En el marco del Ciclo Audiovisual “De Villanos a Héroes” junto a Carlos Becco, conversamos con Claudia Casalongué, CTO & Co-Founder de Unibaio, sobre el profundo desafío de reformular y recrear fitosanitarios mediante biotecnología y nanotecnología. Con una mirada científica y emprendedora, la especialista repasó su historia, la innovación detrás del quitosano, un biopolímero y el recorrido que la llevó, junto a su equipo, de la investigación básica en fisiología vegetal a fundar una startup tecnológica argentina con proyección global.
En diálogo con Becco, Casalongué dejó en claro su visión de que no se trata solo de inventar nuevas moléculas, sino de aplicar mejor lo que ya funciona. Para ella, hay que recrear las formulaciones con responsabilidad, para hacerlas más eficientes y amigables con el ambiente.
El agro mundial enfrenta un desafío doble: mantener la productividad y reducir el impacto ambiental. Claudia Casalongué describe con claridad que el trabajo de su equipo consiste en tecnología de reformulación y de recreación de fórmulas de fitosanitarios, tanto convencionales como nuevos, sumando valor con un producto de origen biológico.
El corazón de la innovación de Unibaio es quitosano, un polisacárido derivado de la quitina, el compuesto natural más abundante en exoesqueletos de crustáceos e insectos tambien presente, en paredes celulares de hongos. Según Casalongué, se trata de un polisacárido único, derivado de la quitina. Es la molécula biológica con más patentes de invención en el mundo, con propiedades excepcionales. Es la única molécula polimérica cargada positivamente y, además, es inocua para la salud humana y el ambiente gracias a su origen natural.
En la industria, la principal fuente de esta biomasa en Argentina es el langostino patagónico, aunque en la actualidad aún no es un proceso productivo. Tiene el potencial de serlo. O sea de recuperarse esa biomasa pero UNIBAIO importa quitosano como materia prima.
El quitosano que forma parte de la tecnología de UNIBAIO no es simplemente un producto natural: es un material rediseñado a escala micro y nano. Casalongué explica que realizan una reingeniería al modificar la cadena lineal que es la típica que esta presenteen los caparazones y diseñarla con propiedades únicas. Gracias a ese trabajo, pueden controlar tamaño y carga para optimizar sus propiedades biológicas.
El resultado es una partícula o material micro/nano que puede asociarse de forma efectiva con principios activos de fitosanitarios, facilitando su biodisponibilidad y su penetración en los tejidos vegetales. Esta capacidad de atrapar y transportar los ingredientes activos mejora significativamente la eficiencia de las aplicaciones en el campo.
Casalongué reconoce que su formación en fisiología vegetal siempre estuvo influida por los avances en salud humana. La nanotecnología apareció como un puente entre disciplinas, y fue allí donde vio el potencial de aplicar esos conceptos al agro.
Para ella, hace ya 15 o 20 años comenzó un verdadero boom de la nanotecnología que permitió optimizar propiedades de compuestos a partir de generar esa micro o nanoescala. No se trata de inventar algo completamente nuevo, sino de mejorar la relación superficie-volumen, generar más posibilidades de entrecruzar moléculas y, por ejemplo, vehiculizar en agua compuestos que habitualmente no son solubles.
Casalongué describe esa escala en términos concretos: se habla de tamaños mil veces más pequeños que el diámetro de un pelo. Esa nanoescala permite mejores superficies de contacto y el control de propiedades como carga y estabilidad, habilitando formulaciones más eficientes y sostenibles.
El paso de Claudia Casalongué del laboratorio al mundo del emprendimiento no fue inmediato ni sencillo. Su trayectoria incluye más de 20 años en investigación básica, estudiando regulación hormonal en plantas, un trabajo que describe como fascinante pero limitado en su impacto directo.
Con franqueza, reconoce que llegó un momento en que sintió que era necesario trascender el conocimiento generado en el laboratorio. Surgieron programas de financiamiento público que promovían la transferencia tecnológica y que abrieron la puerta a pensar en aplicar esos saberes. Fue un desafío enorme y personal, que combinó con la inquietud de su colega Vera lvarez, ingeniera en materiales.
Juntas, junto a Florencia Salcedo y Daniela, cofundadoras de Unibaio, decidieron apostar por la interdisciplinariedad. Reconoce que no siempre es fácil combinar los saberes de Ciencias Biologicas y de Materiales pero que allí estaba la oportunidad real de innovar.
