Por Agroempresario.com
En un escenario político fragmentado y con el oficialismo en busca de unidad, Jeannette Jara, ex ministra de Trabajo del gobierno de Gabriel Boric, emerge como la figura que aspira a gobernar Chile. Con una historia personal ligada al sindicalismo, el movimiento estudiantil y el Partido Comunista de Chile (PCCh), su candidatura para las presidenciales de noviembre de 2025 representa tanto una continuidad del progresismo como una renovación del liderazgo político femenino en la región.
Nacida el 23 de abril de 1974 en Conchalí, al norte de Santiago, Jara es hija de una familia trabajadora. Esa raíz popular ha sido uno de los pilares discursivos de su proyecto político. “Soy hija del Chile real”, declaró durante las primarias que la consagraron como la candidata de unidad del oficialismo, en las que obtuvo más del 60% de los votos frente a rivales de la centroizquierda como Carolina Tohá y Gonzalo Winter.
Su trayectoria política comenzó en los años 90, en plena transición democrática, como militante de las Juventudes Comunistas. Estudió Derecho en la Universidad de Santiago de Chile (Usach), donde fue presidenta de la Federación de Estudiantes (Feusach), marcando el inicio de una vida pública comprometida con el cambio social. En paralelo, comenzó su carrera laboral en el Servicio de Impuestos Internos (SII), donde también se desempeñó como dirigente sindical.
Su militancia comunista la llevó a integrar el Comité Central del PCCh y, tras años de trabajo político y gremial, fue convocada por Michelle Bachelet para ser subsecretaria de Previsión Social entre 2016 y 2018. Luego de un breve regreso a la docencia, volvió a la primera línea política con Gabriel Boric, quien la designó ministra de Trabajo y Previsión Social.
Jara se convirtió así en la primera ministra comunista en asumir esa cartera desde el retorno a la democracia. Desde allí, lideró algunas de las reformas sociales más relevantes de la actual administración: la reducción de la jornada laboral a 40 horas semanales, la Ley Karin contra el acoso laboral y una ambiciosa propuesta de reforma previsional que aún se encuentra en el Congreso.
Estas iniciativas la consolidaron como una figura política con perfil técnico, firme en sus convicciones ideológicas pero hábil en la negociación política. Supo dialogar con sectores empresariales, sindicales y de la oposición, lo que amplió su capital político dentro y fuera de su partido.
Aunque ha sido históricamente una referente del PCCh, Jara ha adoptado una postura más moderada en asuntos internacionales, distanciándose de las visiones tradicionales de su partido respecto a regímenes como el de Venezuela o Cuba. Esta actitud le permitió ampliar su base de apoyo dentro de la coalición de gobierno y conectar con sectores más amplios del electorado progresista.
En términos personales, Jeannette Jara mantiene un bajo perfil. Es madre de un hijo y ha declarado que la experiencia de combinar la vida familiar con la política le ha permitido entender de forma más cercana los desafíos de muchas mujeres chilenas. En su discurso tras ganar las primarias, prometió gobernar “con sentido de justicia y con los pies en la tierra”.
Su candidatura aparece en un momento de profunda transformación del sistema político chileno. La derecha, fragmentada pero liderando las encuestas, presenta al menos tres aspirantes, mientras que la centroizquierda tradicional enfrenta una crisis de representación. En ese contexto, Jara se perfila como el principal nexo entre las distintas fuerzas del oficialismo y como una opción viable para retener el poder.
Será, además, la segunda mujer del PCCh en disputar una elección presidencial, luego de Gladys Marín en 1999. Pero el contexto actual es radicalmente distinto: Jara representa a un sector que ya ha formado parte del gobierno, que ha impulsado reformas estructurales y que ahora se enfrenta al desafío de consolidar ese legado frente a una ciudadanía que exige resultados concretos.
Su estrategia de campaña se enfoca en consolidar la unidad del progresismo chileno, con énfasis en la equidad social, el empleo digno y el fortalecimiento del sistema de seguridad social. También busca reposicionar el papel del Estado como garante de derechos en un país marcado por las desigualdades estructurales.
La figura de Jeannette Jara, con su combinación de experiencia de gestión, liderazgo sindical y formación jurídica, representa un nuevo rostro para la izquierda chilena. Más allá de su identidad comunista, su discurso se aleja del dogmatismo y se ancla en un lenguaje cercano, técnico y empático. Esto podría convertirse en su principal fortaleza para enfrentar una elección en la que la confianza ciudadana está profundamente erosionada.
Mientras la campaña presidencial comienza a delinearse, Jara ya ha logrado lo más difícil: convertirse en la candidata de consenso de un oficialismo que hasta hace poco parecía fragmentado. Su desafío será ahora conectar con el electorado más allá de los círculos tradicionales de la izquierda y proponer un modelo de país capaz de conciliar crecimiento económico con justicia social.