Por Agroempresario.com
En el corazón productivo de la provincia de Córdoba, un modelo de articulación público-privada está transformando el perfil del maní argentino. En los últimos 25 años, los rendimientos del cultivo en la región pasaron de 2000 a más de 4000 kilos por hectárea, con picos de hasta 8000 kg/ha. Este salto no fue producto de una mejora espontánea, sino de una estrategia deliberada y sostenida basada en la colaboración entre el Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA) y empresas agroindustriales como Aceitera General Deheza (AGD).
Detrás del notable crecimiento productivo del maní se encuentra un modelo de vinculación que, lejos de centralizarse en laboratorios o escritorios, puso el foco en el lote y en las verdaderas necesidades del productor. “Trabajamos con un modelo interactivo de innovación que nos permite vincularnos con empresas chicas, medianas y grandes”, explicó Juan Cruz Molina Hafford, director del Centro Regional Córdoba del INTA.
Este enfoque territorial se materializa a través de convenios de colaboración técnica, donde el conocimiento generado por la ciencia pública se transforma en soluciones concretas para los desafíos productivos del sector.
En los años 80, el maní enfrentaba una crisis crítica. Enfermedades del suelo como Sclerotium rolfsii, Sclerotinia spp. y Fusarium spp. amenazaban con hacer desaparecer el cultivo. Fue entonces cuando Ricardo Pedelini, desde la Agencia de Extensión Rural del INTA en General Cabrera, inició un proceso de trabajo conjunto con AGD que marcaría un antes y un después.
A través de ensayos agronómicos, diagnóstico sanitario, prácticas sustentables y transferencia tecnológica, se logró controlar la situación fitosanitaria del maní y comenzar a elevar los rindes con un enfoque de sustentabilidad y eficiencia.
Hoy el maní es un cultivo estrella en Córdoba, gracias a una estrategia integral que va desde la semilla hasta la exportación. Carlos Alberto Marescalchi, gerente de Producción Agropecuaria de AGD, lo resume así: “Esto es producto de una actividad público-privada bien gestionada”.
El trabajo con el INTA no se limitó a cuestiones sanitarias. También incluyó la mecanización del cultivo. Se introdujeron mejoras en los sistemas de siembra, arrancado y trilla, fundamentales para un cultivo subterráneo. Por ejemplo, se profesionalizó el manejo del arrancado en función de la madurez de las cajas y se extendió el ciclo de cosecha hasta 180 días. Estas modificaciones permitieron alcanzar rindes históricos cercanos a los 8000 kilos por hectárea, bajo condiciones sanitarias óptimas.
Uno de los pilares de esta articulación es el lote demostrativo en el INTA Manfredi, donde se destinan 40 hectáreas a ensayos, cruzamientos, multiplicación de materiales genéticos y evaluación de nuevas tecnologías. Este espacio funciona como un nodo donde se unen ciencia, técnica y práctica agrícola.
Además, AGD participó en el desarrollo de nuevas variedades de maní a través de convenios de vinculación tecnológica. La articulación público-privada no solo generó más conocimiento, sino que acortó la distancia entre el desarrollo científico y su adopción a campo.
Los ensayos también permitieron entender mejor el entorno natural. Se estudió el impacto de la temperatura y la radiación solar en el cultivo, concluyendo que Córdoba posee un diferencial energético por la duración de los ciclos. Esta ventaja natural, combinada con manejo agronómico profesional, permite obtener un maní de calidad exportable, posicionando a la provincia como líder nacional en el rubro.
“Desde la producción hasta la exportación, el maní genera valor y empleo. Y eso es desarrollo territorial con base científica”, destacó Marescalchi, subrayando que el cultivo dejó de ser marginal para convertirse en una economía regional clave.
Más allá del éxito puntual del maní, el modelo INTA-AGD demuestra que es posible lograr sinergias entre el sector público y privado. El rol del Estado no es competir con el mercado, sino potenciarlo desde el conocimiento. “Contribuimos con esta energía del conocimiento que se transforma en soluciones”, afirmó Molina Hafford.
Este modelo, basado en el diálogo, la planificación estratégica y el enfoque territorial, puede ser replicado en otros cultivos y regiones del país. La clave está en alinear objetivos, generar confianza y mantener una dinámica de trabajo sostenida en el tiempo.
El caso del maní en Córdoba refleja una historia de resiliencia, innovación y desarrollo. En una época marcada por desafíos para el agro argentino —desde el clima hasta las políticas fiscales—, esta experiencia deja una enseñanza poderosa: cuando la ciencia se conecta con la producción real y los actores cooperan con visión de largo plazo, el impacto se multiplica.
La articulación público-privada no es solo una estrategia técnica, es una herramienta política para el desarrollo rural sustentable. Y el maní cordobés es, hoy, su mejor ejemplo.