Por Agroempresario.com
El alfajor argentino trasciende la categoría de golosina para convertirse en un verdadero emblema cultural, una tradición que conecta generaciones, regiones y sabores. Su evolución —desde las recetas coloniales hasta la explosión de variedades artesanales actuales— fue protagonista en la reciente edición de Caminos y Sabores BNA, donde emprendedores de distintas provincias mostraron cómo este clásico se reinventa con pasión, identidad regional y creatividad.
El evento, que se ha consolidado como la feria de alimentos, turismo y productos regionales más importante del país, ofreció un recorrido sensorial por los caminos del alfajor. Desde el norte hasta la Patagonia, decenas de marcas artesanales desplegaron alfajores con ingredientes locales, procesos cuidados y propuestas innovadoras que desafían lo convencional.
El alfajor tiene raíces árabes —la palabra “al-hasú” significa relleno— y viajó al continente americano con los conquistadores españoles. Fue en Argentina donde encontró su hogar definitivo. Córdoba, por ejemplo, fue una de las primeras regiones en consolidar una tradición alfajorera durante el siglo XIX, con recetas a base de miel, frutos secos y el imprescindible dulce de leche.
Hoy, esa herencia se mantiene viva y al mismo tiempo se transforma gracias a la labor de cientos de emprendedores que apuestan por lo artesanal, lo local y lo auténtico. Así quedó demostrado en Caminos y Sabores, donde la diversidad fue la gran protagonista.
Desde Trelew, Federico Calderón presentó sus alfajores “Memorable”, elaborados íntegramente a mano y con frutas típicas de la región andino-patagónica. “Cada alfajor pesa 90 gramos y representa nuestro compromiso con la calidad. Somos 14 personas trabajando en una empresa familiar de 28 años. Este espacio nos permite llegar a Buenos Aires y conectar con nuevos públicos”, comentó Calderón.
Desde Mar de Cobo, en el partido de Mar Chiquita, Noelia Pignataro sorprendió con propuestas disruptivas: alfajores de chile picante, gin, frutos rojos y cerveza artesanal, bajo la marca “Dulce Cobo”. “Nos destacamos por innovar sin perder la esencia artesanal. Elaboramos nuestras propias mermeladas y apostamos a ingredientes reales, sin aditivos. Próximamente lanzaremos una línea vegana”, adelantó.
Desde el norte profundo, Paula Cisneros llevó por primera vez a Caminos y Sabores su marca Allpaqa, nacida en Jujuy. “Cada alfajor lleva amor e ingredientes regionales. El más elegido es el de batata. Queremos que cada persona que lo pruebe sienta un pedacito de nuestra tierra”, explicó con entusiasmo. La respuesta del público fue inmediata: cientos de visitantes se acercaron para probar una novedad que combina identidad y sabor.
En representación de la pujante industria puntana, Alan Fernández presentó “Manjares”, una línea con más de 20 variedades. “La estrella actual es el alfajor de corazón de frutilla con cobertura de chocolate blanco. También ofrecemos opciones clásicas con chocolate negro. Tenemos cinco locales y más de 40 empleados. Apostamos por insumos nacionales y por brindar un producto de alta calidad a buen precio”, detalló Fernández.
Desde el norte centro del país, Cecilia Lozano compartió la historia de su emprendimiento “Hecho con el Corazón”, nacido en plena pandemia. “Mi mamá fue pastelera toda la vida. Empezamos con sus recetas y hoy trabajamos juntas con mis dos hijas. No usamos conservantes y nuestros chocolates y alfajores respetan la tradición familiar”, dijo. Para ella, Caminos y Sabores es más que una feria: “Es una fiesta donde compartimos lo que somos”.
El recorrido por Caminos y Sabores demostró que el alfajor argentino es un territorio fértil para la innovación, pero también para la construcción de sentido. Cada productor trajo consigo historias, valores, sabores únicos y una fuerte conexión con su lugar de origen. El evento sirvió como vidriera para mostrar ese federalismo dulce que se expresa en formatos pequeños, pero con gran impacto.
La tendencia es clara: crecen las propuestas con ingredientes autóctonos (frutas patagónicas, batata, miel local), sin aditivos, con identidad regional y en muchos casos, con valor agregado a través de presentaciones gourmet o propuestas aptas para veganos, celíacos o dietas especiales.
Además, muchas de estas marcas han logrado expandirse gracias a la venta online y al turismo, consolidando al alfajor como un producto estratégico dentro de la gastronomía y economía regional argentina.
El alfajor argentino es mucho más que una golosina popular. Es un símbolo de reunión, de infancia, de meriendas compartidas. En eventos como Caminos y Sabores, se revela como una expresión de la riqueza y diversidad del país, una síntesis perfecta entre tradición y futuro.
Ya sea relleno de dulce de leche, frutas regionales, mousse de cerveza o pasta de batata, el alfajor demuestra que hay infinitas formas de contar una misma historia: la de un país que, incluso en lo dulce, sabe unirse.