Por Agroempresario.com
En Pieres, partido bonaerense de Lobería, Sean Cameron representa un modelo agropecuario distinto: dejó atrás la agricultura tradicional y los commodities para construir un negocio basado en cultivos especiales, riego y servicios de alto valor agregado para empresas semilleras e industrias agropecuarias. Su experiencia, que compartirá en el Congreso Aapresid “Código Abierto”, invita a repensar la forma de producir y vivir el campo argentino.
La historia de Sean Cameron tiene raíces en tres continentes. Su familia emigró desde Escocia a Nueva Zelanda, y de allí su bisabuelo arribó a la Argentina a fines del siglo XIX, instalándose en la Patagonia chilena en ganadería ovina antes de comprar tierras en Buenos Aires.
Aunque nació y creció en Argentina, Sean estudió en Escocia y luego ingeniería química en la Universidad de Cambridge, Inglaterra. Esa formación poco convencional para el agro argentino le permitió abrir su mente a nuevas prácticas y tecnologías, y cuestionar métodos tradicionales.
“Volví en 1993, y aunque parecía que todo estaba por hacer en la Argentina, después de 30 años sigue igual. Pero nos tiró probar suerte acá y funcionó”, recordó Cameron. Su llegada al campo familiar coincidió con el auge de la siembra directa y cambios profundos en la agricultura nacional.
Sean Cameron describió su transformación: “Hago muy poco de lo tradicional. Pasé de producir commodities a ser proveedor de servicios confiables con cultivos especiales y riego”. Su negocio hoy incluye 14 equipos de riego y cultivos como maíz dulce, maíz semillero y trébol blanco, dejando la soja como última opción cuando no encuentra otra actividad.
“La confiabilidad es clave para trabajar con clientes como semilleros de maíz. Cuando sos confiable, te miran distinto. Un semillero sin producción no tiene semilla para vender”, explicó, subrayando el impacto de su estrategia en la rentabilidad: “Un cultivo de maíz bajo riego puede facturar hasta 2.500 dólares por hectárea, pero la semilla que se produce puede valer 30.000 dólares. Ahí cambia la discusión sobre la renta”.
Este giro hacia la provisión de servicios y cultivos especiales representa un modelo más sostenible y rentable en el mediano y largo plazo, que además permite integrar tecnologías y recursos humanos.
La vida en el campo no es solo un negocio para Cameron, sino una elección de vida: “Vivimos acá, es nuestro único hogar. Eso cambia todo respecto a campos donde nadie vive y que solo se visitan cinco veces al año”, destacó.
Su familia, con esposa canadiense y cinco hijos, combina educación internacional con arraigo rural. “Las dos mayores viven en el exterior, pero los tres varones han vuelto con apego al campo. Eso no se enseña, o lo tenés o no lo tenés”, explicó.
Para Cameron, la presencia constante en el campo es fundamental para sostener la comunidad rural: “Si no vive gente en los campos, no hay comunidad rural”.
Dos viajes clave influyeron en su forma de pensar el agro: uno a Nueva Zelanda y otro al estado de Washington, EEUU. “Volvés con ideas muy distintas a las de la pampa húmeda”, dijo.
Su formación en ingeniería química y la experiencia internacional le permiten cuestionar paradigmas locales, como su asistencia a un Congreso Aapresid en 1993, donde descubrió que “todo lo que hacíamos estaba mal”.
Ese espíritu de aprendizaje y adaptación continúa guiando su proyecto productivo y su mensaje para otros productores.
Del 6 al 8 de agosto, en un evento organizado por Expoagro, Cameron disertará en el eje temático “Sistemas Integrados”, que busca mostrar experiencias de productores que apuestan por diversificación, integración y nuevos modelos de producción.
“No se trata solo de producir más, sino de estar, participar, construir comunidad y pensar diferente”, sintetizó. Su relato combina innovación tecnológica, compromiso social y visión de futuro para un agro sustentable.