Por Agroempresario.com
En la Quinta Temporada de “Comunicándonos en Agroempresario.com”, junto a Fernando Vilella, Director de Desarrollo Estratégico de Agroempresario.com, recibimos a Maximiliano Rossi, genetista y actual Sub Secretario de Biotecnología del Ministerio del Agro y la Producción de Misiones. En una entrevista reveladora, Rossi explicó cómo el desciframiento del genoma de la yerba mate no solo constituye un hito científico sin precedentes, sino también una llave estratégica para impulsar una economía basada en el conocimiento, la innovación y el valor agregado desde el corazón de la biodiversidad argentina.
Maximiliano Rossi es mucho más que un académico de laboratorio. Nacido y formado en Misiones, cursó sus estudios en la Universidad Nacional de Misiones, para luego especializarse en Ingeniería Genética en la Universidad de Cornell (EE.UU.) y realizar un doctorado conjunto con Western Michigan University. Esa sólida formación científica le dio las herramientas para liderar un proyecto que, diez años después, está dando resultados extraordinarios: la secuenciación completa del genoma de la yerba mate (Ilex paraguariensis). “Yo soy de base genetista”, se presenta con modestia, pero sus logros lo ubican entre los pioneros de la biotecnología aplicada a cultivos tradicionales en América Latina, con un punto de partida fascinante: “La cafeína es un alcaloide que vale su peso en oro, y la yerba mate la produce en grandes cantidades”, explicó Rossi al referirse al inicio de su investigación.
El primer paso fue entender cómo la yerba mate producía cafeína. La hipótesis inicial era que lo hacía como el café o el té, sus parientes más conocidos. Pero los resultados sorprendieron: la yerba producía cafeína de forma más similar al cacao y al guaraná, un descubrimiento que abrió nuevas preguntas evolutivas y funcionales. La verdadera revolución llegó con la formación del Consorcio Pro Master, una alianza público-privada entre la Universidad Nacional de Misiones, la UBA, el INTA y el gobierno provincial, que en 2015 se propuso secuenciar, por primera vez, el genoma completo de la yerba mate. La tarea titánica culminó tras casi una década de trabajo, con hallazgos asombrosos: “Descubrimos que la yerba mate duplicó su genoma hace 70 millones de años. Tiene más de 53.000 genes, contra 35.000 en especies similares”, detalló Rossi, revelando una historia evolutiva única.
El equipo liderado por Rossi identificó los tres genes responsables de la producción completa de la cafeína en la yerba mate. Este hallazgo es vital porque permite, sin recurrir a organismos genéticamente modificados (OGM), identificar y seleccionar variedades naturales con altos, bajos o nulos niveles de cafeína. La implicancia es enorme: se pueden desarrollar variedades específicas para bebidas energizantes, yerbas “light” para personas sensibles a la cafeína o productos farmacológicos a partir de compuestos intermedios de su vía metabólica. “Conociendo los genes que fabrican la cafeína, uno puede regularla. Es mejoramiento asistido, no modificación genética”, explicó Rossi, subrayando que el método es natural y preciso.
Además de la cafeína, el genoma reveló un universo de compuestos bioactivos de altísimo valor económico y medicinal. El más destacado es el ácido clorogénico, un polifenol antioxidante que en 2017 atrajo el interés de Japón por su potencial uso en vacunas contra la gripe A (H1N1), al ser precursor del ácido shikímico, un componente clave del Oseltamivir (Tamiflu). El potencial económico es enorme: “Un kilo de ácido clorogénico cuesta 3.500 dólares, y lo tenemos en el palo de la yerba, incluso después de su consumo”, señaló Rossi, destacando una oportunidad única de economía circular.
La vía de la cafeína también produce teobromina y teofilina, compuestos de alto valor terapéutico y alimentario. “La enzima que transfiere una metilación convierte un compuesto en otro. Es una biofábrica sofisticada”, explicó el científico, vislumbrando la posibilidad de explotar comercialmente estos derivados a escala industrial.
Desde su rol como subsecretario de Biotecnología, Rossi impulsa la transformación de Misiones en un centro de desarrollo bioeconómico regional. La provincia alberga el 52% de la biodiversidad de Argentina, con frutas nativas, té, moringa y yerba mate. Esta riqueza natural, combinada con tecnología, puede dar lugar a industrias farmacéuticas, cosméticas y de alimentos funcionales de alcance internacional. “Brasil invierte mucho en innovación natural. En Misiones podemos hacer lo mismo, pero con nuestra propia biodiversidad”, propone Rossi, marcando una hoja de ruta clara.
Otro frente que abre la biotecnología es la producción de bioinsumos a partir de hongos y microorganismos locales, que permitirían reemplazar fertilizantes y agroquímicos sintéticos como el glifosato, mejorando la salud del suelo y la seguridad alimentaria. “El mundo va hacia productos libres de químicos sintéticos. Con biotecnología local, podemos liderar esa tendencia”, enfatizó.
Rossi contextualiza el impacto de este paradigma: la industria biotecnológica mueve más de 190 mil millones de dólares al año en el mundo. “Antes necesitabas toneladas de páncreas porcino para hacer insulina. Hoy, un biorreactor con bacterias te la produce en horas”, ejemplifica, mostrando el salto disruptivo que representa esta tecnología. En sus palabras, “la biotecnología cambia los tiempos y la metodología de producción. Es más eficiente, sustentable y rentable”, afirmó.
Para quienes aún dudan del camino de la economía del conocimiento, Rossi ofrece un dato contundente: Argentina ya cuenta con más de 1.400 empresas de base científica-tecnológica, que facturan más de mil millones de dólares al año. Esto demuestra que la inversión en ciencia no es una apuesta abstracta, sino una estrategia concreta de desarrollo económico, exportador y social, que puede colocar al país en el centro de la transformación productiva global. Su mensaje es claro: “No hay que tenerle miedo a la ciencia. Hay que traducirla y mostrar que invertir en conocimiento es la mejor política de futuro”, concluyó.
La entrevista cerró con un llamado a la acción. Para Rossi, el verdadero desarrollo comienza en las aulas y los laboratorios, pero requiere una visión política que lo acompañe y lo escale a nivel nacional. “Necesitamos dirigentes que confíen en la ciencia, que le den espacio en el diseño productivo, y una sociedad que valore el conocimiento”, señaló. Frente al cambio climático, la competencia global y la revolución tecnológica en marcha, el conocimiento es el único camino sostenible para crecer, exportar, generar empleo de calidad y cuidar los recursos naturales.
El mapa genético de la yerba mate no solo revela la complejidad y riqueza de esta planta emblemática del litoral argentino. Es también un símbolo del enorme potencial que guarda la naturaleza cuando se combina con ciencia, tecnología e inteligencia estratégica. Maximiliano Rossi demuestra con claridad, datos y pasión que invertir en ciencia, tecnología y educación no es gasto: es construir futuro, soberanía y bienestar con base en lo que mejor sabemos hacer: producir valor desde el conocimiento argentino.