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Por Agroempresario.com
Villa La Angostura, uno de los destinos turísticos más codiciados de la Patagonia, vive una paradoja creciente: mientras el turismo deja ganancias, sus habitantes enfrentan una crisis habitacional cada vez más profunda. El fenómeno, impulsado por el auge de los alquileres temporarios y la especulación inmobiliaria, genera un escenario incierto para quienes buscan vivir y trabajar de forma estable en esta ciudad de la provincia de Neuquén.
Según advierte Nicolás Feiman, integrante de la Cooperativa “La Remolinera”, en declaraciones a Radio Río Negro, conseguir una vivienda de alquiler permanente en Villa La Angostura se ha vuelto “una odisea”. Con ejemplos contundentes, Feiman revela que un monoambiente puede costar entre $600.000 y $850.000 mensuales, cifras imposibles para la mayoría de los residentes locales.
“El turismo aumentó la demanda de alojamiento a corto plazo, lo que disminuyó drásticamente la oferta para quienes vivimos aquí”, explicó. Esta tendencia, que privilegia al visitante ocasional por sobre el residente, convierte a muchas propiedades en unidades exclusivamente turísticas, incluso en zonas originalmente residenciales.
Feiman advierte que los contratos a largo plazo son cada vez más escasos y, en muchos casos, están sujetos a interrupciones por la temporada alta: “Cuando se acerca el verano o el invierno, muchos propietarios piden la vivienda para alquilarla a turistas. Esa práctica se ha naturalizado ante la falta de regulación”.
En ese contexto, muchos vecinos se ven obligados a abandonar la ciudad, desplazados por un mercado inmobiliario orientado exclusivamente al visitante y dominado, en parte, por grandes grupos inversores. “Acá hay una Vaca Muerta inmobiliaria. Se compran grandes extensiones de tierra con fines especulativos, no para generar vivienda accesible”, denunció Feiman.
Las redes sociales se convirtieron en un espacio para visibilizar el malestar. Decenas de residentes expresaron su frustración ante los precios inalcanzables. “Dependiendo la zona, lo más barato que encontrás por un monoambiente es $850.000. Así no se puede vivir”, comentó una usuaria.
El problema se agrava por la escasa implementación de políticas habitacionales adecuadas. Aunque Villa La Angostura cuenta con un Plan de Ordenamiento Territorial financiado por el Copade, su ejecución parece lejana. Feiman sostiene que una de las prioridades debería ser “conocer qué tierras están disponibles y quiénes son sus dueños”.
A pesar del crecimiento sostenido en los últimos veinte años y de la existencia de empleo local, la falta de vivienda limita el arraigo de trabajadores. “Hay trabajo en construcción, comercio, turismo. Pero si no tenés dónde vivir, tenés que irte”, resume Feiman.
En cuanto a la vivienda social, las soluciones implementadas hasta ahora han sido insuficientes y mal adaptadas. “Las casas construidas no responden al entorno de montaña. Están pensadas para otro tipo de clima y geografía. Hay viviendas entregadas hace dos años que ya tienen problemas graves de cimientos”, denunció.
La situación de Villa La Angostura no es la única. Localidades como San Martín de los Andes también enfrentan un fenómeno similar: contratos temporarios, alquileres “no declarados” y una creciente expulsión de residentes permanentes. La falta de un marco legal que regule los alquileres turísticos y la escasa planificación urbana profundizan una crisis habitacional que amenaza con transformar estas comunidades en ciudades fantasmas fuera de temporada.
El auge del turismo no es en sí un problema, sino la ausencia de políticas públicas que equilibren el desarrollo económico con el bienestar social. Regular el alquiler temporario, garantizar vivienda para trabajadores locales y controlar la concentración de tierras son pasos urgentes para evitar que Villa La Angostura se convierta en un destino sin comunidad.
