Por Agroempresario.com
Un hallazgo fortuito en una colección olvidada de latas de salmón caducado ha revelado información insólita sobre la ecología marina de Alaska. Un estudio publicado en abril de 2024 en la revista Ecology and Evolution destacó cómo estos productos, almacenados originalmente para controles de calidad, terminaron convirtiéndose en un archivo ecológico de enorme valor científico.
El equipo de investigación analizó 178 latas de salmón procesadas entre 1979 y 2021, correspondientes a cuatro especies diferentes: chum (Oncorhynchus keta), coho (Oncorhynchus kisutch), rosa (Oncorhynchus gorbuscha) y rojo (Oncorhynchus nerka). Procedentes del golfo de Alaska y de la bahía de Bristol, estas conservas permitieron a los investigadores de la Universidad de Washington examinar la evolución de parásitos marinos durante más de cuatro décadas.
Durante el análisis, el equipo liderado por las científicas Natalie Mastick y Chelsea Wood encontró gusanos anisákidos, parásitos marinos de aproximadamente un centímetro de longitud, perfectamente conservados dentro de las latas. Contrario a lo que podría pensarse, la presencia de estos parásitos no es alarmante: es una señal de que el pescado proviene de un ecosistema saludable. “La presencia de anisákidos es una indicación positiva. Sugiere que las redes tróficas marinas están completas y funcionando bien”, explicó Chelsea Wood.
Estos parásitos, esenciales en la cadena alimentaria marina, son ingeridos primero por el krill, luego por peces como el salmón y finalmente completan su ciclo vital en los intestinos de mamíferos marinos. Por eso, su presencia y sus variaciones pueden revelar cambios sutiles en la salud de los ecosistemas, cambios que muchas veces no son visibles a simple vista.
Aunque el proceso de enlatado degrada parcialmente los parásitos, los científicos lograron estimar la cantidad de gusanos por gramo de salmón, permitiendo así trazar una evolución de las poblaciones parasitarias a lo largo del tiempo. Según el estudio, “los parásitos marinos conservados en salmón enlatado ofrecen una ventana única para observar la ecología marina de Alaska durante 40 años”.
Los resultados arrojaron tendencias muy relevantes: en las muestras de salmón chum y rosa se observó un aumento en la cantidad de anisákidos a lo largo del tiempo, lo que podría indicar un ecosistema estable o incluso en recuperación, con una cantidad suficiente de huéspedes para sostener el ciclo vital de los parásitos. Por otro lado, en el salmón coho y rojo los niveles se mantuvieron estables, abriendo preguntas sobre diferencias ecológicas específicas entre las especies de salmón y sus interacciones con los parásitos.
Además, la investigación sugiere que ciertos tipos de anisákidos podrían mostrar preferencias por especies de salmón específicas, un aspecto que el equipo científico espera seguir explorando en futuros estudios.
Este inesperado descubrimiento no solo proporciona una visión histórica de la biodiversidad marina, sino que también ofrece pistas valiosas sobre el impacto del cambio climático en los océanos. “Este hallazgo demuestra que la ciencia puede encontrar tesoros de información en los lugares más insospechados”, concluyeron las investigadoras.
El equipo anticipa expandir esta línea de investigación en tres áreas principales: estudiar la evolución de los ecosistemas marinos a lo largo de amplios períodos de tiempo, comprender mejor el impacto del cambio climático en las poblaciones de peces y mamíferos marinos, y analizar en profundidad las complejas relaciones entre parásitos, peces y otros organismos en el medio marino