Por Agroempresario.com
Cada 14 de julio se conmemora el Día Internacional de la Conciencia por los Tiburones, una fecha clave para reflexionar sobre el impacto humano en la vida marina. Desde la sobrepesca indiscriminada hasta el cambio climático y la contaminación, estas especies fundamentales para el equilibrio ecológico enfrentan una crisis de supervivencia a escala global. En el mar argentino, el caso del tiburón gatopardo (Notorynchus cepedianus) simboliza una amenaza creciente que despierta preocupación entre científicos, conservacionistas y organizaciones internacionales.
Los tiburones, lejos de su imagen temida en el imaginario colectivo, son esenciales para la salud de los océanos. Según la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica (NOAA), estos depredadores tope controlan las poblaciones de otras especies y mantienen el equilibrio de la red trófica marina. Sin ellos, el ecosistema colapsaría en desequilibrio.
En este contexto, la conservación de estos peces cartilaginosos —que incluyen rayas y quimeras— se vuelve imperiosa. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) advierte que un tercio de las especies está en peligro de extinción, y la principal causa es la sobrepesca.
En aguas del Atlántico Sur, el tiburón gatopardo se convirtió en un emblema de la crisis ambiental. Con hasta tres metros de longitud y más de 100 kilos de peso, esta especie vulnerable ha visto reducirse su población entre un 60 % y un 80 % en los últimos diez años. Caracterizado por sus siete hendiduras branquiales —una rareza entre los tiburones— y su patrón moteado en tonos oscuros, es considerado uno de los tiburones más antiguos del planeta.
Alejo Irigoyen, biólogo marino y referente de Proyecto Arrecife, lo define como “un depredador tope silencioso, poco conocido y sin protección suficiente”. Su lentitud digestiva, su baja tasa de reproducción y su metabolismo conservador lo vuelven particularmente vulnerable ante las presiones humanas.
La Fundación Temaikèn, a través de su equipo de Manejo y Ciencia Animal, viene desarrollando investigaciones sobre la biología del tiburón gatopardo. Según Natalia Demergassi, coordinadora del área, se han realizado estudios hormonales en hembras mediante análisis de sangre y ecografías. Esto permite entender mejor su ciclo reproductivo y diseñar estrategias de conservación.
“Los tiburones como el gatopardo son ovovivíparos, lo que implica un cuidado prolongado en el vientre materno. Determinar con precisión estos procesos es clave para su preservación”, explicó Demergassi.
En el Acuario del Bioparque, incluso se incorporó un ejemplar macho para observar su comportamiento en condiciones controladas. Allí también habita otro tiburón icónico: el escalandrún (Carcharias taurus), clasificado como en Peligro Crítico, que llega a pesar 160 kilos y mide hasta 3,20 metros. Esta especie presenta un fenómeno único: el canibalismo intrauterino, donde solo sobreviven dos crías por camada.
Más allá del mar argentino, la presión pesquera global está diezmando a los tiburones. Según la FAO, en el año 2000 se alcanzó un récord histórico con 868.000 toneladas de tiburones capturados. Aunque las cifras descendieron en los años siguientes, esto no siempre responde a políticas de conservación, sino a la dramática caída de las poblaciones.
Indonesia, España, India, México y Estados Unidos encabezan el listado de países que más tiburones capturan. Sin embargo, según la UICN, el 74 % de las especies no se pesca de forma dirigida, sino como captura incidental, lo que complica aún más su manejo.
“La sobrepesca es la mayor amenaza y no podemos darnos el lujo de esperar”, sentenció Rima Jabado, presidenta del Grupo Especialista en Tiburones de la UICN.
A esta amenaza se suman los efectos del cambio climático. Un estudio del biólogo Simon Pierce para la Marine Megafauna Foundation revela que la acidificación del océano, la pérdida de oxígeno y el calentamiento de las aguas están alterando las rutas migratorias, los hábitats clave y hasta la fisiología reproductiva de los tiburones.
“Muchas especies se están desplazando hacia los polos en busca de temperaturas más tolerables”, advierte el informe. Esto plantea nuevos retos de conservación, ya que estos movimientos afectan su interacción con otras especies, disponibilidad de alimento y posibilidad de reproducción.
Jesús Gamero Rus, analista en sostenibilidad, señala: “El ciclo hidrológico se intensifica por el cambio climático, lo que genera tormentas más frecuentes y severas. Esto impacta directamente en los estuarios y bahías donde nacen las crías de tiburón”.
Los ambientes costeros como estuarios, manglares y bahías son esenciales para el desarrollo de crías. Sin embargo, estos ecosistemas se encuentran gravemente amenazados por la urbanización, la descarga de plásticos y residuos industriales, y la intensificación de eventos extremos.
Según la FAO, la demanda de carne, aletas, piel y cartílago de tiburón genera un negocio global de más de 1.000 millones de dólares anuales. Este mercado voraz ha transformado a los tiburones en víctimas del comercio internacional, dificultando su manejo sostenible.
Frente a este panorama crítico, los especialistas coinciden en que la conservación sólo es posible con un enfoque basado en evidencia científica. Esto incluye la creación de áreas marinas protegidas, límites pesqueros efectivos, monitoreo de poblaciones y educación ambiental.
Además, como ciudadanos, se pueden adoptar acciones concretas para mitigar el impacto:
La conmemoración del Día de la Conciencia por los Tiburones no solo busca homenajear a estas criaturas milenarias, sino llamar la atención sobre su alarmante declive. Como recuerda la UICN: “Hoy sabemos más que nunca sobre tiburones, rayas y quimeras, pero también estamos más cerca de perderlos”.
La posibilidad de revertir esta tendencia aún existe. Pero el tiempo corre, y la conservación no puede esperar. El futuro de los tiburones es también el futuro de los océanos. Y, en última instancia, el nuestro.