En el marco del Ciclo Audiovisual “De Villanos a Héroes” junto a Carlos Becco, conductor del ciclo, conversamos con Fernanda Santibañez, CEO y cofundadora de Eiru, sobre un tema cada vez más central para el futuro del agro: la biodiversidad funcional y cómo medirla para generar valor agregado en origen, producir de manera sostenible y gestionar el riesgo climático y ambiental.
Fue un diálogo en profundidad, cercano y accesible para productores, técnicos y empresarios del sector agroindustrial argentino. Fernanda repasó su historia personal, desde su formación académica en Chile hasta su decisión de emprender en Argentina, la tecnología que desarrollan en Eiru para monitorear biodiversidad, y el enorme potencial que tiene para transformar la producción agropecuaria.
Santibañez comenzó explicando un concepto que, si bien hoy está “en boca de todos”, suele ser malinterpretado o simplificado.
“La biodiversidad tiene que ver con la diversidad de organismos sobre la Tierra: animales, plantas, microorganismos del suelo. Cada uno cumple una función dentro de un ciclo o red que permite mantener las diferentes funciones de un ecosistema.”
Fernanda resaltó que biodiversidad no es sólo “tener muchas especies” sino entender que esas especies están conectadas, generan sinergias y sostienen la salud del sistema productivo.
“Cuando hablamos de biodiversidad no estamos hablando de una sola especie. Es algo más grande: una red que genera funciones para mantener ecosistemas saludables y funcionando.”
Para el agro, esto es clave porque la producción depende de servicios ecosistémicos: fertilidad de suelos, polinización, control biológico de plagas, ciclo del agua.
En un tono reflexivo y didáctico, Santibañez explicó cómo la agricultura moderna, en su afán por resolver problemas de rendimiento y seguridad alimentaria, fue empujando a la homogeneización de los sistemas.
“En su momento la solución fue unificar y producir lo más posible de una sola manera. Pero no consideramos todo lo que hay detrás del funcionamiento de un ecosistema.”
Los suelos, por ejemplo, se forman durante miles de años gracias a la acción de microorganismos que descomponen roca y liberan nutrientes, junto con el trabajo de las raíces. Ese proceso, inicialmente poco conocido, es hoy comprendido como esencial.
“Nos dimos cuenta de que la naturaleza por sí misma no se renueva si no mantenemos un determinado umbral de funcionamiento ecosistémico.”
El resultado fue la degradación de suelos, la pérdida de resiliencia y la creciente vulnerabilidad al cambio climático.
Uno de los conceptos clave de la entrevista fue el de biodiversidad funcional: no se trata sólo de conservar especies “por buena voluntad ambiental”, sino de integrar la biodiversidad como parte de la estrategia de negocio agropecuario.
“Hay un concepto que se está utilizando ahora: biodiversidad funcional. Es adoptar prácticas que ayuden a fomentar la producción y el rendimiento.”
Fernanda puso un ejemplo práctico muy conocido en fruticultura: alquilar colmenas para polinización.
“Traer colmenas a los cultivos mejora la cantidad y calidad de los frutos. Es biodiversidad como aliada de la producción.”
Además, destacó que la biodiversidad ayuda a mantener la calidad del suelo y del agua, cuestiones críticas para sostener la productividad agrícola.
“Muchas veces se ve como cuidado ambiental, pero es parte del negocio. Mantener biodiversidad funcional ayuda a la producción y a cerrar ciclos de nutrientes en el suelo.”
Luego, la charla se volvió más personal. Carlos Becco le preguntó a Santibañez cómo pasó de la investigación científica a emprender una empresa tecnológica en la Patagonia argentina.
“Yo estaba haciendo una carrera muy académica, escribiendo papers. Pero llegó un momento en que sentí que había que llevar todo eso al mundo real. Que había que hacerlo acción.”
Fernanda contó que llegó desde Santiago de Chile a Bariloche para sumarse a un equipo de investigación. En ese recorrido conoció a Lucas Garibaldi, referente internacional en biodiversidad y producción agropecuaria.
“Lucas es realmente una de las personas que más sabe de biodiversidad en el mundo. Fue mi profesor. Me motivó mucho.”
