Mundial del Pingüino, una investigación científica internacional encendió las alarmas sobre el estado de conservación del pingüino de penacho amarillo austral, una de las especies más carismáticas y vulnerables del hemisferio sur. Reconocibles por sus llamativas plumas amarillas sobre la cabeza, estos pequeños habitantes del Atlántico sur enfrentan cada vez mayores amenazas durante sus migraciones anuales, particularmente en las rutas que utilizan antes de mudar sus plumas, un proceso vital para su supervivencia.
El estudio, publicado en la revista Progress in Oceanography, fue llevado adelante por un equipo de investigadores de Argentina, Estados Unidos y Alemania. Liderado por la doctora Andrea Raya Rey —investigadora del Centro Austral de Investigaciones Científicas (CADIC), la Universidad Nacional de Tierra del Fuego y WCS Argentina—, el trabajo destaca que las Áreas Marinas Protegidas (AMP) actuales no cubren eficazmente las rutas críticas que utilizan estos pingüinos para alimentarse antes de iniciar la muda.
“La especie mide unos 50 centímetros de altura y sirve como centinela de los ecosistemas marinos australes. Estudiarla nos da pistas sobre la salud del océano y de muchas otras especies”, explicó Raya Rey. Junto a ella participaron también Samanta Dodino (becaria posdoctoral del Conicet), Ulises Balza y Luciana Riccialdelli, además de los investigadores internacionales Michael Polito (Estados Unidos) y Klemens Pütz (Alemania).
El pingüino de penacho amarillo austral habita en las islas subantárticas de Chile y Argentina, como la Isla de los Estados, las Islas Malvinas y el archipiélago Diego Ramírez. En estas zonas forma grandes colonias reproductivas, pero durante el resto del año recorre enormes distancias en busca de alimento en aguas frías del Océano Antártico.
Su ciclo de vida anual está marcado por tres grandes etapas: la cría de los polluelos, la migración estacional y la muda de plumas. Entre octubre y enero, las parejas adultas se instalan en las islas para incubar los huevos y alimentar a sus crías. Posteriormente, en febrero, comienza el “viaje pre-muda”, una travesía crucial que les permite alimentarse intensamente y acumular reservas de energía antes de regresar a tierra firme para mudar.
Durante este viaje, se desplazan hacia la Zona Frontal Polar Antártica, una región donde convergen aguas frías del sur con aguas más cálidas del norte. Allí encuentran abundante alimento: peces, calamares y crustáceos. La investigación reveló que el 61,8 % de las posiciones registradas por los geolocalizadores colocados en 25 ejemplares desde la Isla de los Estados se localizaron en esta zona, clave para su subsistencia.
A diferencia de otros animales que renuevan su pelaje o plumaje de manera progresiva, estos pingüinos mudan todas sus plumas al mismo tiempo. Durante aproximadamente tres semanas, permanecen inmóviles en tierra, sin alimentarse, totalmente dependientes de las reservas energéticas que lograron acumular en el mar. Es un periodo de extrema vulnerabilidad.
“Si no logran alimentarse correctamente antes de la muda, mueren. En 2016 se registraron numerosas muertes en la costa argentina, justamente porque los ejemplares no pudieron encontrar suficiente alimento durante la etapa previa”, explicó la bióloga Melina Barrionuevo, investigadora del Instituto Inibioma del Conicet y la Universidad Nacional del Comahue, quien no participó del estudio pero valoró sus resultados.
Los datos del estudio indican que los actuales límites de las Áreas Marinas Protegidas no abarcan los corredores clave que estos pingüinos utilizan para migrar y alimentarse. Si bien algunas AMPs fueron utilizadas como rutas de tránsito, no brindan suficiente cobertura para garantizar la protección de la especie en momentos críticos como la pre-muda.
“Es fundamental evaluar y expandir las AMPs en función de las rutas efectivamente utilizadas por la fauna marina”, sostuvo Raya Rey. También se recomienda realizar más estudios con mayor número de ejemplares y extender las observaciones a lo largo de varios años, para comprender con mayor precisión la variabilidad de sus movimientos.
El trabajo reveló además que tanto machos como hembras comparten las mismas zonas de alimentación, lo que simplifica la elaboración de planes de conservación que puedan aplicarse a toda la población.
A los desafíos naturales del ciclo de vida del pingüino de penacho amarillo austral se suma el impacto creciente del cambio climático. Las alteraciones en las corrientes marinas y en la disponibilidad de alimento afectan directamente su capacidad de alimentarse y reproducirse. Además, la contaminación por plásticos, el tráfico marítimo y la pesca industrial representan peligros adicionales.
En este contexto, los científicos insisten en que conservar a esta especie no es solo una cuestión de proteger a un animal carismático. “El pingüino es una especie indicadora. Su estado de salud refleja lo que está ocurriendo en el ecosistema marino austral. Si ellos están en peligro, probablemente muchas otras especies también lo estén”, advirtió la doctora Raya Rey.
El estudio representa una herramienta científica crucial para las autoridades ambientales de Argentina, Chile y otros países de la región. Proteger a los pingüinos de penacho amarillo austral requiere decisiones políticas y estrategias de conservación más ambiciosas. También es clave sumar esfuerzos de cooperación internacional, como los que se dieron en este trabajo colaborativo entre Sudamérica, América del Norte y Europa.
“La conservación efectiva empieza con información precisa”, concluyó Raya Rey. Y este trabajo aporta justamente eso: datos duros, actuales y específicos sobre una especie vulnerable que necesita atención urgente.
En el Día Mundial del Pingüino, esta investigación recuerda que aún hay mucho por hacer para garantizar que las generaciones futuras puedan seguir observando el vuelo subacuático de estos increíbles animales en las heladas aguas del Atlántico Sur.