Por Agroempresario.com
Alemania amaneció este martes en un escenario político inédito desde la posguerra: el Parlamento no logró investir al líder conservador Friedrich Merz como canciller. La votación, celebrada en la Cámara Baja del Bundestag, culminó con un resultado inesperado y contundente: Merz obtuvo solo 310 votos a favor, seis menos de los 316 que requiere la llamada "mayoría canciller", y 18 menos de los que su propia coalición estimaba asegurar.
Este revés deja al país sin un jefe de gobierno electo a más de dos meses de los comicios generales y abre un período de 14 días para que el Parlamento elija nuevamente a Merz u otro candidato que pueda reunir una mayoría absoluta. Se trata de una situación sin precedentes en la historia reciente de la República Federal de Alemania.
Merz, al frente del bloque conservador CDU-CSU, había logrado imponerse en las elecciones nacionales de febrero con el 28,5% de los votos. Sin embargo, su fuerza no fue suficiente para formar un gobierno en solitario. Apostó entonces por una coalición con el Partido Socialdemócrata (SPD), que llegó golpeado por su peor desempeño electoral desde la Segunda Guerra Mundial, con apenas el 16,4%. El pacto político sellado entre ambas fuerzas parecía sólido, pero la votación secreta reveló profundas fisuras internas.
El desconcierto se apoderó del Bundestag apenas se conoció el resultado. La sesión fue suspendida para dar lugar a reuniones urgentes entre las distintas bancadas. Aunque algunos sectores especularon con una repetición inmediata de la votación, el portavoz de la CDU/CSU, Carsten Linnemann, descartó esa posibilidad para evitar “un nuevo bochorno público”. Según la ley alemana, un segundo intento requeriría el consenso de al menos dos tercios del Parlamento, lo que implicaría el respaldo de partidos como La Izquierda o la ultraderechista AfD, una opción políticamente inviable para el bloque de Merz.
Mientras tanto, los viajes oficiales que Merz tenía programados quedaron en suspenso. Este miércoles debía reunirse con el presidente francés Emmanuel Macron en París; el jueves, visitar Varsovia para discutir sobre Defensa europea; y el viernes asistir a la conmemoración del Día de Europa en Bruselas. Con el liderazgo aún en el aire, la diplomacia alemana entra también en terreno incierto.
La votación secreta dejó abierto el interrogante sobre quiénes fueron los responsables del fracaso. Dentro de la coalición, algunos apuntan al SPD, liderado por Lars Klingbeil —designado como vicecanciller según el pacto—, aunque los socialdemócratas han negado haber contribuido a la caída de Merz. Desde el SPD sugieren que los votos en contra podrían haber venido de los propios conservadores, un indicio de divisiones internas no resueltas.
El bloque opositor de extrema derecha, Alternativa para Alemania (AfD), no tardó en capitalizar la situación. Su colíder, Alice Weidel, exigió la renuncia inmediata de Merz, mientras que Tino Chrupalla, también al frente de la AfD, declaró que “hoy es un buen día para Alemania”, subrayando el fracaso como una victoria para su espacio.
La incertidumbre institucional se extiende más allá del Parlamento. En el seno de la ciudadanía, la sensación es de desconcierto y frustración. Alemania, reconocida históricamente por su estabilidad política, enfrenta un escenario poco habitual, en el que se conjugan el desgaste de las alianzas tradicionales, el ascenso de la ultraderecha y un Parlamento que no logra consensuar el rumbo del país.
Durante los próximos 14 días, todas las miradas estarán puestas en el Bundestag. Si ningún candidato obtiene la mayoría absoluta en ese plazo, se abre una tercera instancia: el presidente federal, Frank-Walter Steinmeier, podría nombrar canciller al candidato con más votos —aunque sin mayoría— o disolver el Parlamento y convocar a nuevas elecciones.
Lo cierto es que Merz, una figura histórica del conservadurismo alemán, ha visto erosionada su autoridad incluso antes de asumir formalmente. El revés en el Bundestag deja su liderazgo debilitado, su coalición bajo sospecha y al país ante un futuro político que, por ahora, se mantiene en vilo.