Por Agroempresario.com
Cada 2 de mayo se celebra el Día Mundial del Atún, una fecha establecida por la ONU para generar conciencia sobre la importancia de conservar y gestionar de manera sostenible esta especie clave para la biodiversidad marina y la seguridad alimentaria global. Detrás del atún enlatado, del sushi y de otros platos cotidianos, hay un ecosistema oceánico en constante presión. Aunque las estadísticas recientes muestran avances, los desafíos aún son considerables.
El atún no solo es una de las fuentes más valiosas de proteína animal, sino que cumple un rol ecológico fundamental: como depredador tope en la cadena alimentaria marina, regula las poblaciones de peces más pequeños y contribuye a la dispersión de nutrientes en los océanos. Su migración entre diferentes zonas promueve la conectividad entre ecosistemas y fortalece la salud general del océano global.
Sin embargo, la sostenibilidad de su pesca sigue siendo motivo de preocupación. Según el último informe de la Fundación Internacional para la Sostenibilidad de los Productos del Mar (ISSF, por sus siglas en inglés), el 87% del atún capturado proviene de poblaciones en niveles saludables de abundancia. Aun así, el 10% se extrae de stocks en estado intermedio —con presiones crecientes— y un 2% proviene directamente de poblaciones sobreexplotadas.
El biólogo Pablo Guerrero, del Fondo Mundial para la Naturaleza en Ecuador, explicó que la pesca del atún se gestiona mediante organizaciones regionales de ordenación pesquera, que agrupan a los países que capturan en zonas oceánicas específicas. “No hay un sistema único de regulación: cada región tiene su propio ente de manejo, lo que hace que las medidas sean variables y que las decisiones dependan de consensos políticos”, detalló.
Estas organizaciones pueden establecer cuotas, vedas, tallas mínimas y zonas específicas para la pesca, pero los acuerdos muchas veces se debaten año a año. Tom Pickerell, especialista británico en pesquerías y autor en la Encyclopedia of Meat Sciences, advirtió que esta lógica impide aplicar reglas automáticas ante caídas poblacionales: “La gestión está gobernada por decisiones de corto plazo, muchas veces obstaculizadas por intereses políticos que van en contra de las recomendaciones científicas”.
En 2023, se capturaron 5,2 millones de toneladas de atún a nivel mundial. Más del 50% provino del océano Pacífico occidental y central. La presión sobre estos ecosistemas sigue siendo alta, por lo que organizaciones conservacionistas y científicas coinciden en que es imprescindible reforzar el control y la fiscalización.
Ana Parma, investigadora del CONICET en Argentina y referente internacional en ciencias pesqueras, explicó que se necesitan tres condiciones para que cualquier pesquería sea sostenible: información sobre el estado de los stocks, capacidad de ajustar las medidas según la abundancia, y voluntad política para implementar y fiscalizar los controles. “La situación del atún ha mejorado, pero aún falta aplicar modelos de simulación que permitan tomar decisiones más efectivas frente a escenarios inciertos”, subrayó.
Actualmente, dos métodos predominan en la pesca del atún: el cerco y el palangre. Las flotas que utilizan redes de cerco suelen tener observadores a bordo, lo que permite un mayor control. Pero las embarcaciones que emplean palangre todavía operan, en muchos casos, sin monitoreo efectivo. Para Guerrero, es urgente avanzar con la implementación de tecnologías de supervisión electrónica, como cámaras instaladas en puntos clave del buque para grabar y auditar las operaciones.
Estas herramientas, ya aplicadas en países como Japón, Estados Unidos y Ecuador, ofrecen transparencia y reducen la captura incidental de otras especies, como tortugas, tiburones o delfines. Su adopción más amplia podría ser un paso clave para mejorar la trazabilidad y responsabilidad en toda la cadena productiva del atún.
Además, el rol de los consumidores es cada vez más relevante. En países como España, Francia o los Países Bajos, muchas marcas incorporan el sello azul del Marine Stewardship Council (MSC), que certifica prácticas responsables. También existen registros como el PVR o el VOSI, que identifican buques auditados por la ISSF. En esos mercados, supermercados y distribuidores priorizan productos trazables y verificados.
Herramientas como Seafood Watch, en Estados Unidos, brindan recomendaciones claras sobre qué especies o métodos de pesca evitar, guiando a los consumidores hacia decisiones más sostenibles. Estas guías ayudan a exigir transparencia en la cadena de valor y a promover una mayor responsabilidad empresarial.
En un contexto donde la seguridad alimentaria global depende cada vez más de la salud de los océanos, la gestión responsable del atún es una necesidad estratégica. Aunque el progreso es evidente, la amenaza de la sobrepesca aún persiste y exige acciones coordinadas. Desde el fortalecimiento de las regulaciones hasta el uso de tecnología, pasando por el compromiso de los consumidores, todo cuenta para asegurar que el atún siga siendo parte de nuestras mesas sin comprometer el equilibrio marino.
En este Día Mundial del Atún, el mensaje es claro: la sostenibilidad no se logra con intenciones, sino con decisiones valientes, reglas claras y una vigilancia efectiva que permita proteger al océano y sus especies más emblemáticas.