El recorrido de Unibaio se aceleró durante la pandemia. En lugar de frenar, el equipo aprovechó ese tiempo para capacitarse en programas de aceleración de empresas. Casalongué explica que esos programas no solo sirvieron para convencerse de que querían ir por ese camino, sino también para identificar lo que les faltaba: la figura del emprendedor de negocios dentro del equipo quien actualmente es Matias Figliozzi, CEO DE UNIBAIO.
Ese aprendizaje implicó tomar una decisión difícil. Las cuatro investigadoras debieron decidir cuáles de ellas seguirían haciendo ciencia pura y cuáles se enfocarían en el desarrollo del emprendimiento científico-tecnológico. Fue una elección estratégica, necesaria para sostener un proyecto que ya no solo se trataba de investigar, sino de producir y escalar con viabilidad comercial.
Unibaio logró consolidarse como empresa de base tecnológica del CONICET, formalizando un convenio de investigación y desarrollo que fortaleció su inserción en la Universidad Nacional de Mar del Plata y En institutos de investigación del CONICET.
Casalongué subraya el valor de la formación local: el equipo de Unibaio está integrado por profesionales de la Universidad Nacional de Mar del Plata, la Universidad Nacional de La Plata y la Universidad Nacional del Sur, lo que demuestra la calidad y diversidad del talento argentino.
Para ella, la formación académica nacional ha sido clave para pensar tecnologías que no suenen a disparates en ningún lugar del mundo, sino que resulten creíbles y potencialmente transformadoras. Destaca el orgullo de poder dialogar de igual a igual con científicos y empresarios globales.
El emprendimiento mantiene una identidad federal muy marcada. Casalongué reivindica el valor de producir en el interior del país incluso, con el potencial de aprovechar recursos locales como los crustáceos patagónicos. Pero también tiene claro que la proyección debe ser global.
Gracias al apoyo del fondo SF500, Unibaio pudo llegar a una de las mayores aceleradoras de biotecnología de Estados Unidos. El equipo participó en programas en Nueva York, accediendo a redes de contactos, asesoramiento y know-how de clase mundial que resultan esenciales para competir en el mercado internacional.
Para Casalongué, uno de los grandes logros del equipo fue haber consolidado una red de asesores estratégicos de primer nivel. Entre ellos está Carlos Becco como referente en agronegocios, pero también expertos estadounidenses como Travis y Phillips, especializado en emprendedurismo, y Philip, con más de 20 años de experiencia en DuPont.
Contar con asesores con experiencia internacional les permitió anticipar problemas, reducir errores y acelerar aprendizajes para traducirlos en avances concretos. Casalongué subraya que la presión de hacer todo muy rápido en el mundo emprendedor es enorme, y al poder contar con estas miradas externas les ayudó a transitar el camino con más seguridad.
El gran objetivo de Unibaio es recrear formulaciones para aplicar mejor los fitosanitarios que ya existen, haciéndolos más eficientes y responsables. Casalongué sostiene que no se trata solo de inventar nuevas moléculas, sino de optimizar las ya disponibles, reduciendo dosis y minimizando impactos.
En un mercado global cada vez más exigente con la sustentabilidad, su propuesta cobra un valor estratégico evidente. Muchas empresas agroquímicas están interesadas en renovar formulaciones para evitar aplicar más de lo necesario y aprovechar al máximo la eficacia de los principios activos disponibles.
La apuesta de Casalongué y su equipo no se limita a la eficiencia técnica. Hay una visión ética y ambiental de fondo. Aprovechar la ciencia para reducir residuos, mejorar la compatibilidad ambiental y en la medida de las posibilidades darle valor agregado en origen a las materias primas locales son partes esenciales de su plan.
Unibaio articula con el Estado y el sector privado, aprovechando las oportunidades de financiamiento público y generando acuerdos con productores y empresas que buscan soluciones sostenibles y competitivas. En ese sentido, representa un claro ejemplo de bioeconomía argentina en acción.
Para Casalongué, emprender desde la ciencia es posible y necesario. A quienes piensan que solo se puede emprender siendo joven, les transmite que se puede hacer incluso después de jubilarse. Su mensaje es claro: las investigadoras y científicos argentinos tienen mucho para aportar, y deben animarse a dar el salto al mundo productivo.
Su testimonio inspira a pensar el conocimiento científico no sólo como un fin en sí mismo, sino como una herramienta para resolver problemas concretos del agro, la salud y el ambiente.