e mostramos la intimidad de los cuatro restaurantes más provocadores y prometedores de la escena culinaria nacional.
Street food judía para todos. El desafío del chef Tomás Kalika fue transformar las comidas de su abuela en platos gourmet como el hummus y el lahme bajin, un pan árabe con carne, tamarindo, naranjas y una base de salsa de tomates servidos con lebaneh y zahatar. También se destacan las ensaladas de tabule, baba ganoush, coleslaw, pepinos y pimientos.
Sin dudas, el preferido por los clientes es el patrón con hueso, que es cocinado durante doce días y curado con sal, azúcar y unas quince especias. Una alternativa es probarlo en su versión jamón y acompañarlo con salsa alioli y pickles.
La estética apuesta a un total black con azulejos negros, espejos y una larga barra para comer y disfrutar de una cerveza al paso.
Con una ambientación surrealista, empapelado asiático, lámparas rojas y peceras con medusas incandescentes, Niño Gordo no pasa desapercibido. Con cocineros coreanos, taiwaneses y argentinos, el negocio está dirigido por los empresarios gastronómicos Pedro Peña y Germán Sitzva.
Más allá de lo puramente estético, el restó ofrece carnes argentinas en clave asiática de manera sabrosa y contundente: mollejas con chillo, miso, choclo, akusai y cilantro; los dumplings de pato; tataki de bofe con arroz, wasabi y hierbas frescas; langostinos con fideo soba y caldo; y bufé de chorizo con pasta especiada ssamjang.
Para beber, se puede pedir una cerveza asiática como la japonesa Sapporo o las coreanas Hite y Max.Otra opción son los tragos preparados por el bartender Mario San Montes Tomizawa.
Hierro, madera y luces bajas en una casona reciclada de San Isidro. Su nombre anticipa la esencia cárnica del restaurante. Lejos de ser una carnicería, Bestia busca la exquisitez recreando las formas ancestrales de preservación de la comida –ahumado, maduración y fermentación– con la tecnología de hoy.
En un ambiente moderno y relajado, los ingredientes están expuestos en una heladera colocada en medio del salón. La sección de platos fuertes incluye costilla ahumada, chuleta de cerdo, jabalí ahumado y ojo de bife. Por el lado de las guarniciones, se destacan los buñuelos de acelga y yogurt, el kimchi, el puré caramelizado de batata y castañas, el coliflor quemado y el tahini. Vale destacar que en La Bestia los vegetarianos no se quedan afuera: el restó prepara platos solo con vegetales a pedido.
En cuanto a los postres, se recomienda la cereza con remolacha ahumada, el brûlée de queso de cabra, y el helado de miel y cardamomo.
De la mano del empresario gastronómico Gastón Acuario, se inauguró Tanta. Se trata de una marca con varias sucursales en Perú, Chicago y Santiago de Chile. En Buenos Aires, se instaló en la Torre Bellini, con un salón de 800 metros cuadrados ambientado con mucha madera. Se trata de una especie de selva amazónica en pleno microcentro porteño.
Su especialidad son los platos criollos peruanos modernizados con técnicas e ingredientes contemporáneos. La propuesta de la carta es casual, ideal para el almuerzo de los oficinistas de la zona. Como destacados pueden mencionarse la Jaranita Criolla, compuesta por una papa rellena, causa limeña, anticuchos de corazón, pollo y papas a la huancaína. Una delicia que no puede faltar son los croquetas de Tanta, rellenas de ají de gallina, y el bife de Anthony el Goloso con tallarines al pesto. Para los que prefieren algo al paso, hay ensaladas, sándwiches y hamburguesas.
Todos los tragos son de impronta peruana. El más pedido es el realizado con pisco, maracuyá, mandarina y espuma de jengibre. Como no hay carta de postres, las dulzuras están expuestas en una de las barras: suspiro limeño, tres leches, mousse de chocolate, mini cakes y cheesecakes, son algunas de las opciones.