Por Agroempresario.com
En una región donde la combinación de mar, tierra fértil y planificación estratégica parece destinada al éxito, la provincia de Río Negro avanza con paso firme en su consolidación como nuevo polo de la producción olivícola en la Argentina. Con epicentro en San Antonio Oeste, junto al Golfo San Matías, ya se desarrollan más de 500 hectáreas de cultivos de olivo, gracias a un microclima marítimo que protege naturalmente las plantas del rigor invernal.
“La humedad del mar genera un microclima que protege de las heladas. Esto permite que variedades como Arbequina, Picual y Mission desplieguen su máximo potencial”, explicó Facundo Fernández, secretario de Fruticultura de Río Negro. El funcionario destacó que la provincia no solo tiene ventajas climáticas, sino también una planificación hídrica en marcha que facilitará el crecimiento de esta actividad.
Mientras países tradicionales del aceite de oliva como España o Italia sufren el impacto de las sequías y el cambio climático, Río Negro se proyecta con más de 10.000 hectáreas aptas para el cultivo desde el norte hasta el sudeste provincial. Uno de los proyectos clave es la construcción de un canal de riego que llevará agua del río Negro hacia la costa atlántica, donde se ubica el núcleo olivícola.
Actualmente, la actividad se concentra en San Antonio Oeste, Las Grutas y Puerto del Este, localidades que forman parte de una zona reconocida recientemente por la Legislatura como la capital provincial de la olivicultura. “Este es un reconocimiento a la labor productiva de la región”, expresó el legislador Luis Noale, autor del proyecto de ley que impulsó esta designación.
Una de las experiencias más exitosas de esta nueva oleada olivícola es la de la familia Armengol Mañana, responsable de la empresa Oleosan, pionera en la zona. Su plantación se ubica estratégicamente en el cruce de las rutas 3 y 251, y comenzó en 2008 con la plantación de Arbequinas traídas desde Catamarca.
“Todo comenzó con esquejes, hicimos nuestras propias plantas y tendimos la red de riego. Hoy tenemos más de 200 hectáreas abastecidas con agua pura”, relató Fabián Armengol Mañana, quien inició el proyecto junto a su padre. La primera cosecha fue en 2014 y, desde entonces, la empresa no dejó de crecer: ya implantaron más de 110 hectáreas, con 80 en plena producción.
Oleosan se convirtió en referente por la calidad de sus productos: obtuvo la certificación Kosher, ganó el premio Olivinus “prestigio oro” y comercializa aceites de oliva extra virgen orgánicos, sin TACC, además de versiones saborizadas con romero, albahaca, ajo, jengibre y limón. También producen aceitunas verdes en salmuera y negras a la griega, con el valor agregado de incorporar actividades de agroturismo, como degustaciones y visitas guiadas.
En 2022, la familia plantó además un viñedo de 3 hectáreas con el objetivo de producir un vino 100% orgánico, sin conservantes, ampliando la propuesta con identidad regional.
Aunque la Arbequina sigue siendo la variedad predominante, en Río Negro también se cultivan otras como Nevadillo, Frantoio, Changlot Real, Mission y Empeltre, esta última de doble propósito: tanto para aceite como para aceitunas de mesa. La recolección comienza en abril y se extiende hasta julio, aprovechando una ventana climática estable que favorece la maduración uniforme del fruto.
Según Fernández, hay nuevas plantaciones en expansión en zonas como Viedma, la Línea Sur y sectores del Valle, lo que demuestra que el cultivo se adapta a distintos microclimas de la provincia.
“Es un cultivo que genera empleo local, dinamiza las economías regionales y representa ingresos directos para las comunidades”, subrayó el legislador Noale.
Si bien San Juan y Mendoza son históricamente las principales productoras de aceite de oliva del país, Río Negro empieza a destacarse por la calidad de su producción y la innovación en los procesos. “En muchos casos, nuestro aceite es llevado a esas provincias para potenciar su calidad mediante tecnología de punta”, destacó Noale.
Esta sinergia regional permite que los aceites rionegrinos participen en concursos nacionales e internacionales, siendo reconocidos por su sabor, frescura y proceso sustentable. En este sentido, el Golfo San Matías no solo protege los cultivos del frío, sino que también aporta humedad ambiental que impacta positivamente en el rendimiento y la calidad del fruto.
La olivicultura rionegrina representa una apuesta por la diversificación productiva en el agro patagónico. A diferencia de otras regiones, las plantaciones del sur del país cuentan con agua pura, tierras disponibles, estabilidad climática y un entorno propicio para el desarrollo del turismo rural y la agroindustria.
“La posibilidad de tierra disponible hace que Río Negro se erija como un lugar de potencial crecimiento productivo, con altas chances de convertirse en un jugador importante”, concluyó Facundo Fernández.
Con planificación, inversión y apoyo institucional, el Golfo San Matías ya no es solo una postal turística, sino también un territorio estratégico para la nueva olivicultura argentina.