Por Agroempresario.com
Javier Milei eligió acelerar hacia la confrontación. En declaraciones a El Observador 107.9, el Presidente de la Nación dejó en claro que ya no buscará equilibrios con los mandatarios provinciales y avaló de forma explícita al ala más dura de su Gobierno. Con la frase “Jodan todo lo que quieran, los espero el 11 de diciembre”, Milei no solo cerró la puerta al diálogo, sino que también detonó cualquier posibilidad de pacto institucional con los gobernadores. La tensión institucional escala y pone en jaque la gobernabilidad.
En una semana clave para el Congreso y el debate sobre leyes sensibles como la moratoria previsional, los Aportes del Tesoro Nacional (ATN) y el impuesto a los combustibles, el Presidente sorprendió con una ofensiva sin precedentes. La confrontación ya no es solo una estrategia de campaña: es el modo elegido para gobernar. “Los gobernadores quieren destruir al Gobierno”, disparó Milei, profundizando un conflicto político que amenaza con paralizar la agenda legislativa.
Hasta hace pocos días, el Ejecutivo intentaba sostener puentes a través de acuerdos parciales con los gobernadores. Ahora, ni eso. El Presidente optó por cerrar filas con Karina Milei, Eduardo “Lule” Menem y Martín Menem, quienes promueven una lógica confrontativa desde el corazón de La Libertad Avanza (LLA).
La cancelación del acto del 9 de Julio en Tucumán, inicialmente atribuida a condiciones climáticas, dejó entrever un trasfondo más espeso: los gobernadores no asistieron. Para Milei, fue una provocación intolerable. La Casa Rosada había enviado invitaciones por correo electrónico, pero no ofreció gestos políticos. Para los mandatarios provinciales, fue un nuevo episodio de destrato.
“La neblina fue divina, pero Milei quedó furiosa”, admitió una fuente del entorno presidencial. Desde ese momento, todo cambió. La orden fue cortar cualquier vía de negociación, incluso en lo electoral. A nivel nacional, la prioridad es consolidar el plan económico sin ceder ante presiones políticas, incluso si eso implica resignar acuerdos en los distritos.
Este giro complica especialmente al ala moderada del Ejecutivo, encabezada por Guillermo Francos y Santiago Caputo. Ambos habían impulsado un modelo de gobernabilidad basado en pactos electorales y gestos institucionales. Hoy, sus planteos quedaron neutralizados por la nueva estrategia.
Francos fue uno de los funcionarios que había validado los reclamos de los 24 gobernadores respecto a la coparticipación del impuesto a los combustibles y los ATN. Incluso llegó a considerar “razonable” el planteo. Pero el Ministerio de Economía, a cargo de Luis Caputo, lo rechazó de plano. Ahora, los proyectos serán debatidos como iniciativas legislativas, y el Gobierno se prepara para una batalla reglamentaria.
Por su parte, Santiago Caputo había sido clave en advertir sobre el impacto institucional de cerrar todas las puertas. Planteaba un “compensar con política” lo que no se podía resolver con recursos. Pero las internas con los Menem y la decisión de Milei de cortar cualquier puente dejaron a Caputo fuera de juego. Esta semana, ni siquiera asistió a la reunión de mesa política.
“Todo lo que puedan hacer de daño va a ser transitorio”, dijo Milei en El Observador. Y agregó: “Después de que los aplastemos en las elecciones, volveremos a poner las cuentas en orden”. La frase resume el espíritu del nuevo rumbo: todo se subordina al triunfo en las urnas. No hay espacio para concesiones.
El Gobierno apuesta a consolidar su núcleo duro y mostrar a los gobernadores como responsables del bloqueo institucional. “Hoy trabajamos con la idea de que una victoria en octubre va a ser lo que ordene”, confió una fuente cercana a Karina Milei. La estrategia es electoralista: exponer a quienes no acompañan como parte del problema.
La sesión del Senado prevista para esta semana pondrá a prueba el nuevo escenario. En el oficialismo hay preocupación por los temas en agenda, que pueden tener fuerte impacto fiscal. El rol de la vicepresidenta Victoria Villarruel será clave. “Esperemos que defienda los porotos como corresponde”, dijo el Presidente, sin ocultar la tensión en la fórmula presidencial.
Con una relación fría y sin diálogo fluido, nadie espera que Villarruel sea funcional al plan de guerra de Milei. La incógnita es si la vice permitirá que avance el tratamiento de proyectos impulsados por la oposición, entre ellos los de los gobernadores.
El nuevo eje del conflicto se encuentra en la falta de incentivos políticos. Los gobernadores, desfinanciados y sin margen de maniobra, ven cómo la Casa Rosada ni siquiera ofrece garantías mínimas de estabilidad. La negativa a ceder fondos, sumada al avance de LLA en distritos clave, tensa al máximo el vínculo con las provincias.
A principios de junio, la demanda de los gobernadores para coparticipar el impuesto a los combustibles y los ATN había generado un tímido intento de diálogo. Pero las respuestas fueron escasas. Hoy, el Senado busca avanzar con esos temas como ley. La Casa Rosada anticipa resistencia.
Javier Milei ha decidido dejar atrás cualquier matiz. La estrategia oficial gira ahora en torno a la confrontación directa con todos los actores políticos que no se alineen. El objetivo es sostener el equilibrio fiscal sin concesiones, apostando a que una victoria electoral en octubre reconfigure el Congreso y dé luz verde a las reformas estructurales.
Para eso, el Presidente no duda en asumir el costo de la tensión. Con un discurso cada vez más beligerante y un gabinete alineado al estilo de Karina Milei, el Gobierno transita un camino que se aleja del diálogo y apuesta todo a un nuevo triunfo en las urnas.