Por Agroempresario.com
En un escenario geopolítico complejo y con fuertes implicancias económicas, una delegación argentina encabezada por el embajador Luis María Kreckler y el secretario Pablo Lavigne inició esta semana en Washington una nueva ronda de negociaciones con la administración de Donald Trump. El objetivo es claro: alcanzar un acuerdo que permita reducir o eliminar los aranceles recíprocos que la Casa Blanca impuso a las exportaciones nacionales en el marco de su renovada guerra comercial.
Las conversaciones con la Oficina del Representante Comercial de los Estados Unidos (USTR) y la Secretaría de Comercio estadounidense se producen apenas 20 días después del primer encuentro bilateral, y forman parte de un intento sostenido por parte del gobierno de Javier Milei de reposicionar a la Argentina como socio estratégico en América Latina sin quedar atrapada entre las tensiones entre Estados Unidos y China.
El vínculo ideológico entre Donald Trump y Javier Milei es indudable. Su reciente encuentro en Maryland selló una sintonía política que, sin embargo, aún no se ha traducido en beneficios concretos para el comercio bilateral. De hecho, lejos de flexibilizar su postura, Trump duplicó los aranceles al acero y aluminio cuando las tensiones con Xi Jinping recrudecieron, afectando de manera directa a industrias clave argentinas.
Desde la perspectiva del magnate republicano, los aranceles son una herramienta multifuncional: sirven para limitar la ofensiva comercial china, contener la inmigración indocumentada e incluso combatir el tráfico de fentanilo. Argentina, en ese contexto, aparece como un daño colateral de una estrategia más amplia.
El informe anual de la USTR, en su página 17, establece las condiciones que debería cumplir Argentina para ser excluida del régimen de aranceles recíprocos. Entre los puntos más críticos figuran:
Para la Casa Blanca, estas deficiencias no solo obstaculizan la competencia justa, sino que también representan una amenaza para los intereses de las empresas norteamericanas.
Pese a las limitaciones legislativas que enfrenta Milei en el Congreso, su administración ha comenzado a implementar reformas para atender algunos de los reclamos más urgentes. La Agencia de Recaudación y Control Aduanero (ARCA) eliminó 23 resoluciones que complican el ingreso de importaciones, facilitando la logística comercial y desburocratizando procesos.
Asimismo, la detención de Jorge Omar Castillo, alias El Rey de La Salada, por asociación ilícita, lavado de dinero y evasión fiscal, fue leída como una señal clara de que Argentina está dispuesta a combatir la economía ilegal con mayor firmeza.
Pese a los avances técnicos, el futuro del acuerdo no depende solo de Kreckler ni de Lavigne. La decisión final está en manos de Trump, quien ha demostrado manejar la política comercial internacional con criterios más ideológicos que económicos. Prueba de ello es que Reino Unido logró un acuerdo de exención arancelaria que la Unión Europea todavía espera, y que Israel, socio geoestratégico en Medio Oriente, se encuentra en un impasse.
Argentina tiene hasta julio, cuando vence la tregua comercial, para convencer a Trump de que es más útil como aliado que como objetivo arancelario. La próxima elección presidencial, en la que Milei busca consolidar su poder, también será clave para reforzar su capacidad negociadora.
“Estamos trabajando para alcanzar un equilibrio comercial justo y sustentable. Estados Unidos es un socio estratégico, pero no podemos aceptar condiciones que perjudiquen nuestras industrias”, aseguró Luis María Kreckler desde Washington.
Por su parte, Pablo Lavigne explicó que las reformas impulsadas hasta ahora apuntan a “cumplir con los estándares internacionales sin comprometer la soberanía regulatoria del país”.
Los sectores más sensibles al aumento de aranceles son el acero, el aluminio, los productos agroindustriales y el rubro farmacéutico. En particular, los agroquímicos y biotecnológicos se ven afectados por los reclamos de propiedad intelectual que aún no han sido resueltos.
“Una suba de aranceles a nuestros productos agroindustriales complicaría el acceso al mercado norteamericano justo cuando necesitamos diversificar destinos de exportación”, advirtió un vocero de la Bolsa de Cereales de Buenos Aires.
En paralelo, la agenda del MERCOSUR y el acuerdo con la Unión Europea también se ven influenciados por esta negociación. La presión estadounidense para que Argentina no reconozca ciertas indicaciones geográficas europeas puede generar roces diplomáticos con Bruselas. La administración Milei deberá equilibrar sus relaciones con ambas potencias sin perder autonomía estratégica.
Además, otros países de la región observan con atención la postura estadounidense, ya que un acuerdo beneficioso para Argentina podría sentar precedentes para el resto de América Latina.