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Por Agroempresario.com
En tiempos de incertidumbre climática, donde la falta de lluvias amenaza la productividad del campo argentino, un equipo de investigadores del INTA centra su atención en una herramienta clave: la nutrición nitrogenada. Los resultados obtenidos abren un nuevo camino para mitigar los efectos de la sequía sobre el cultivo más representativo del país: la soja.
La soja, esencial para la economía nacional y los sistemas agrícolas, depende fuertemente del agua. Sin embargo, el cambio climático ha instalado un escenario de lluvias erráticas, generando un contexto desafiante. Ante esta realidad, el Instituto de Fisiología y Recursos Genéticos Vegetales, en conjunto con la Estación Experimental Agropecuaria Manfredi del INTA, estudia cómo el nitrógeno puede amortiguar los efectos del estrés hídrico sobre la planta.
Durante la etapa crítica del llenado de grano, la soja necesita tanto agua como nutrientes para asegurar su rendimiento y calidad. Pero cuando el agua escasea, la planta tiende a acortar su ciclo, lo que genera granos más pequeños, con menos proteína y menor valor comercial. Además, se ve afectada la fijación biológica de nitrógeno, un proceso fundamental para el desarrollo de este cultivo.
Frente a este escenario, los especialistas del INTA decidieron ensayar una mayor provisión de nitrógeno bajo condiciones controladas de sequía. ¿El resultado? Aunque el rendimiento general cayó hasta un 71 % en comparación con los lotes irrigados, la suplementación nitrogenada mostró mejoras significativas: un 12 % más de peso por grano, un 5 % de incremento en contenido proteico y un 30 % más en el índice de cosecha.
Verónica Ergo, especialista en ecofisiología vegetal del INTA, remarcó la importancia de abordar el problema desde un enfoque integral. No se trata sólo del rinde, sino de cómo los nutrientes son absorbidos, movilizados y utilizados por la planta bajo presión ambiental. Esta mirada sistémica permite entender qué genotipos podrían responder mejor al estrés hídrico, combinando rendimiento con calidad.
Además, el estudio ofrece datos valiosos para los desarrolladores de nuevas variedades de soja, ya que conocer cómo interactúa el nitrógeno en contextos adversos puede guiar la selección genética hacia cultivares más eficientes y resistentes.
La variabilidad climática llegó para quedarse. Por eso, encontrar herramientas que permitan mantener los niveles productivos y nutricionales de los cultivos es clave. En este sentido, el manejo del nitrógeno aparece como una estrategia prometedora para los productores que enfrentan ciclos de lluvias insuficientes.
A largo plazo, este tipo de investigaciones puede contribuir a una agricultura más resiliente, basada en la innovación científica, el uso eficiente de los recursos y una nutrición estratégica de los cultivos. Sembrar en un clima incierto exige decisiones basadas en evidencia, y el nitrógeno podría convertirse en una pieza fundamental para sostener la soja en tiempos de sequía.
