Por Agroempresario.com
Frente a un problema ambiental cada vez más evidente, una empresa cordobesa decidió tomar el toro por las astas y ofrecer una solución concreta: fabricar envases térmicos que se descomponen en tiempo récord. En un país donde cada año se descartan más de 300 millones de recipientes de telgopor, la innovación cobra un valor estratégico no solo para el sector alimenticio, sino también para toda la cadena logística.
La firma Enpolex, con más de tres décadas de trayectoria en la industria del packaging, lanzó recientemente un nuevo biomaterial que reemplaza al poliestireno expandido –comúnmente conocido como telgopor– y que, a diferencia del original, se degrada en menos de cuatro años una vez desechado.
Usado por sus propiedades térmicas y su bajo peso, el telgopor es uno de los plásticos más problemáticos: puede tardar hasta 500 años en degradarse y es extremadamente difícil de reciclar. Cuando termina en rellenos sanitarios o basurales a cielo abierto, su impacto ambiental es significativo: contamina el suelo, el aire y las aguas, y ocupa gran volumen, dificultando su gestión.
A partir de esa problemática, Enpolex desarrolló una alternativa innovadora: un material con las mismas prestaciones térmicas y protectoras que el telgopor, pero tratado durante su fabricación con un aditivo especial que acelera su degradación. Este desarrollo, denominado Biopek, se concretó tras siete años de investigación junto a la Asociación Argentina de Poliestireno Expandido (AAPE) y la empresa mexicana Styropek.
“No se trata de eliminar el telgopor, sino de mejorar su desempeño ambiental”, explica Mariano Comba, CEO de Enpolex. “Buscábamos una solución sustentable. Si el envase no logra reciclarse y termina enterrado, que al menos no contamine durante siglos. Biopek cumple esa función”.
Fundada en 1989 en un contexto adverso para las Pymes, Enpolex logró atravesar varias crisis económicas y consolidarse como proveedor de envases para industrias de todo el país. Actualmente emplea a 200 personas y opera tres plantas industriales equipadas con tecnología de punta, en las que aplica normas de calidad certificadas bajo la norma ISO 9001:2015.
El biomaterial Biopek ya cuenta con la aprobación de SENASA para usos alimenticios y médicos, y su costo es prácticamente igual al del telgopor convencional. Esto lo convierte en una opción viable para clientes industriales que buscan reducir su huella ambiental sin encarecer sus productos.
“En Argentina, solo el 14% del telgopor se recicla, mientras que en Europa se alcanza el 50%”, señala Comba. “Con Biopek ofrecemos una alternativa que, sin necesidad de reciclado, se degrada naturalmente en menos tiempo, lo que reduce el impacto ambiental”.
La innovación ya está generando frutos. Enpolex firmó acuerdos comerciales con cadenas de heladerías como Grido y Daniel, que ya comenzaron a utilizar los nuevos envases. Pero el objetivo es ir más allá del rubro alimenticio.
“Hoy apuntamos a la industria del helado, uno de los principales consumidores de envases térmicos. Pero también evaluamos su aplicación en el transporte de medicamentos y en el embalaje de productos electrónicos”, adelanta Comba.
En cuanto a los mercados internacionales, la empresa ya realiza envíos a países vecinos como Chile y Uruguay, y busca expandirse a medida que crezca la demanda. “El gran obstáculo es el costo del flete, por lo voluminoso del producto. Pero la demanda por alternativas sostenibles crece y abre oportunidades”.
De hecho, Biopek ya se utiliza en México y Estados Unidos, mientras que Brasil avanza en su adopción para reemplazar progresivamente el telgopor tradicional.
El desarrollo de biomateriales se enmarca en un contexto internacional de regulaciones más estrictas y consumidores más conscientes. Desde enero de 2024, la Unión Europea aplica un impuesto especial a envases plásticos no reutilizables en el marco del Green Deal, impulsando la economía circular y el uso de materiales biodegradables.
Según la consultora Mordor Intelligence, el mercado global de envases biodegradables facturó más de 105 mil millones de dólares en 2024 y se estima que superará los 140 mil millones para 2029. La presión normativa y la preocupación ambiental están acelerando el cambio de paradigma.
En Argentina, el potencial también es enorme. Solo en el sector del helado, se estima un consumo anual de 7 kilos por persona, lo que representa más de 300 millones de envases descartados por año. Evitar que gran parte de ellos termine contaminando el suelo o los cursos de agua es un desafío clave en términos de sostenibilidad.
No obstante, aún queda un largo camino por recorrer. Argentina no cuenta con una Ley de Envases, a diferencia de otros países de la región. Según el último Informe del Estado del Ambiente, los envases representan cerca del 60% de la basura hogareña.
En 2021, organizaciones ambientales y sociales impulsaron una Ley de Envases con Inclusión Social, que promovía la responsabilidad extendida del productor y la integración de recicladores urbanos. La iniciativa llegó a obtener media sanción en Diputados, pero perdió estado parlamentario en 2023 tras no ser tratada en el Senado.
El proyecto proponía, entre otras medidas, prohibir envases no reciclables, establecer un canon por cada nuevo envase producido y financiar programas de educación ambiental y fortalecimiento de cooperativas de reciclado.
Mientras se espera por avances legislativos, empresas como Enpolex demuestran que la transición hacia materiales más sostenibles es posible. Con innovación tecnológica, visión a largo plazo y compromiso ambiental, una pyme cordobesa logró lo que parecía imposible: que un envase térmico deje de ser sinónimo de contaminación.