Por Agroempresario.com
Un reciente estudio de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Buenos Aires (UBA), dirigido por Luis Sangel Polo Perdomo, alertó sobre la grave fragmentación que sufrió la Selva Paranaense en los últimos 30 años. Entre 1990 y 2020, la región perdió cerca de 130 mil hectáreas de bosque nativo, lo que representa un 13% del área total, poniendo en riesgo su biodiversidad y el equilibrio ambiental de esta zona única.
La Selva Paranaense, también conocida como Selva Misionera, es el remanente argentino del Bosque Atlántico, un ecosistema que se extiende además por Brasil y Paraguay. Esta selva es reconocida como uno de los lugares con mayor biodiversidad del mundo y alberga más de la mitad de las especies nativas de Argentina. Además, provee recursos esenciales como agua y alimentos para numerosas comunidades locales.
Para proteger este tesoro natural, en el año 2000 se estableció el Corredor Verde en Misiones, una iniciativa destinada a conectar las principales áreas protegidas y facilitar el flujo biológico entre ellas. Sin embargo, según el análisis satelital realizado por el equipo de Polo Perdomo, la fragmentación del bosque avanzó considerablemente a pesar de estos esfuerzos.
El estudio detalló que no solo hubo una pérdida significativa de superficie, sino que también disminuyó el tamaño promedio de los fragmentos forestales, pasando de 285 a 215 hectáreas. Además, el número de fragmentos se duplicó y la distancia media entre ellos aumentó de 94 a 246 metros. Esta fragmentación afecta gravemente a especies emblemáticas como el yaguareté, que necesita grandes territorios para su supervivencia, y a aves como el loro vinoso, que dependen de un bosque continuo para anidar y alimentarse.
Uno de los focos críticos detectados está en el departamento de San Pedro, en Misiones, entre las localidades de Dos Hermanas y Pozo Azul. Allí, la deforestación más intensa ha dejado pequeños fragmentos aislados en ambos lados de la ruta provincial que conecta con El Dorado. Esta zona es considerada prioritaria para acciones de restauración y conservación.
En 2007, la sanción de la Ley de Bosques Nativos representó un avance importante para la protección ambiental. La norma clasifica los terrenos en tres categorías: protección estricta (rojo), uso sostenible (amarillo) y posibilidad de transformación (verde). Si bien Misiones implementó este ordenamiento en 2010, logrando una baja tasa de desmonte hasta 2015, los índices de deforestación volvieron a aumentar en años posteriores. La fragmentación se mantiene baja en las zonas rojas, pero alcanza niveles preocupantes en áreas amarillas y verdes, lo que evidencia la necesidad de fortalecer no solo la regulación sino también la restauración activa, el monitoreo constante y la participación comunitaria.
Este fenómeno no se limita a la Selva Paranaense. El bosque amazónico, que abarca varios países sudamericanos, perdió 6,7 millones de hectáreas en 2024, con incendios que superaron el promedio histórico. En Argentina, las Yungas, que se extienden por Salta, Jujuy y Tucumán, también enfrentan amenazas similares, poniendo en riesgo ecosistemas vitales para el clima y el agua.
Polo Perdomo destacó que la conservación efectiva pasa por recuperar la conectividad entre fragmentos mediante la restauración de áreas prioritarias y el respeto por territorios indígenas, que combinan conocimiento ancestral con prácticas ambientales sostenibles. En este sentido, el Corredor Verde podría funcionar nuevamente como un puente ecológico que facilite el tránsito de fauna y mantenga la salud del ecosistema.
Mientras tanto, la Selva Paranaense continúa latiendo, con su rico coro natural de tucanes, monos caí, ranas y yaguaretés, pero requiere acciones urgentes para evitar que el latido se quiebre definitivamente y se pierda una parte fundamental de la biodiversidad argentina.