En el marco del Ciclo Audiovisual de “De Villanos a Héroes”, conducido por Carlos Becco, Franco Martínez Levis, CEO de Puna Bio, compartió la fascinante historia de cómo esta empresa argentina está transformando la agricultura global a través de la biotecnología. Martínez Levis, un emprendedor con experiencia en consultoría estratégica y startups de gastronomía, se unió a un equipo de científicas tucumanas del CONICET, marcando el inicio de un proyecto que hoy se posiciona como líder en investigación biológica a nivel mundial.
La historia de Puna Bio se entrelaza con la pasión y dedicación de sus cofundadoras: María Eugenia Farías, Elisa Bertini y Carolina Belfiore. María Eugenia Farías, una destacada investigadora del CONICET, dedicó más de 25 años a estudiar la Puna, una región de desiertos de altura extrema que abarca Argentina, Chile y Bolivia. Este ecosistema, con altitudes superiores a los 4000 metros, temperaturas que oscilan entre -15°C y +50°C, sequía extrema y escasez de nutrientes, es un análogo de la tierra primitiva. En este ambiente hostil, Farías y su equipo descubrieron extremófilos: bacterias, hongos y otros microorganismos que han evolucionado durante miles de millones de años, desarrollando capacidades extraordinarias para sobrevivir.
Estos microorganismos extremófilos poseen lo que Martínez Levis describe como "superpoderes". Han desarrollado mecanismos únicos para adaptarse a condiciones de estrés extremo, lo que los convierte en una fuente invaluable de soluciones biotecnológicas. El ejemplo más conocido de la aplicación de extremófilos es la enzima utilizada en las pruebas de PCR para detectar COVID-19, que proviene de un extremófilo encontrado en Yellowstone, Estados Unidos. En el caso de Puna Bio, la hipótesis inicial fue que estos microorganismos podían fortalecer cultivos agrícolas bajo estrés, una idea que hoy es una realidad probada y escalable.
La conjunción de la visión científica de las fundadoras y la perspectiva de negocios de Martínez Levis dio origen a Puna Bio. El objetivo inicial era diseñar un producto prototipo que aprovechara el potencial de estos microorganismos para el agro. Martínez Levis confiesa que al principio fue una "unión forzada" por un programa de vinculación, pero que rápidamente se convirtió en un compromiso impulsado por el deseo de generar una solución escalable y de impacto mundial.
El equipo se sumergió en las dificultades y oportunidades de la cadena alimentaria global. Comprendieron que las tecnologías biológicas estaban en un punto de inflexión, similar a la evolución de la computación. Si bien antes la investigación biotecnológica requería inversiones masivas y equipos gigantes, hoy el acceso a tecnologías y el conocimiento del suelo y su biología son mucho más accesibles. Esto ha permitido refinar soluciones y abrir la puerta a un sinfín de posibilidades en la biotecnología agrícola.
Argentina, según Martínez Levis, tiene una ventaja competitiva crucial en este campo. El país posee un "background de ciencia espectacular", con profesionales altamente capacitados a nivel mundial. Además, la cultura de "hacer mucho con lo que se tiene" permite que, con la misma inversión, las empresas argentinas puedan realizar muchas más pruebas y desarrollar soluciones robustas. Esto es clave en un campo donde "ni el microorganismo tiene un pasaporte ni el laboratorio que haya hecho los ensayos con los mismos estándares va a haber mucha diferencia". Hoy, Puna Bio se enorgullece de ser una empresa líder en investigación a nivel mundial, operando desde Tucumán y Buenos Aires.
Puna Bio no solo genera soluciones innovadoras, sino que también contribuye al desarrollo regional. Muchos de sus productos provienen de cepas con origen en la provincia de Catamarca. Las ventas de estos productos generan regalías para la provincia, un modelo de negocio sostenible que beneficia a las comunidades locales. Martínez Levis enfatiza que estas regalías no implican la destrucción de ecosistemas. Se basan en pequeñas muestras de suelo, raíces o tapetes microbianos, demostrando el enorme potencial de los recursos naturales argentinos sin comprometer la sostenibilidad. Este modelo podría replicarse para el descubrimiento de nuevas soluciones en farmacéutica, salud terapéutica y cosmética, todos campos donde la investigación aplicada a recursos naturales valiosos puede generar un impacto significativo.
El camino hacia el éxito no fue lineal. El equipo de Puna Bio tuvo que aprender a navegar el mercado agropecuario, un sector con sus propias dinámicas y necesidades. Contaron con la invaluable ayuda de asesores inmersos en el sector, quienes les ayudaron a diseñar productos que realmente respondieran a las demandas del mercado. Un paso crucial fue obtener la validación externa de la tecnología, realizando ensayos independientes con ensayistas de renombre en todo el país. Durante casi dos años, Puna Bio llevó a cabo pruebas exhaustivas en Argentina, y hoy ya tienen operaciones en Brasil, Paraguay, Estados Unidos, además de en Argentina.
Hace tres campañas agrícolas, Puna Bio lanzó su primer producto al mercado. El resultado fue un crecimiento exponencial: en solo dos años, la empresa creció ocho veces. Actualmente, sus productos se utilizan en más de 400.000 hectáreas. Esta tasa de adopción es poco común en el sector agropecuario y, según Martínez Levis, no se debe a un marketing agresivo, sino a la "robustez del trabajo" y a que el productor "vea en su campo lo que el producto hace y que lo que hace sea igual a la promesa".
Puna Bio se originó con capitales privados y fondos de inversión de riesgo, lo que le permitió un crecimiento acelerado. Este modelo, a diferencia de un crecimiento orgánico, implica vender parte del capital de la empresa para obtener la financiación necesaria. La primera ronda de inversión, o "semilla", tuvo como objetivo principal el lanzamiento comercial del producto.
Martínez Levis destaca la humildad con la que Puna Bio ha avanzado, atrayendo a inversores cada vez más grandes y exigentes. Un hito reciente fue la inversión de Corteva Catalyst, el fondo de inversiones de Corteva, uno de los gigantes del mercado agrobiológico. Esta inversión es particularmente significativa porque Corteva es un competidor directo en el mercado de biológicos. Martínez Levis explica que esto se debe a que Corteva ha reconocido el liderazgo de Puna Bio en su nicho y su capacidad de innovación. Puna Bio es la primera empresa latinoamericana en recibir inversión directa de Corteva, un testimonio de su relevancia global.
En un anuncio exclusivo durante el programa, Franco Martínez Levis reveló una primicia de gran envergadura: la Fundación Gates ha invertido en Puna Bio. Esta noticia subraya el potencial transformador de Puna Bio y su impacto en la seguridad alimentaria global. Que una fundación de este calibre invierta en una empresa argentina con soluciones nacidas de la Puna Argentina para ayudar a la seguridad alimentaria en África es un reconocimiento monumental.
La historia de Puna Bio, desde el estudio de microorganismos en los lugares más inhóspitos de la Puna argentina hasta la creación de soluciones científicas y tecnológicas que impactan la producción de alimentos a nivel mundial, es un relato de innovación, perseverancia y visión. Como concluyó Carlos Becco, la historia de Puna Bio es un "cuento digno de cómo la agricultura y la tecnología pueden hacer un cambio profundo en la manera de cómo producir los alimentos y cómo dejamos el mundo mejor que como lo recibimos". El compromiso de Puna Bio con la agricultura sostenible y la biotecnología aplicada no solo fortalece el agro, sino que también ofrece un modelo para el futuro de la alimentación global.