Por Agroempresario.com
En una nueva jugada comercial de alto impacto, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, ha lanzado una advertencia directa a 14 países —principalmente de Asia y África— sobre la posible imposición de aranceles que podrían alcanzar hasta el 40%. La medida, que podría entrar en vigor el próximo 1 de agosto, ha generado una ola de reacciones diplomáticas, incertidumbre en los mercados y negociaciones contrarreloj por parte de los países afectados.
Según la agencia AFP, los países notificados oficialmente por la administración Trump incluyen a Corea del Sur, Japón, Indonesia, Camboya, Birmania, Laos, Tailandia, Malasia, Bangladés, Kazajistán, Sudáfrica, Túnez, Serbia y Bosnia. La mayoría de estas naciones mantienen relaciones comerciales estratégicas con Estados Unidos y, en muchos casos, dependen en gran medida de sus exportaciones para sostener sus economías.
La notificación formal se realizó mediante cartas enviadas por la Casa Blanca, informando sobre los posibles nuevos aranceles, que en varios casos duplican o triplican los gravámenes actuales. La administración Trump justificó la medida como parte de su política de protección de la industria nacional y de reducción del déficit comercial estadounidense.
Durante una declaración oficial, Trump indicó que los aranceles buscan “restablecer condiciones comerciales justas y recíprocas” para las empresas estadounidenses. Esta política refleja una línea dura que ya se había anticipado durante su anterior mandato, y que ahora vuelve con mayor fuerza en su actual gestión.
Uno de los países más afectados es Corea del Sur, que ya había sufrido aranceles previos sobre su industria automotriz y el acero. Ahora enfrenta una nueva amenaza: un recargo del 25% sobre el resto de sus exportaciones. A pesar de ello, el gobierno surcoreano mantiene la esperanza de alcanzar un acuerdo antes de la fecha límite.
“El diálogo sigue abierto. Confiamos en lograr un acuerdo para evitar la aplicación de los aranceles”, informó el gobierno surcoreano este martes.
Otro actor clave en esta disputa es Japón, principal inversor extranjero en Estados Unidos. El país enfrenta un nuevo arancel “recíproco” del 25% sobre sus productos, especialmente del sector automotor, ya afectado por tarifas anteriores.
El gobierno japonés manifestó su “profunda preocupación” por la medida y destacó que busca preservar el acceso de sus empresas al mercado estadounidense sin comprometer su soberanía comercial.
Desde el sudeste asiático, Indonesia ha adoptado un enfoque pragmático. El ministro de Economía, Airlangga Hartarto, anunció un acuerdo para importar un millón de toneladas de trigo estadounidense anualmente durante cinco años, como parte de las negociaciones para frenar un arancel del 32%.
“Queremos ampliar nuestras importaciones de productos agrícolas y energéticos de EE.UU. como base para un nuevo entendimiento bilateral”, declaró Hartarto a medios internacionales.
Los países más vulnerables en esta ofensiva arancelaria son Camboya, Birmania y Laos, cuya dependencia de exportaciones y de inversiones chinas los coloca en una posición débil. Camboya, por ejemplo, fue inicialmente amenazada con un arancel del 49%, posteriormente reducido al 36%. Birmania y Laos enfrentan gravámenes del 40%.
La estrategia de Washington es interpretada como una presión directa para que estas naciones reduzcan su vinculación comercial con China y abran sus economías a productos estadounidenses.
Tailandia también figura en la lista con un posible arancel del 36%. En respuesta, propuso facilitar el ingreso de productos agrícolas, energéticos y aeroespaciales de origen estadounidense.
El gobierno tailandés explicó que trabaja en medidas concretas para demostrar buena voluntad comercial y evitar sanciones que impactarían negativamente en sectores como el textil, la electrónica y la automoción.
La situación de Malasia es especialmente delicada. Su economía se encuentra equilibrada entre los intereses de Pekín y Washington. Amenazada con un arancel del 25%, Kuala Lumpur expresó su deseo de alcanzar un acuerdo “equilibrado y global”.
“El diálogo debe prevalecer. Estamos comprometidos a construir una relación comercial justa y sostenible con Estados Unidos”, indicaron desde el Ministerio de Comercio malasio.
En el sur de Asia, Bangladés, segundo mayor exportador textil del mundo, enfrenta una amenaza arancelaria del 35%. Daca había avanzado en negociaciones con Washington para firmar un acuerdo antes de julio, pero la notificación de Trump interrumpió ese proceso.
“Los aranceles afectarían directamente al empleo y a la estabilidad económica de millones de familias”, alertó el sector empresarial bangladesí.
Otros países señalados incluyen a Kazajistán (25%), Sudáfrica (30%), Túnez (25%), Serbia (35%) y Bosnia (30%). Todos han recibido cartas formales de la Casa Blanca y han iniciado consultas diplomáticas de urgencia.
La embajada de Túnez en Washington aseguró que se exploran “vías multilaterales para evitar que la decisión entre en vigencia”.
La ofensiva arancelaria de Trump representa un nuevo frente en su política de “America First”, enfocada en proteger a las industrias estadounidenses frente a lo que considera “competencia desleal” del exterior. Sin embargo, los efectos secundarios para las economías en desarrollo pueden ser severos, amenazando con desestabilizar sectores estratégicos como el textil, la electrónica, el acero, la automoción y la agricultura.
Analistas internacionales alertan que la medida podría provocar un efecto dominó en las cadenas globales de suministro, elevar los precios para los consumidores estadounidenses y abrir la puerta a represalias diplomáticas por parte de los países afectados.
Con la fecha límite del 1 de agosto acercándose, los gobiernos implicados redoblan esfuerzos diplomáticos para evitar la aplicación de estos aranceles. Mientras tanto, Donald Trump mantiene su postura firme, convencido de que los gravámenes generarán mejores condiciones para los trabajadores y empresas estadounidenses.
En medio de esta tensión comercial, el mundo observa con atención las próximas decisiones de Washington y las posibles consecuencias de una política que, si bien busca proteger los intereses internos de EE.UU., podría generar inestabilidad económica global en regiones altamente dependientes del comercio exterior.