Becco bromeó: “¿Y qué te dijo Lucas? ¿Estás loca por querer emprender?” Santibañez sonrió y explicó que en realidad Garibaldi se sumó como socio y mentor al proyecto.
“Así empezó el camino. Fue un largo recorrido, pero sentíamos que había que hacerlo.”
La entrevista también enfatizó el carácter federal del emprendimiento, destacando que Eiru nació en Bariloche, en la Patagonia, lejos de los grandes centros urbanos y financieros.
“Para los que dicen que no somos federales, fuimos a Bariloche. Estamos recontra federales en Patagonia”, celebró Becco.
Además, Eiru recibió apoyo y financiamiento de BioCeres y del Gobierno de la Provincia de Santa Fe, en un claro ejemplo de articulación público-privada para impulsar ciencia y tecnología nacional.
Carlos Becco pidió que Fernanda explicara, “sin vueltas”, qué hace concretamente Eiru.
“Nosotros medimos biodiversidad. Creamos indicadores que le dicen al productor o a la empresa si su ecosistema está bien o mal, si está sano o degradado.”
El objetivo es transformar datos ecológicos en información útil para la toma de decisiones productivas.
“Queremos que puedan medir para gestionar. Que no sea algo abstracto, sino que tenga impacto en el manejo.”
Uno de los momentos más sorprendentes de la entrevista fue cuando Santibañez explicó las tecnologías que usan para monitorear biodiversidad.
“Por ejemplo, podemos poner micrófonos en el campo y detectar insectos por el sonido que emiten.”
Becco se mostró asombrado: “¿Ciencia ficción? ¿Gran Hermano para insectos?”
Fernanda detalló que esa tecnología permite identificar especies, estimar abundancia y distribución, información clave para el manejo productivo.
“También trabajamos con imágenes satelitales para caracterizar el estado del ecosistema. Aunque todavía no vemos insectos desde el satélite, complementamos muchas variables.”
El resultado es una evaluación integral de la salud ambiental de un campo o una región.
Otro punto importante de la entrevista fue la demostración de impacto real y de clientes concretos.
“Hoy esto ya salió del laboratorio. Tenemos acuerdos comerciales, proyectos en marcha.”
Fernanda mencionó trabajos en Monte Hermoso y reuniones en San Pablo, Brasil, donde presentaron la tecnología a potenciales socios e inversores internacionales.
“Es un recorrido largo, pero ya estamos mostrando resultados concretos.”
Para cerrar la charla, Becco pidió a Fernanda un mensaje para el sector agroindustrial argentino.
“Muchas veces pensamos que biodiversidad es sólo conservación. Pero es producción, negocio, valor agregado. Es la forma de sostener las cadenas de suministro y manejar el riesgo del cambio climático.”
Fernanda subrayó que la oportunidad es hoy:
“Si no integramos biodiversidad funcional, nos exponemos a perder suelos, agua, polinizadores. Todo lo que sostiene la producción.”
El llamado fue claro:
“Es el momento de aprovechar lo que sabemos hacer los argentinos: trabajar con ciencia, tecnología y construir una producción sostenible para todos.”
Santibañez aprovechó para agradecer a su equipo y socios.
“Quiero agradecer a Lucas Garibaldi, a todo el equipo de Eiru, a BioCeres, a la Provincia de Santa Fe, a los productores que confiaron y a todas las personas que se suman a este camino.”
En Agroempresario.com destacamos esta entrevista como un ejemplo concreto de bioeconomía aplicada, donde la ciencia, el emprendedurismo y la articulación público-privada se combinan para generar soluciones locales con impacto global.
El caso de Eiru muestra que la medición de biodiversidad no es un lujo ambientalista, sino una herramienta estratégica para generar valor agregado en origen, sostener la productividad y competir en mercados internacionales cada vez más exigentes en términos de sostenibilidad.
Fernanda Santibañez y su equipo representan esa nueva generación de emprendedores que, desde el interior del país y con ciencia argentina, están dispuestos a transformar el agro para que sea más productivo, sostenible y federal.