Por Agroempresario.com
En lo profundo de los humedales alpinos de Australia sobrevive, aunque apenas, una de las especies más enigmáticas y extraordinarias del reino animal: la Pseudophryne corroboree. Esta pequeña rana de llamativos colores negro y amarillo, además de estar al borde de la extinción por culpa de un hongo letal y del cambio climático, guarda en su interior un secreto que podría revolucionar la biología: su genoma es tres veces más grande que el del ser humano.
Lo que comenzó como una historia de pérdida ecológica hoy se transforma en una esperanza científica. El reciente mapeo completo de su ADN por parte de investigadores de la Universidad de Melbourne podría ser clave no sólo para su conservación, sino también para entender mecanismos genéticos de defensa que podrían aplicarse a otras especies amenazadas en el mundo.
La Pseudophryne corroboree rompe con todos los moldes de lo que se espera de una rana. No salta, camina. No solo obtiene toxinas de su dieta, también es capaz de sintetizarlas, convirtiéndose en un bocado letal para cualquier depredador. Pero su característica más fascinante es invisible a simple vista: un genoma colosal de 8.87 gigabases, lo que equivale a más del triple del ADN humano.
Más del 80% de su material genético no codifica proteínas. Se trata de “ADN oscuro” o no codificante, un terreno aún poco explorado que, según los científicos, podría tener funciones reguladoras cruciales en la respuesta inmunológica. Esto abre una nueva línea de investigación que va mucho más allá de la supervivencia de una especie.
La historia de esta rana, endémica del sureste australiano, cambió drásticamente a principios de los años 2000. La aparición del hongo Batrachochytrium dendrobatidis provocó una enfermedad conocida como quitridiomicosis, que afecta la piel de los anfibios impidiendo su respiración y regulación de líquidos. En cuestión de años, las poblaciones de Pseudophryne corroboree se desplomaron hasta volverse “funcionalmente extintas”, es decir, incapaces de sostenerse por sí solas en la naturaleza.
A esta amenaza biológica se sumó el cambio climático. Las modificaciones en los patrones de temperatura y humedad alteraron drásticamente su hábitat, reduciendo aún más sus posibilidades de recuperación. Hoy, la especie solo sobrevive gracias a programas de cría en cautiverio organizados por zoológicos y centros de conservación.
En este contexto, el reciente logro científico marca un antes y un después. El equipo liderado por la doctora Tiffany Kosch, de la Universidad de Melbourne, logró secuenciar el genoma completo de la especie a nivel de cromosoma. La investigación fue publicada en la revista Wellcome Open Research y abre la puerta a nuevas estrategias para su restauración ecológica.
“El mapeo del genoma es el primer paso crítico en nuestro objetivo final de devolver esta especie única y visualmente impactante a su lugar natural en el ecosistema”, declaró Kosch.
Este avance permitirá comprender mejor cómo funciona su sistema inmunológico, identificar genes asociados a la resistencia al hongo y desarrollar programas de cría selectiva que fortalezcan a las futuras generaciones.
El enorme tamaño del genoma de la Pseudophryne corroboree es, en sí mismo, una rareza. Solo un puñado de animales en el planeta tiene un ADN tan extenso. A primera vista podría parecer una desventaja, pero los científicos ahora lo ven como una fuente de oportunidades.
Tradicionalmente, el ADN no codificante era considerado “basura genética”. Hoy se sabe que puede tener un rol crucial en la regulación de genes, activación de defensas, desarrollo celular y adaptación ambiental. En el caso de esta rana, los investigadores sospechan que parte de ese material puede estar implicado en la resistencia a enfermedades infecciosas.
Además, el análisis comparativo con otras especies de ranas permitirá identificar patrones genéticos compartidos, lo que podría extender los beneficios de esta investigación a decenas de especies de anfibios en riesgo, muchas de ellas afectadas también por la quitridiomicosis.
El impacto potencial de este estudio va más allá de la biología de una sola especie. La quitridiomicosis ha causado la declinación o extinción de más de 500 especies de anfibios a nivel global, y se considera una de las mayores amenazas actuales para la biodiversidad.
Por eso, las herramientas derivadas del estudio del genoma de la Pseudophryne corroboree podrían aplicarse a otros programas de conservación, tanto en Australia como en otras partes del mundo. Desde edición genética hasta el desarrollo de vacunas o tratamientos, la información obtenida de esta pequeña rana podría ser clave para frenar una crisis global.
A pesar de los avances genéticos, los especialistas coinciden en que el éxito de la reintroducción de la especie en la naturaleza dependerá de un enfoque integral. Esto incluye no solo criar ejemplares genéticamente resistentes, sino también restaurar y proteger su hábitat original.
Los humedales alpinos de las Montañas Nevadas, donde esta rana solía prosperar, enfrentan desafíos crecientes por el cambio climático. Las alteraciones en el régimen de precipitaciones y temperaturas generan un entorno cada vez más hostil para una especie tan especializada.
Por ello, los científicos también trabajan junto a ecólogos y autoridades ambientales en programas de restauración del hábitat, control del hongo y monitoreo de la biodiversidad local.
Este tipo de investigaciones no se desarrollan en aislamiento. La secuenciación del genoma de la Pseudophryne corroboree involucró la colaboración de equipos internacionales, desde bioinformáticos hasta veterinarios. Instituciones de Estados Unidos, Europa y Asia también contribuyen con sus conocimientos y herramientas tecnológicas para avanzar en la conservación.
El intercambio de datos, experiencias y técnicas ha sido fundamental para lograr los resultados actuales. Además, refuerza el concepto de que la conservación de una especie no es solo responsabilidad del país donde habita, sino un esfuerzo global por preservar el patrimonio genético del planeta.
Hoy, la Pseudophryne corroboree vive en el delicado equilibrio entre la extinción definitiva y una segunda oportunidad. La ciencia ha dado un paso crucial, pero el camino hacia su restauración natural aún es largo y lleno de obstáculos.
Sin embargo, la secuenciación de su genoma no sólo puede salvarla a ella. También puede ayudarnos a comprender mejor cómo funciona la vida, cómo se adapta y cómo resistir enfermedades que afectan no solo a ranas, sino potencialmente a otros animales —incluido el ser humano— en un planeta en constante cambio.
Este pequeño anfibio, que no salta y cuyo canto se ha silenciado en los pantanos de su tierra natal, podría convertirse en el símbolo de una nueva era en la conservación de especies. Una era donde la genética, la ecología y la cooperación internacional trabajan de la mano para preservar la vida en todas sus formas.