Por Agroempresario.com
La campaña de soja 2024/25 llegó oficialmente a su fin con una producción acumulada de 50,3 millones de toneladas, marcando así el segundo mejor rendimiento de las últimas cinco campañas, según informó la Bolsa de Cereales de Buenos Aires (BCBA) en su último Panorama Agrícola Semanal (PAS). El rendimiento promedio nacional se ubicó en 29,7 quintales por hectárea, un indicador que refleja una recuperación notable frente a ciclos anteriores afectados por sequías y eventos climáticos adversos.
Aunque aún quedan por recolectar algunos lotes de soja de segunda en sectores puntuales del oeste y sur de la provincia de Buenos Aires, estos no modificarán la estimación final. La campaña no solo superó las expectativas iniciales, sino que representa un incremento del 15% respecto al promedio del período 2018-2023, que se ubicó en 43,8 millones de toneladas.
La superficie sembrada fue de 18,4 millones de hectáreas, un aumento frente a los 17,3 millones del ciclo anterior, lo que refleja una mayor apuesta del productor argentino por la oleaginosa en esta campaña.
En paralelo, la siembra de trigo continúa su curso con un 78,2% del área proyectada ya implantada, de un total estimado de 6,7 millones de hectáreas. El avance intersemanal fue de 5,5%, aunque el progreso presenta una demora de 2,5% respecto al promedio de los últimos cinco años. Las lluvias de la segunda quincena de junio provocaron excesos hídricos que complicaron el ingreso a los lotes, ralentizando las tareas.
No obstante, la ausencia de precipitaciones y la acción del viento en los últimos días han permitido recuperar terrenos que presentaban anegamiento extremo. En Entre Ríos, por ejemplo, el trigo se encuentra en expansión foliar, aunque algunas plantas evidencian necrosis en sus hojas debido a las bajas temperaturas invernales. A pesar de estas condiciones, los técnicos consideran que el clima actual podría beneficiar al cultivo en las próximas etapas de desarrollo.
Por su parte, la cosecha de maíz con destino grano registró un notable avance, alcanzando el 61,7% del área estimada a nivel nacional. El rendimiento promedio se sitúa en 75,7 quintales por hectárea, con picos y contrastes según la región. En el norte del área agrícola, se registró un progreso del 15% en los últimos siete días, con un rendimiento medio de 42,9 qq/ha.
En Córdoba, el avance sobre el maíz tardío llegó al 47%, con un rinde promedio de 78,8 qq/ha, consolidando a la provincia como uno de los polos productivos más eficientes del ciclo. En contraste, en el oeste y centro de Buenos Aires, la humedad en los lotes continúa siendo una barrera importante, generando un ritmo lento de recolección. Sin embargo, los lotes cosechados en estas regiones muestran rendimientos sólidos de entre 75 y 80 quintales por hectárea.
Con este panorama, la proyección nacional de producción de maíz se mantiene en 49 millones de toneladas, consolidando otra campaña de buen volumen para uno de los principales cultivos del país.
En cuanto al sorgo granífero, la cosecha se aceleró tras la finalización de la recolección de soja, alcanzando un avance nacional del 73,9% del área apta. El rendimiento promedio se ubica en 36,7 quintales por hectárea, aunque presenta grandes diferencias según la zona.
En el NEA, por ejemplo, los resultados son desiguales: en el oeste de Santiago del Estero, los rendimientos oscilan entre 35 y 40 qq/ha, mientras que en Chaco se ubican por debajo de los 25 quintales, debido a los efectos negativos de la sequía estival.
En contraste, el Centro-Norte de Córdoba reporta un avance de 87% en la cosecha, con un rendimiento promedio de 53,2 qq/ha, consolidándose como la principal zona aportante de la campaña. La proyección nacional de producción se mantiene estable en 3 millones de toneladas.
El cierre de la cosecha de soja con un rendimiento récord en cinco años, el avance firme del maíz y el progreso del sorgo reflejan un contexto de recuperación para el agro argentino, luego de campañas marcadas por el estrés hídrico. La mejora en los indicadores productivos genera optimismo en el sector, aunque persisten desafíos como los excesos hídricos puntuales, la variabilidad climática y la necesidad de financiamiento para afrontar los próximos ciclos.
Mientras tanto, el seguimiento del desarrollo del trigo será clave para confirmar si las condiciones actuales terminan favoreciendo al cultivo de invierno y consolidan un 2025 con cifras positivas en toda la rotación agrícola.