Por Agroempresario.com
En su primer discurso como primer ministro electo de Canadá, Mark Carney llamó a la unidad nacional y advirtió que su gobierno no se dejará doblegar por presiones extranjeras, en especial las provenientes de Estados Unidos. Tras los comicios federales celebrados este lunes, donde el Partido Liberal logró su cuarto mandato consecutivo aunque sin mayoría parlamentaria, Carney se dirigió al país con un mensaje que combinó firmeza diplomática y espíritu de reconciliación interna.
“El presidente Trump quiere quebrarnos para poseernos. Y eso no pasará, nunca jamás pasará”, expresó el mandatario en el acto de celebración realizado en Ottawa, donde fue recibido por cientos de simpatizantes. La declaración, cargada de simbolismo, fue una respuesta directa a las recientes amenazas del presidente estadounidense, quien durante la campaña canadiense deslizó comentarios sobre los recursos naturales del país vecino y la posibilidad de revisar acuerdos bilaterales.
Lejos de la euforia, Carney optó por un tono sobrio y medido, consciente de los desafíos que implica liderar un gobierno en minoría. A pesar de que los liberales lograron revertir una tendencia negativa y garantizaron la continuidad en el poder, el resultado electoral no alcanzó para una mayoría absoluta, por lo que deberán negociar leyes y consensos con el resto de las fuerzas políticas.
“Vamos a gobernar con todos los partidos, con todos los territorios y con la sociedad civil. Es tiempo de tender puentes y no de profundizar diferencias”, aseguró Carney, quien asumió el cargo hace apenas nueve días, tras la renuncia de Justin Trudeau y la convocatoria anticipada a elecciones.
Uno de los pasajes más contundentes del discurso estuvo dedicado a la relación con Estados Unidos. Carney dejó en claro que no aceptará imposiciones y que las negociaciones con la administración Trump se darán “como lo hacen dos naciones soberanas”. También recalcó que “Canadá tiene muchas, muchas otras opciones que los Estados Unidos para lograr la prosperidad”, en una señal clara de que su gobierno buscará diversificar alianzas comerciales y estratégicas.
El flamante primer ministro hizo además un reconocimiento especial a la provincia de Quebec, clave en la victoria liberal. En francés, agradeció el respaldo de los votantes quebequenses, que en gran medida se volcaron al Partido Liberal, debilitando al Bloque Quebequés, de tendencia independentista. “La lengua francesa y la cultura quebequesa definen a este país, y yo voy a defenderla sin descanso”, prometió.
Más allá del plano geopolítico, Carney no esquivó los temas domésticos que preocupan a los canadienses. En particular, se comprometió a atacar de forma directa la crisis habitacional, que se ha profundizado en los últimos años. “Vamos a construir muchísimas casas cada año con una industria de la vivienda enteramente nueva, que use tecnología canadiense, trabajadores cualificados canadienses y madera canadiense”, adelantó, en lo que también fue un mensaje a favor de la producción y el empleo local.
El contexto que rodeó estas elecciones fue especialmente tenso. Hasta hace pocos meses, los sondeos auguraban una derrota liberal. Sin embargo, la irrupción de Carney en la escena política, su perfil técnico y moderado, y la creciente preocupación por la política exterior estadounidense revirtieron el escenario.
“La traición americana”, como la definió Carney en su discurso, funcionó como catalizador de una movilización que permitió al oficialismo recomponerse y reconectar con el electorado. “Nunca deberíamos olvidar la lección: debemos cuidarnos a nosotros mismos, y sobre todo, cuidarnos los unos a los otros”, remarcó.
El líder liberal cerró su intervención con un llamado a la reconciliación nacional: “Es hora de poner fin a las divisiones y los rencores del pasado”. Con estas palabras, Carney trazó el rumbo de una gestión que buscará equilibrio entre la firmeza externa y el consenso interno, en un momento decisivo para el futuro de Canadá.