Por Agroempresario.com
En el marco de la Cumbre de los Océanos realizada en Niza, Francia, el presidente de Costa Rica, Rodrigo Chaves Robles, asumió un rol protagónico y reafirmó la vocación ambiental de su país con un contundente mensaje: frenar la minería submarina antes de que sus efectos irreversibles comprometan el equilibrio marino mundial. Su discurso no fue una simple participación diplomática, sino una declaración firme de principios sostenibles, basada en décadas de política ambiental progresista.
Costa Rica pidió formalmente una moratoria internacional a la minería en aguas profundas, argumentando que el principio de precaución debe aplicarse mientras no existan garantías científicas claras sobre los impactos de esta práctica sobre la biodiversidad oceánica, la estabilidad climática y las economías costeras.
Chaves recordó que, al igual que cuando Costa Rica abolió su ejército o cuando decidió proteger sus bosques y avanzar hacia la descarbonización, hoy el país centroamericano está dispuesto a “declarar la paz con el océano”. La frase no fue solo simbólica. Costa Rica ya protege más del 30% de su territorio marino, superando ampliamente los compromisos asumidos en tratados internacionales como el Acuerdo de Kunming-Montreal sobre biodiversidad.
Este enfoque coherente con sus políticas internas convierte a Costa Rica en una referencia mundial. La expansión del área marina protegida alrededor de la Isla del Coco y la aplicación de políticas de pesca sostenible le otorgan legitimidad frente a potencias globales y refuerzan su posicionamiento como líder de la llamada diplomacia azul.
En su intervención, el presidente Chaves también destacó el concepto de “economía azul inclusiva y regenerativa”. Esto implica vincular sostenibilidad y desarrollo económico en un mismo marco de justicia ambiental, con especial énfasis en las comunidades costeras. Según Chaves, no se trata de frenar el desarrollo, sino de rediseñar para que los océanos sean parte activa de una economía que respete sus límites ecológicos.
En este sentido, se destacó el papel de la pesca responsable, la inversión en innovación marina y la necesidad de incluir a las poblaciones vulnerables en el proceso de toma de decisiones. Chaves insistió en que no puede haber justicia ambiental sin justicia social, y que la protección del océano no debe ser una carga sino una oportunidad de transformación económica sostenible para toda América Latina.
Costa Rica no es nueva en esta materia. Su diplomacia ambiental ha sido eje vertebral de su política exterior durante décadas. Desde la década de 1980 ha incorporado temas como biodiversidad, desarme, paz y derechos humanos en su agenda internacional. Hoy, ese liderazgo se renueva con una mirada puesta en los océanos.
La “diplomacia azul” —como la denominó Chaves— es parte de una estrategia integral que busca posicionar a Costa Rica como un referente en temas de gobernanza marina, protección del clima y transición energética justa. A su vez, muestra que un país sin ejército, pequeño en tamaño, pero grande en visión y compromiso, puede tener una voz respetada en las negociaciones internacionales más complejas.
La Cumbre de los Océanos en Niza contó con la presencia de líderes internacionales, científicos y representantes de organizaciones ambientales. En ese foro, las palabras de Chaves resonaron con fuerza, no solo por su contenido, sino por la legitimidad con la que fueron pronunciadas.
En tiempos marcados por urgencias económicas y climáticas, y donde grandes potencias aún dudan en asumir compromisos reales, que una nación como Costa Rica exija una moratoria a la minería submarina, basada en ciencia y ética ambiental, refuerza la necesidad de escuchar voces diversas y valientes.