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Por Agroempresario.com
La Reserva Federal de Estados Unidos (Fed) decidió mantener sin cambios su tasa de interés de referencia, dejándola en el rango de 4,25% a 4,50%. La decisión, tomada en su cuarta reunión consecutiva sin modificaciones, refleja una postura cautelosa ante un panorama económico incierto, influido por la inflación persistente, los nuevos aranceles impulsados por el presidente Donald Trump y la tensión geopolítica creciente.
En un comunicado difundido al término de la reunión de dos días, el organismo monetario señaló: “La incertidumbre sobre las perspectivas económicas ha disminuido, pero sigue siendo elevada”. Esta declaración marca el tono general de la postura de la Fed: aunque las señales de enfriamiento económico se consolidan, los responsables de la política monetaria no están listos para recortar las tasas de forma inmediata.
La Fed ajustó sus proyecciones económicas para el año, anticipando una inflación más alta y un crecimiento del PBI más débil de lo esperado. Según sus cálculos, la inflación —medida por su índice preferido— alcanzará el 3% a finales de 2025, frente al 2,1% registrado en abril. Al mismo tiempo, la tasa de desempleo subiría al 4,5% desde el actual 4,2%, mientras que el crecimiento económico se desaceleraría al 1,4%, por debajo del 2,5% registrado el año anterior.
Esta combinación de datos plantea un dilema clásico: una inflación que aún supera el objetivo del 2% y un crecimiento que pierde dinamismo. A pesar de esto, el banco central mantuvo su previsión de realizar dos recortes de tasas este año, una señal de confianza en que los riesgos inflacionarios pueden ser contenidos sin sofocar la recuperación.
La decisión no estuvo exenta de presiones políticas. El presidente Donald Trump, quien ha sido abiertamente crítico con el titular de la Fed, Jerome Powell, volvió a lanzar ataques desde la Casa Blanca poco antes del anuncio. “Francamente, tenemos un estúpido en la Fed, probablemente no recortará hoy”, disparó el mandatario, reafirmando su postura de que las tasas deben bajar para impulsar la economía.
Trump sostiene que Estados Unidos no enfrenta un problema real de inflación y que las tasas elevadas restringen innecesariamente el consumo y la inversión. Sin embargo, la Fed ha dejado claro que su doble mandato —mantener la inflación bajo control y promover el pleno empleo— exige prudencia, sobre todo en un contexto de incertidumbre global.
La política comercial de Trump también está afectando la visión de la Fed. En abril, el mandatario impuso aranceles mínimos del 10% a la mayoría de los productos importados, y tasas más altas sobre acero, aluminio y automóviles. Aunque algunos de estos aranceles fueron reducidos o pospuestos, los funcionarios del banco central advierten que su impacto podría verse más adelante en forma de precios más altos.
De momento, el índice de precios al consumidor mostró un leve aumento interanual del 2,4% en mayo, frente al 2,3% de abril. Las empresas han evitado trasladar totalmente los nuevos costos a los consumidores gracias al uso de inventarios previos. Sin embargo, los economistas advierten que este efecto será temporal.
En tanto, el consumo, motor clave de la economía estadounidense, empieza a mostrar señales de fatiga. Las ventas minoristas cayeron 0,9% en mayo, lo que sugiere que los hogares están siendo más cautelosos con sus gastos ante la incertidumbre macroeconómica.
Otro factor que suma presión es el contexto geopolítico. La escalada militar en Medio Oriente podría alterar los precios del petróleo, que han sido clave en moderar la inflación en los últimos meses. Un repunte en el crudo afectaría directamente al costo de vida en Estados Unidos, complicando aún más la tarea de la Fed.
El presidente de la Fed, Jerome Powell, afirmó que es necesario “ver más datos” antes de decidir un recorte. “No estamos comprometidos con una trayectoria específica”, dijo, dejando abierta la puerta a actuar con flexibilidad según evolucionen los indicadores.
En sus proyecciones de mediano plazo, la Fed ahora estima que en 2026 habrá solo un recorte de tasas, a diferencia de los dos que preveía en marzo. Esto refleja una visión más cauta y anclada en la necesidad de mantener cierta estabilidad ante la volatilidad global.
Para los mercados, esta postura es un mensaje mixto: por un lado, confirma que la Fed no está dispuesta a recortar rápidamente sin evidencia contundente de desaceleración o control inflacionario; por otro, mantiene la esperanza de que aún hay margen para una política monetaria más laxa si las condiciones empeoran.
En definitiva, la Reserva Federal sigue apostando a la estabilidad, resistiendo presiones políticas y económicas. La decisión de mantener la tasa sin cambios responde a un equilibrio delicado: enfriar las expectativas de inflación sin ahogar el consumo ni desalentar la inversión, todo en un contexto global desafiante y políticamente tenso.
