Soja: ROSARIO
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Maíz: ROSARIO
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Trigo: ROSARIO
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Por Agroempresario.com
La geopolítica comercial vuelve a jugarle una mala pasada al campo argentino. Esta vez, el alerta proviene del sudeste asiático: Vietnam, principal comprador de maíz y harina de soja nacionales, ha intensificado sus lazos con Estados Unidos a través de una serie de acuerdos estratégicos que podrían reconfigurar el mapa de las exportaciones agroindustriales.
La movida responde, en parte, a la agresiva política de Donald Trump, que ha desatado una guerra de aranceles globales con la mira puesta en equilibrar la balanza comercial norteamericana. Aunque el principal blanco ha sido China, otros países –Vietnam entre ellos– buscan asegurar su permanencia en el mercado estadounidense, incluso a costa de modificar proveedores clave.
En las últimas semanas, una delegación oficial vietnamita, compuesta por técnicos del Ministerio de Agricultura y Ambiente, visitó el “Corn Belt” estadounidense, donde firmó memorandos de entendimiento con diversas agroempresas norteamericanas, incluyendo gigantes como Cargill.
Los convenios, si bien no vinculantes legalmente, son políticamente significativos. Involucran compras de más de 900.000 toneladas de maíz, 250.000 toneladas de DDGs y otros productos como trigo, harina de soja, alimentos procesados y madera. El valor total de estas transacciones bordea los USD 3.000 millones, y ha sido celebrado tanto por autoridades vietnamitas como por referentes del sector agrícola estadounidense.
El presidente del Consejo Empresarial EE.UU.–ASEAN, Ted Osius, elogió los acuerdos alcanzados en una mesa redonda realizada en Washington D.C., donde también participaron empresas tecnológicas como Atmo, que buscan mejorar las capacidades meteorológicas de Vietnam con inteligencia artificial. Incluso Citi Group manifestó interés en financiar proyectos vinculados al cambio climático en el país asiático.
La motivación vietnamita responde a múltiples factores. En primer lugar, Donald Trump ha aplicado o amenaza con aplicar aranceles punitivos del 46% a las exportaciones vietnamitas. Aunque temporariamente suspendidos, podrían activarse en cualquier momento si Vietnam no accede a sus demandas. En segundo lugar, el déficit comercial de Estados Unidos con Vietnam, que en 2024 alcanzó los USD 123.000 millones, es considerado insostenible por la administración republicana.
El acercamiento vietnamita busca entonces evitar esos aranceles, diversificar proveedores y fortalecer el vínculo político con el país del norte. Para la Argentina, sin embargo, esta estrategia tiene un costado negativo: podría perder un socio comercial vital.
Según datos de la Bolsa de Cereales de Rosario, Vietnam es el principal destino de las exportaciones argentinas de maíz y harina de soja, con una participación del 17% y 15% respectivamente en los últimos cinco años. En conjunto, representan USD 2.670 millones anuales en promedio, siendo el principal destino de estos productos, superando ampliamente a Malasia, Indonesia y Corea del Sur.
La Argentina provee más del 50% del maíz y más del 65% de la harina de soja que importa Vietnam. En contrapartida, la participación estadounidense no supera el 5%. Un cambio en esta ecuación comercial podría tener un impacto devastador para el complejo agroexportador nacional, especialmente en un contexto de caída de precios internacionales y desafíos logísticos.
Si Vietnam optara por redirigir incluso parte de sus compras hacia Estados Unidos, el agro argentino perdería no solo volumen de exportación, sino también precios competitivos, ya que debería buscar nuevos destinos para reubicar su oferta, probablemente con menores márgenes.
La estrategia de Donald Trump, basada en presionar a socios comerciales para que adquieran productos agrícolas norteamericanos, responde a la necesidad política de recomponer el voto rural en estados clave como Iowa y Ohio, cuya economía depende fuertemente del agro.
El daño colateral de esta política es evidente. Otros países exportadores, como Argentina, pueden terminar siendo desplazados indirectamente del mercado global, sin que medie un conflicto comercial directo con Washington. Es una guerra comercial con múltiples frentes y consecuencias no deseadas, especialmente para economías dependientes de las materias primas.
En paralelo, países como Malasia, Indonesia y Corea del Sur, también clientes del agro argentino y afectados por aranceles estadounidenses, ya están negociando acuerdos similares con EE.UU., lo que podría replicar el caso vietnamita en otras plazas clave.
Frente a este nuevo escenario, Argentina debe fortalecer su diplomacia comercial. Resulta imperativo diversificar mercados, agilizar tratados de libre comercio y reposicionar su marca agroalimentaria en Asia, África y Medio Oriente. A su vez, sería deseable avanzar en acuerdos bilaterales con Vietnam, para garantizar la continuidad de las exportaciones y neutralizar la presión estadounidense.
El sector privado también tiene un rol importante: mejorar la calidad de los productos, reducir costos logísticos y potenciar la trazabilidad como valor agregado. Asimismo, podría ser estratégico el impulso a alianzas empresariales mixtas que permitan anclar parte de la producción con contratos de largo plazo.
La situación requiere una reacción articulada entre el Estado, las cámaras del agro, y el sector exportador, para evitar que este realineamiento internacional termine afectando el ingreso de divisas en un momento económico ya complejo.
